Evangelio del domingo 31 de agosto

«Dios da libertad y riqueza a los cautivos».

Agosto

  • Sir 3, 19–21. 30–31
  • Sal 67
  • Heb 12, 18–19. 22–24
  • Lc 14, 1. 7–14

§ En la primera lectura se nos muestra una invitación a la humildad. Dios «revela a los humildes sus secretos», coloca sus secretos a disposición de todos a partir de los detalles de la vida cotidiana. Nos conmina a aceptar su soplo sencillo en nuestro presente: «No busques lo que es demasiado elevado para ti, ni quieras saber lo que es demasiado difícil». Porque la sabiduría de Dios muestra su grandeza en las pequeñas bellezas del camino.

§ En ese sentido, la carta a los hebreos nos recuerda a todos aquéllos que esperaban las grandes revelaciones y aspavientos de la presencia de Dios que su forma de aparecer encuentra otras direcciones: «No hubo aquel fuego físico que ardía junto a la nube oscura y la tempestad». Más bien el camino apunta a escuchar la voz de Jesús, el mediador de la nueva alianza.

§ En el evangelio de Lucas, Jesús en medio de aquellos ilustres e importantes personajes que buscan los mejores asientos, aconseja sobre la pequeñez y la sencillez: «Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado». Nos dice que a nuestros banquetes invitemos a aquellos pequeños del Reino de Dios: los cojos, los inválidos, los ciegos; todos aquellos excluidos, la gente sencilla a los que Dios les ha confiado la intimidad de sus secretos.

Que Dios nos regale la gracia de acoger su invitación de sencillez para encarnarla en la cotidianidad de nuestras vidas.

Ilustración: ©Tzitzi Santillán

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