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Evangelio del domingo 26 de marzo

«Perdónanos, Señor, y viviremos»

MARZO

Domingo 26

Quinto de Cuaresma

  • Ez 37, 12-14
  • Sal 129
  • Rom 8, 8-11
  • Jn 11, 1-45

§ En el texto de Ezequiel, se habla de «abrir nuestras tumbas», para nuestro lenguaje contemporáneo esas palabras pueden asociarse a una exhumación o a los zombis, pero aquí se está hablando de algo muy distinto. La promesa que hace el Señor es que ni siquiera la muerte podrá vencer la invita vida que propone para su pueblo. Si la muerte era un impedimento, porque aquellos que morían no lograban ver la gloria de Dios en medio de su pueblo, debían tener la certeza que la muerte no era un tropiezo, pues la vida siempre tendrá la última palabra.

§ La Carta a los Romanos nos recuerda que si bien nos habita una realidad espiritual que nos vincula esencialmente con el Dios de la vida, también enfrentamos una realidad de muerte o de limitación, que nos conduce al pecado. Esto es a lo que se refiere cuando nos habla de una realidad de ‘la carne’. Pablo no habla del consumo de carne o de algo erótico, sino de nuestra realidad limitada de creaturas que nos mueve a agarrar y manipularlo todo a nuestro antojo. Sin embargo, por más pecado que haya en nuestra vida, la promesa del Señor es siempre la esperanza de una vida mayor.

§ Juan presenta la resurrección de Lázaro y a partir de ella podemos reflexionar que mientras estemos en sintonía con Jesús nuestras muertes pueden ser iluminadas por la vida de Dios. Este Dios, que nos ama profundamente, hasta echarse a llorar por nuestras muertes, como por la de Lázaro y que hoy grita nuestro nombre para que salgamos de la oscuridad y nos demos una nueva oportunidad. Nunca se muere cuando estamos conectados en lo profundo con la vida auténtica en Dios. Que tu nombre y el mío resuenen hoy en su voz y que este grito nos aliente a la nueva vida.

El Señor nos pone de frente una esperanza a prueba de balas y nos invita a ver el mundo con ella, la de aquel que se sabe radicalmente amado y confiado en que la muerte no tiene la última palabra. Sólo desde Dios podemos mirar así, sólo él nos reaviva.

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