Evangelio del domingo 26 de febrero

«Misericordia, Señor, hemos pecado»

FEBRERO

Domingo 26

Primero de Cuaresma

  • Gén 2, 7-9; 3, 1-7
  • Sal 50
  • Rom 5, 12-19
  • Mt 4, 1-11

§ En el pasaje de lo que se ha conocido como «pecado original» encontramos un relato sobre la tendencia que tenemos los seres humanos ante Dios, es decir, de hacernos dioses. Esto, algo distinto de permitir que él nos habite y configure, nos nubla la mirada, y nos hace creernos con derecho de juzgar el mundo según nuestros limitados criterios. De ahí que este «pecado original» de hacernos dioses esté en el centro de los dolores que aquejan la vida actual de nuestro planeta y sociedades.

§ La Carta a los Romanos retoma la historia del Génesis. Esto lo hace, no para dar una explicación del egoísmo del ser humano; sino para dar un salto cualitativo de Salvación. Lo que propone Pablo es que, así como ha entrado el mal en el mundo por la tendencia que tenemos a creernos dioses y medir el mundo a nuestro antojo. Jesucristo, de modo más grandioso y generoso del que merecemos, nos ha salvado de tal pretensión porque él nos ha enseñado cómo ser humanos, dejando habitar plenamente a Dios en nosotros, sin pretender sustituirle.

§ Mateo nos muestra las tentaciones de Jesús en el desierto. En ellas encontramos una certeza radical y transversal: Dios es siempre más. Es mayor a nuestras expectativas y aparentes necesidades; a nuestros miedos, problemas, deseos y ambiciones. Por tanto, sólo cuando hacemos contacto esencial con ese Dios que nos habita, podremos mirar la amplitud de la realidad inundada por él y deseosa por caminar en su plenitud. De lo contrario, nuestra mirada estará puesta en lo que consideramos como gigante, pero que no deja de ser una pequeña proyección de nuestra limitación.

Estamos iniciando la Cuaresma con una invitación rotunda y radical: darle el lugar a Dios que realmente tiene en nuestras vidas, sin usurpárselo, para que, cada uno en su lugar, pueda aprender, en este camino cuaresmal y de la mano de Jesús el cómo dejarnos mirar y habitar por el Dios que mira y habita toda la realidad (la que conocemos y la que no).

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