«No moriré, ¡viviré!»
JULIO
Domingo 30
- 1Re 3, 5.7–12.
- Salmo 118.
- Rom 8, 28–30.
- Mt 13, 44–52.
§ Mira tu corazón hecho para el discernimiento, para reconocer y gozarse en el bien. ¡Cuántas veces no te has sentido invitado o invitada a dar gracias por tanto bien recibido!
§ Son esas ocasiones donde la palabra del Señor resuena en tus oídos como la noticia que te alegra y te invita a ponerlo todo para que el bien se comunique, se difunda y todas las personas lo puedan gozar y conocer.
§ Que la alegría sea entonces la que nos conduzca, la que nos ayude a descubrir en toda circunstancia el bien que podemos dar. Porque no está hecha nuestra vida para la tristeza o el egoísmo, sino para el bien compartido y la alegría que nos recibe en dichosa comunión.
Un corazón para el escucha y el discernimiento, eso es lo que pide Salomón y lo que Jesús recomienda a sus discípulos. No desechar por desechar, no resistirse a recibir sólo porque nos desafía su novedad: discernir, mantener el esfuerzo de discernir, porque en todo lugar, en lo antiguo y en lo nuevo, puede brotar el bien que nos llena de alegría y valentía el corazón. Recibamos, pues, a quien llega con su novedad, y también a quien nos visita con su tradición. Descubramos juntos las maravillas que ahí puede dar el amor. Abramos el corazón a la alegría que nos contagia y nos polariza en una sola dirección y dejemos que la vida nos muestre el verdadero bien que todavía está por llegar.
