Evangelio del domingo 24 de agosto

«Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio».

Agosto

  • Is 66, 18–21
  • Sal 116
  • Heb 12, 5–7. 11–13
  • Lc 13, 22–30

§ El profeta Isaías viene a convocar a todos los pueblos y las naciones. Abre la promesa de Dios centrada en el pueblo de Israel para toda la humanidad: «Vengo a reunir a los paganos de todos los pueblos y de todos los idiomas». Desde esa congregación de una humanidad nueva comenta que el llamado para todos aquéllos que se encuentran dispersos es un regalo para el Señor: «Todos los pueblos traerán a todos tus hermanos dispersos como una ofrenda a Yahvé». Es la convocatoria para formar comunidad.

§ La carta a los hebreos nos habla de la adversidad y la angostura que a veces trae la vida consigo, de esos momentos en que nos muestra sus dificultades. Sin embargo, Dios va mostrando con cariño sus caminos e invitaciones, en ocasiones son correcciones que nos ayudan a ponernos en el camino de su amor. Aunque no siempre sea tan sencillo captar su corrección: «Dios los trata como a hijos: ¿a qué hijo no lo corrige su padre?».

§ Jesús nos anima a esforzarnos para entrar por la puerta angosta; muchos tratarán, pero no lo lograrán. El camino de la puerta angosta es un llamado para cualquier persona de buen corazón a abrirse a la bondad de Dios y encarnar en su vida el reflejo de un ser amoroso. Jesús llama a todos, los más inadvertidos, los más señalados; los más pecadores son capaces de experimentar un giro radical en la vida, por ello es claro que aquéllos que estaban entre los últimos son ahora primeros, mientras que los primeros han pasado a ser últimos.

Pidámosle a Dios la gracia y docilidad para dejarnos conducir hacia la puerta angosta, insistir en la bondad de un Dios amoroso, y el entusiasmo para estar cercanos de aquéllos que son los últimos entre los últimos.

Ilustración: ©Tzitzi Santillán

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