«Dichoso el pueblo escogido por Dios».
Agosto
- Sab 18, 6–9
- Sal 32
- Heb 11, 1-2. 8–19
- Lc 12, 32–48
§ El salmo nos introduce a este mensaje de Jesús al decir: «Alégrense en el Señor y regocíjense, justos; den voces de júbilo todos ustedes, los rectos de corazón». Dios nos llama a actuar con la rectitud que brota su justicia. Sin embargo, insiste en la necesidad de estar atento y poner en práctica esa justicia que se conecta con el fuego interior de la fe, como lo vivió Abraham.
§ El evangelio de Lucas comenta sobre este fuego que nos pone en sintonía con la segunda venida de Jesús: «Estén siempre preparados y mantengan las lámparas encendidas… porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no esperan». La llegada de Dios, su regreso a este mundo, será un día de júbilo, un día de esperanza que permite el cumplimiento de las promesas que empezaron desde el camino de Abraham, el padre de la fe. Él dejó su tierra y comenzó un camino de escucha a Dios con mucha confianza, como dice la carta a los hebreos: «Salió sin saber a dónde iba».
§ El mensaje de Jesús en este evangelio pone al centro la figura del mayordomo fiel y prudente que, al igual que Abraham, está atento, cuida de la casa y trabaja por el bien común que su Señor le ha encomendado. Jesús sabe que la fidelidad está en sintonía con los sentimientos y deseos más profundos del corazón, por ello nos recuerda que donde esté el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.
Pidámosle a Dios que nos regale la gracia de poder escuchar en nuestro corazón, esa experiencia de fe que nos anima a trabajar por la justicia de Dios, ese tesoro de su Reino.
