Este trimestre nos sumergimos en una reflexión sobre el poder de la comunicación como medio para hermanarnos en el Evangelio.
Al explorar los archivos de la hemeroteca en busca de la esencia que ha definido estas nueve décadas de trabajo editorial encontramos que los 32 mil 872 días de vida de nuestra revista representan, sobre todo, una propuesta intelectual nacida de la esperanza.
Lejos de ser la más excelsa de las formas de la caridad, como defendía Pablo VI, la política en nuestro entorno es, en no pocas ocasiones, una batalla de intereses en la que se mezclan empresas aparentemente legales, instituciones políticas y organizaciones criminales, sin que siempre sea posible distinguirlas.
Me llamo Sarah Oliver, nací y vivo en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Soy facilitadora, practicante interreligiosa y defensora de la paz.
Peter Knauer, notable teólogo alemán, contaba que durante su experiencia de hospitales como novicio jesuita le tocó presenciar el momento en que un niño de unos cinco años, mientras era ingresado a una operación delicada, le decía a su madre: «Mamá, ¿verdad que Dios está siempre conmigo?»
¿Eres creyente?, ¿te gusta usar las redes sociales?, ¿crees que puedes mejorar tus hábitos digitales y complementarlos con una vida cristiana? Si la respuesta es sí, este material será indispensable para la vida cotidiana.
Hoy en día, con mucha frecuencia la comunicación no genera esperanza, sino miedo y desesperación, prejuicio y rencor, fanatismo e incluso odio. Muchas veces se simplifica la realidad para suscitar reacciones instintivas; se usa la palabra como un puñal.
«Las obras del Señor son admirables».