Por: Resurrección Rodríguez Hernández. Directora del Centro Universitario Ignaciano del ITESO
“Los jóvenes ya no tienen valores” Es una de las frases más oídas en personas mayores. En el acompañamiento a jóvenes hemos descubierto que hablar sobre la juventud sin acompañarla impide descubrir sus verdaderos deseos e intenciones. Tendríamos que empezar por revisar aquellos imaginarios, valores y deseos de las personas jóvenes que están marcadamente influenciadas por las imágenes a las cuales se exponen todos los días. Muchas de estas imágenes enfatizan las trayectorias individuales de éxito y estereotipos sobre las vidas y los cuerpos deseables. Aunque estas imágenes provengan de espacios de interacción virtual, pueden relacionarse con imaginarios que las familias también imponen a hijas e hijos. Estos imaginarios luego se traducen en imposiciones sobre sus cuerpos, sus elecciones universitarias y dedicaciones profesionales. Nos hemos encontrado con muchas jóvenes cuya lucha de cada día es defender unos valores y un proyecto de vida de sus propias familias que, podríamos decir, centran sus esfuerzos e indicaciones en asegurar una historia de “éxito” profesional y económico para sus hijos e hijas dejando de verles, reconocerles y acompañarles en sus misiones, vocaciones e identidades más profundas y espirituales.
Pero ¿Por qué hablamos de relaciones parentales cuando nos referimos a jóvenes universitarias? Hay que decir que hoy en día, la vida de una persona entre los 18 y 25 años en un ámbito urbano escolarizado suele estar fuertemente condicionada todavía por las disposiciones de sus tutores. La dependencia económica del estudiantado suele ir acompañada de fuertes condicionamientos en su toma de decisiones. Las y los jóvenes universitarios muchas veces están impedidos para decidir autónomamente hasta que logran independizarse económicamente de sus familias. Este trecho se posterga en contextos donde la precarización laboral y el costo de los estudios universitarios hace que las personas, incluso después de haber obtenido un título universitario, sigan sujetas a lo que las autoridades de casa marcan como propio o impropio, posible o imposible. Nos encontramos entonces ante una cultura familiar que infantiliza a la persona joven adulta provocando un debilitamiento psíquico, cívico y político en los grupos de jóvenes ¿Cómo apelar a la adultez de las y los universitarios para ayudarles a encontrar caminos de esperanza? [1]
Pierde el tiempo junto a las personas jóvenes
En la experiencia del Centro Universitario Ignaciano acompañando a estudiantes hemos aprendido que, además del acompañamiento grupal, el acompañamiento espiritual personal es el espacio que permite ir construyendo un camino de confianza a partir del cual la formación espiritual y religiosa toma forma y da fruto.
En ese espacio, sabemos que tenemos de frente a una persona adulta porque, aunque joven, (la ciudadanía en México se otorga a los 18 años) la persona a esta edad es “mayor de edad”. Así, apelamos a la madurez adquirida por la persona y comenzamos a escuchar de manera profunda sus deseos, claridades y cuestionamientos. Acompañar el momento en el cual las personas encuentran el sentido profundo de sus experiencias y toman decisiones conscientes, críticas, comprometidas y compasivas[2], es un gran regalo que se recibe después de un tiempo perseverando en el acompañamiento a las y los jóvenes. La competencia básica del acompañante consiste en saber hacer silencio frente a una persona joven y escucharle con sumo respeto. El primer paso para quien quiera enseñar o acompañar a las juventudes es comprender que “perder el tiempo” al lado de ellas es una gran inversión de tiempo. Hacerlo es la posibilidad de ganar el espacio mediante el cual luego se genera una zona de confianza que permitirá la apertura a lo trascendente o al misterio de Dios. Hacer silencio frente a una persona joven es la posibilidad de descubrir a Dios allí, donde yo, como “adulto formador” creía, quizá, que Dios no estaba.
No te olvides del cuerpo
Si queremos atraer a las y los estudiantes al cultivo de lo espiritual no podemos seguir con una mentalidad que escinda las dimensiones de la persona. El alma necesita un cuerpo para estar en esta experiencia humana. Las experiencias corporales y la conciencia de habitar en un cuerpo debe ser parte integral e importante también de la experiencia. Enseñar que el cuerpo es sagrado pasa por la capacidad de los profesores y acompañantes de suspender los diversos juicios que podamos tener sobre las performatividades en los cuerpos, las prácticas deportivas o la vivencia de la dimensión sexual de las personas. Una de las claves de fracaso en la enseñanza religiosa tiene que ver con que las personas que enseñan quieran marcar claramente qué se debe y que no se debe hacer en cuanto a la relación con el cuerpo y a la dimensión sexual. Confiar en la adultez de las universitarias pasa por enseñar a discernir, devolver a la persona la propia confianza para que pueda tomar las decisiones que le permitan considerar la corporalidad como creación admirable y misteriosa de Dios y por lo tanto, sentirse llamados a conocerla, cuidarla, amarla y vivir de manera consciente y amorosa las relaciones con los cuerpos de las y los demás.
Enseña a discernir para enseñar a “desear diferente”
Recientemente, la doctora María Grace Salamanca González fue cuestionada en el foro: Desigualdades sociales y sostenibilidad de la vida sobre cómo redefinir nuestra relación con la naturaleza, en el Antropoceno. En su respuesta apareció la urgencia de la necesidad de “desear diferente, soñar diferente”. En un contexto en el cual las juventudes son víctimas y victimarios de violencias diversas, enseñar a discernir, en vez de imponer conductas deseables e indeseables, se convierte en el camino más sustentable para fortalecer a las juventudes en sus capacidades de tomar decisiones que les alejen de proyectos de muerte y violencia que particularmente en países del sur global se les ofrecen.
Descubre cómo Dios te habla mediante los jóvenes, para cuidar la creación
Si tienes una persona joven al lado, escucha, ella te enseñará sobre los llamados de la Tierra para la especie humana. Quien acompaña, ha de reconocer dónde está su sabiduría y dónde su zona de aprendizaje. Una muy común es lo referente al cuidado del planeta, de la Casa Común. Las y los jóvenes llevan la delantera en su sensibilidad hacia la interdependencia de la vida. Hay jóvenes que están sintiendo el sufrimiento de otras especies de manera muy clara. Reconocer el liderazgo de la juventud en este ámbito abre la posibilidad de crear proyectos y programas donde las y los estudiantes sean cocreadores de proyectos que realmente puedan impactar en el cuidado colectivo de nuestros entornos cercanos. A partir de acompañarles podremos re-sacralizar nuestras relaciones con la naturaleza que posibilita nuestra existencia, nuestra vida y nuestra salud.
Comprende los lenguajes de los jóvenes
La comunicación digital está cambiando las maneras, medios, y modos de relaciones interpersonales drásticamente. Las brechas generacionales se hacen claras en este ámbito. Preguntar es el mejor camino para descubrir cómo las redes digitales están impactando las relaciones humanas. Ayudar a las personas jóvenes a sopesar impacto de las mediaciones digitales en sus relaciones es el camino para que ellas puedan ser más conscientes del uso y abuso de la comunicación a distancia para re-valorar los encuentros y diálogos cara a cara. Cuando las y los jóvenes descubren la posibilidad de convivir en un espacio presencial de manera segura, saben que encontraron un tesoro, ese tesoro que puede llegar a llamarse comunidad, familia, relaciones que acompañarán lo más cotidiano y lo más sagrado de su vida.
Valida los cuestionamientos de los jóvenes a la religión
Impedir cuestionar o reprender por “no creer” es el peor camino para acercar a un joven a la religión. Los cuestionamientos de los jóvenes (totalmente lógicos y esperados en la etapa de formación universitaria), son parte de un sano proceso donde se cuestiona lo aprendido previamente para la reconfigurar el sistema de creencias de una manera que les permita autoafirmar el propio camino espiritual y la pertenencia religiosa.
No impongas una imagen de Dios
Creer que “tienes” a Dios para imponerlo a otros es fuente de violencia. El arte está en aprender a acompañar a las personas a que descubran la presencia de Dios en sus vidas, ahí donde el Espíritu revela su actuar en el mundo a partir de experiencias confirmatorias personales y únicas. Confía en Dios, deja que Dios sea Dios y anímate a ponerte al lado de una persona joven mientras descubre su presencia en su vida.
Puedes ayudar a cuestionar ideas que limitan la experiencia de Dios, pero encontrar a Dios es un camino en libertad.
Facilita el encuentro con Cristo
No impongas la creencia en Jesús, facilita que las personas puedan tener un encuentro con él. En una relación horizontal, comparte tu experiencia de fe, eso atrae más a los jóvenes que la sola racionalización de las creencias.
Lleva a los jóvenes al encuentro con otras realidades
Cuando la comunidad es fuerte, la fe brota como fuente vital. Las experiencias de acompañamiento a comunidades que defienden su pertenencia y cuidan el tejido socioambiental, particularmente en pueblos originarios, pueden llevar aprendizajes espirituales y en perspectiva teológica incomparables con otros que suceden en las aulas universitarias. La Iglesia inculturada enseña a los y las jóvenes el sentido original de las comunidades cristianas y despierta en las y los estudiantes la conciencia de una solidaridad inteligente que reconoce la dignidad de personas y pueblos.
No te olvides que la población joven es un grupo vulnerable
Si trabajas con jóvenes, nunca menosprecies tu actividad. Recuerda que la juventud hoy en día es el blanco de los proyectos más violentos y un sector de la población fuertemente afectado después de la pandemia por COVID 19, en cuanto a salud mental. Ponerse al lado de las juventudes en sus propios intentos para esperanzarse en un mundo que solo les promete colapso es una de las dedicaciones más dignas y loables en un país en el cual la juventud se persigue, se desaparece y se mata.
[1] “Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador” es actualmente una de las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús: https://www.jesuits.global/es/uap/introduccion/.
[2] Las 4C, son competencias clave en la educación jesuita: https://educacionjesuitas.org/4-cs-para-profesores/
FOTO: Roberto Ornellas