Llegué a Colombia en enero de 2025 para comenzar mis estudios de teología como parte de mi formación al sacerdocio en la Compañía de Jesús. Me emocionaba comenzar esta etapa porque con ello podré servir de una manera más entregada a través del ministerio ordenado.
En el Centro Interprovincial de Formación San Francisco Javier de Bogotá somos una comunidad internacional donde vivimos jesuitas de 12 nacionalidades distintas. Fue aquí donde surgió la idea, por petición del padre Rodolfo Abello, S.J., de pintar a san Pedro Claver para la comunidad.
Mi historia con Pedro Claver se remonta al noviciado, cuando conocí su historia y el contexto en el que llegaban los esclavos desde el Continente Africano. Me pareció algo inconcebible, pero desgraciadamente era una realidad cotidiana y aceptable. Lo que más me movió fue su entrega incondicional a esta gente que llegaba desorientada y medio muerta. Su amor por ellos y ellas llegó a un extremo tal que decidió hacerse «esclavo de los esclavos».

Pedro Claver. Sebastián Salamanca Huet, S.J.
Claver ha marcado mi vocación como jesuita de una forma particular. En mi caminar he atisbado el color de las pinceladas que Dios coloca en mi vida, especialmente en el regalo de estar con el pueblo rarámuri, o tarahumara. He sentido que fui colocado allí por Dios para conocer —en mi prenoviciado— al Jesús pobre y humilde que me invitó a seguirle. En mis ejercicios espirituales pude sentir que conocí a Jesús en la Sierra Tarahumara. Luego, en mi caminar dentro de la formación jesuita, volví a la Sierra en tres ocasiones: en 2019 a caminar con jóvenes y a reencontrarme con mucha gente que conocí; en 2021 para descubrir que quería trabajar en la Sierra como maestrillo, en la parroquia de San Francisco Javier de Cerocahui junto a los padres Javier Campos y Joaquín Mora, que fueron asesinados el año siguiente; finalmente, Dios me concedió la gracia enorme de realizar mi magisterio primero en la Parroquia de Cerocahui y después en la Parroquia de Wawachiki, donde había estado en 2016.
Fue en el retiro de ocho días en 2024, acompañado por el padre Rafael Moreno, S.J., cuando Dios manifestó un deseo que ambos hemos ido cultivando juntos y que ha crecido. En una de mis oraciones, cuando me pregunté: ¿Qué he de hacer o padecer por Cristo?, apareció una claridad que no esperaba y que se sintió como aquella brisa suave que vivió Elías. El que tuvo a bien llamarme me regaló el deseo de hacerme Tarahumarum semper servus, es decir, «esclavo de los rarámuri». Este deseo ha quedado grabado en mi corazón y me acompaña en mis estudios de teología que realizo en Bogotá. Constantemente sueño que estoy en la Sierra Tarahumara, y me despierto de esos sueños animado y contento, me da fuerzas y ánimos para caminar esta etapa.
Ahora bien, volvamos al cuadro que suscitó este escrito. El padre Rodolfo Abello, S..J. me pidió tomar de modelo un cuadro que le gusta. Esta pintura ubica a Pedro al centro, en posición vertical y señalando con su mano izquierda al crucifijo que sostiene con su mano derecha. El santo parece enseñar el camino a dos personajes que están en un plano inferior con facciones difusas, como simples manchas de color. Con base en este cuadro realicé una versión que copia el estilo del cuadro anterior, pero que le da más personalidad a esos personajes: los esclavos llegados de África. Este primer cuadro se titula «Petrus Claver, aethiopum semper servus (“Pedro Claver, esclavo de los esclavos para siempre”)», la fórmula empleada por Claver para firmar sus últimos votos. Es una pintura hecha al óleo sobre tela.

Pedro Claver, «esclavo de los esclavos para siempre». Óleo sobre tela. Sebastián Salamanca Huet, S.J.
Pero esto no me dejó tranquilo. Recuerdo haber compartido el cuadro con una amiga religiosa llamada Aura Camilo, que es apostolina, de República Dominicana y afroamericana. Ella me aconsejó hacer una versión distinta de Pedro Claver. Seguí su consejo y realicé el segundo cuadro casi con el mismo esquema, sólo que quise darles más personalidad y fuerza a los esclavos recién llegados del Continente Africano y se encuentran con Pedro en un abrazo casi maternal. Titulé a este cuadro «Misericordia y ternura», está realizado en acrílico sobre tela.
Terminar el segundo cuadro fue un reto porque en óleo era más fácil dar tonalidades de piel más acertadas. También significó para mí darle sitio a una cosa importante: integrar en mi vocación jesuita mi vocación de artista. Yo pensaba que esto lo tenía asumido, pero he pasado por momentos en los que descubro que es algo que no he sabido integrar. La verdad es que no me considero artista de una forma convencional: a mí no me gustan las exposiciones ni el ambiente bohemio e intelectual. Muchas veces, en mi formación universitaria previa a la Compañía, me sentí fuera de lugar en ese ambiente «artístico». En cambio, mi forma de ser artista es otra. Siento que soy artista cuando comparto lo que sé y lo que me gusta de forma gratuita y libre. Soy un apasionado del arte sacro, y eso a veces me ha traído algunas incomprensiones y burlas, y tiendo a rehuir la exposición. No tengo redes sociales por opción personal, pero me gusta compartir lo que hago en mi comunidad y con mis compañeros jesuitas. Pienso que este paso es parte de mi incorporación al cuerpo apostólico de la Compañía. Soy jesuita, y soy artista. Eso hace parte esencial de mi vocación, Dios me hizo así para servirse de mí, de mis capacidades y de mis fallos, de mis miedos y de mis aciertos.

Imagen: Sebastián Salamanca Huet, S,J.
En este primer año de teología en Colombia, Pedro Claver me ha ayudado a amar a la gente de acá, como he amado a la gente de Tarahumara. Sin embargo, el deseo de volver late profundo. Pedro Claver me ha enseñado que amar no tiene condiciones, pero sí tiene opciones, aunque éstas puedan traer incomprensión y miedo. Mi opción es amar como jesuita y artista, con sus luces y sombras, con sus matices y colores, porque son ellas las que dan forma a lo capturado a través del pincel en el lienzo de mi vida en esta mínima Compañía de Jesús.

Misericordia y ternura. Acrtílico sobre tela. Sebastián Salamanca Huet, S.J.








3 respuestas
Hola Sebastián, me da mucho gusto saludarte y saber que sigues pintando, hermosos tus cuadros y también el relato escrito de tu trayectoria en la compañia, te mando un abrazo con mucho cariño, pidiendo a Dios que te acompañe siempre
Sebastián, gracias por compartir tu testimonio y arte. Ciertamente San Pedro Claver es un gran compañero para la vida como jesuitas.
Te agradecería mucho si es posible, me compartas archivo digital de tus dos cuadros.
Bendiciones
+René Cortínez, S.J.
En Samachiki sigue vivo tu recuerdo, lo que pintaste a la entrada del pueblo.
Un abrazo desde la residencia de Jesuitas mayores en CDMX