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Cine que trasciende lo artificial

En un mundo donde la Inteligencia Artificial (IA) se proyecta como una fuerza disruptiva que transformará hasta un 80% de todos los sectores sociales, la frase de Sófocles «Sin trabajo, nada prospera», adquiere otra perspectiva. La llegada de la IA plantea interrogantes sobre el futuro del empleo, la estabilidad laboral e inclusive sobre la paz en la humanidad, generando ansiedad e incertidumbre entre jóvenes y profesionales. Esta inquietud nos acompaña a muchos.

Al principio pensaba que las artes serían de las últimas disciplinas en ser influenciadas por la IA. Sin embargo, la realidad ha demostrado lo contrario: las artes han sido una de las primeras áreas en sentir su impacto. Esta revelación me ha llevado a reflexionar sobre las múltiples posibilidades que se abren ante nosotros. En esa tónica les comparto una serie de películas que ilustran la potencia y los límites de las IA.

The Creator 

(Dir. Gareth Edwards, Estados Unidos, 2023)

La película The Creator aborda el tema en un momento en el que le hemos dado a los sistemas de IA un enorme espacio para ejercer roles cotidianos y hasta militares, una situación muy similar a la que hoy vivimos en nuestra realidad, pero a un grado más avanzado. Sin embargo, todo cambia cuando una detonación nuclear causada por una IA lleva a la  humanidad a declarar la guerra y una prohibición total de éstas.

Aquí surge una cuestión interesante. Algunas de las IA mostradas en la pantalla parecieran tener un nivel avanzado de procesamiento de emociones e información, que las hace difícilmente diferenciables a las de un ser humano, además de su apariencia casi humana gracias a la bioingeniería. Cabe el cuestionamiento sobre qué tan máquinas podemos ser nosotros los seres humanos a veces, siguiendo órdenes, estilos de vida que sabemos que no nos benefician a nosotros o a los demás, en comparación con verdaderas máquinas; incluso podemos preguntarnos cómo somos superados en muchas áreas. En suma, ¿qué tan «humanos» somos?

El hombre bicentenario

(Dir. Chris Columbus, Estados Unidos, 1999)

En El hombre bicentenario seguimos la historia de Andrew, un robot que trasciende sus cables y circuitos para descubrir su humanidad.

El viaje de Andrew hacia la consciencia propia y su individualidad nos muestra un proceso similar al que se vive hoy, iniciando por el desarrollo de habilidades artísticas, hasta dar el último paso que marca la diferencia de todo ser vivo. El protagonista elige su mortalidad para asemejarse de manera definitiva a los seres humanos, pues precisamente el disfrute de una vida efímera es lo que le da sentido.

Lo que realmente destaca de esta película es cómo Andrew se enfrenta a las complejidades de la vida humana: la libertad, las relaciones, el paso del tiempo, la mortalidad, así como su determinación por alcanzar la humanidad, aunque ello signifique el sacrificio de su propia inmortalidad.

Yo, Robot

(Dir. Alex Proyas, Estados Unidos, 2004)

En la película Yo, robot se aborda un tema parecido al de El hombre bicentenario, pero un tanto menos emocional y un poco más lógico, empleando el género policiaco a su favor.

El filme muestra un mundo distópico donde los robots son una parte cotidiana de la vida en Chicago y se nos presentan las tres leyes de la robótica, inventadas para mantener la paz entre máquinas y personas, las cuales son puestas a prueba.

La película sigue a Del Spooner, un detective cuyas pesadillas lo atormentan y lo guían hacia un misterio que va mucho más allá de un simple suicidio. Acompañado de la brillante y comprometida Dra. Susan Calvin, ambos se adentran en un laberinto de engaños y traiciones.

Lo que se aprecia en esta película es el abordaje de la relación entre humanos y robots, y cómo la línea entre ambos se desdibuja cada vez más, con implicaciones en el ámbito de la seguridad, la legalidad, la libertad y las relaciones interpersonales. 

La evolución de Sonny, el robot prototipo, pasa de ser mera máquina hasta convertirse en un ser con emociones y sueños. Su historia es cautivadora y nos hace reflexionar sobre esa línea que marca la diferencia entre una máquina inerte que sólo sigue indicaciones y un verdadero ser mecánico en sí.

Una última reflexión

No necesitamos esperar a que la IA se desarrolle a tal punto para empezar a indagar sobre nuestra vida, nuestro valor y nuestra esencia. Los acontecimientos que ya están surgiendo en la actualidad nos invitan a explorar estos temas sin demora. De hecho, invito al lector a reflexionar sobre cómo esta herramienta, que se está incubando y que hoy vemos crecer de forma abrumadora, más que poner en riesgo nuestra humanidad, nos revela nuestra capacidad creativa, en su vulnerable imperfección, y cómo podemos encontrar espacios para conectar con otras vulnerabilidades que conecten con las nuestras. 

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