Apuntes sobre el examen, la repetición y la memoria en los Ejercicios Espirituales

Por José Elías Ibarra Herrera

Los Ejercicios Espirituales constituyen uno de los grandes tesoros de la espiritualidad cristiana que, desde hace casi 500 años, continúa transformando vidas en todo el mundo. Este pequeño manual busca el conocimiento interno de la persona, de Jesús y del modo de actuar de Dios.

La genialidad de Ignacio de Loyola radica en su intuición para ejercitar la conciencia y dar mantenimiento al corazón a través de tres actos fundamentales: el examen de conciencia, la repetición y la memoria.

Examinar

Nuestra vida no transcurre linealmente, sino que se dibuja en cada situación que enfrentamos. La trazamos mediante decisiones y acciones concretas, partiendo siempre de disposiciones que forman parte de nuestro momento existencial actual. San Ignacio comprendió que la vida se traza no solamente en situaciones y decisiones, sino también en las disposiciones existenciales y afectivas que subyacen en nosotros.

Lo importante no está únicamente en la respuesta que damos ante las situaciones, sino en el modo en que respondemos. San Ignacio propone orientarnos desde la raíz: hacer conscientes lo que nos mueve (ideas, discursos, afectos, creencias, hábitos, actitudes, deseos). Esto implica hacer conscientes todas nuestras intenciones y operaciones mediante la oración y el examen interno del corazón.

Examinar es, como dice Rahner, «barrer un poco los escombros de la cotidianidad». Consiste en analizar dónde se nos mueve la vida todos los días, especialmente dónde se desacomoda el corazón. Al escombar, acomodamos las «cosas» en su sitio, quitamos elementos e identificamos huecos importantes. Si no atendemos estos huecos caeremos en la ilusión de que alguien los puede llenar; si no acomodamos las cosas terminarán extraviando algo valioso de nuestra vida.

Cuando el corazón no está escombrado nos enredamos y saturamos, viviendo desordenadamente. El resultado es que nos experimentamos divididos, sin energía y sin saber dónde colocar el afecto, la fuerza y la atención. Para san Ignacio, el problema de la vida no es que esté vacía, sino desordenada.

Darío Mollá, S.J., identifica tres tentaciones que impiden dar mantenimiento al corazón: dar por hecho algunas cosas, ocupar nuestro corazón quitando espacio para el asombro o preferir no complicarnos dejando las cosas como están.

San Ignacio sugiere realizar exámenes de conciencia sistemáticos mediante repeticiones. Cada día hay novedad; el corazón se estremece, conmueve y desajusta. Sin atención, pueden pasarse por alto las sutilezas de los movimientos del corazón y las señales cotidianas.

Sin embargo, examinar no es tarea fácil; no sólo requiere disposición sino tiempo, espacio y, especialmente, práctica o repetición. «La práctica hace al maestro», versa un refrán popular.

Repetición

Repetir, examinar y recordar son actos íntimamente ligados. Cuando no recordamos algo solemos repetir lo recorrido, volviendo física o mentalmente a los lugares transitados. Repetir es examinar con mayor hondura lo acontecido, recordar y agudizar la conciencia.

Cuando ejecutamos actos repetitivamente aprendemos, nos hacemos expertos, nos habituamos. Con la repetición forjamos experiencia, moldeamos actos, les damos forma y estabilidad. Reemplazamos reacciones espontáneas por acciones más conscientes. La repetición nos da estructura: ordena, organiza y fija, sirviendo como pasamanos desde el cual sostenernos y recomenzar. Como dice Chrétien, «lo que se opone al olvido primero no es la memoria como capacidad de retención, sino la repetición».

El flujo de nuestra vida se estabiliza con la repetición. Las rutinas y los rituales son actos de repetición que estructuran, organizan y fijan. En la base de todo lo que hacemos ya hay mecanismos de repetición. Nadie comienza de cero; siempre partimos desde algún punto, estructura o esquema.

El problema aparece cuando desconocemos qué repetimos y cuáles son nuestros patrones. No es problemático repetir en sí mismo, pero se vuelve delicado cuando perdemos conciencia de qué hacemos y cómo, reforzando modos específicos de actuar. Lo riesgoso está en no ser conscientes de lo que reiteradamente cultivamos; lo delicado es vivir en automático.

Sin repetición corremos el riesgo de que se esfumen experiencias, palabras, imágenes o ideas. Más delicado aún, podemos perder la sensibilidad para hacer conscientes acontecimientos que impregnaron nuestra vida en lo esencial. La repetición puede ser aliada contra la pérdida de conciencia y el olvido, o enemiga cuando ya nos habituamos a ciertos patrones.

Repetición en los Ejercicios Espirituales

San Ignacio propone diferentes tipos de repeticiones, dos particularmente sugerentes. El primer tipo está en la meditación sobre los pecados [EE 62], interpretable como meditaciones sobre desórdenes del corazón. Busca concientizar cómo se ha acomodado la sensibilidad a través de nuestra historia y el modo en que se ha configurado nuestra vida y relaciones.

El segundo tipo está en las contemplaciones de la vida de Jesús. Aquí Ignacio pide atender a las personas y el tipo de relación que Jesús creaba: qué decían, qué hacía, cuál era su sensibilidad, pensamientos, intenciones, sentimientos, deseos y actitudes. Se trata de acceder a la sensibilidad de Jesús para conocerle interiormente y aprender de Él [EE 104].

Estas repeticiones convergen en un propósito común: transformar nuestra sensibilidad y cultivar mayor conciencia de nuestra existencia, especialmente de cómo nos vinculamos con las personas.

Las repeticiones sobre los pecados enfocan la vida personal y relaciones vitales. En las contemplaciones sobre Jesús el foco está en su persona y manera de vivir entre, con y para los demás. En conjunto descubren, en profundidad, nuestra sensibilidad y la de Jesús, estableciendo un diálogo bidireccional que abre caminos para hacer conscientes y desestructurar patrones nocivos (arrepentimiento) y lanza a la persona, mediante el deseo, a vivir más auténticamente (llamamiento).

Memoria

En los Ejercicios Espirituales cada día se celebra la vida y muerte de Jesús mediante el rito de comunión, acompañando el proceso de conversión personal e invitación al proyecto de Jesús.

Uno de los actos de resistencia más novedosos de los primeros cristianos fue recordar, hacer memoria. Según Mendoza–Álvarez, la resurrección de Jesús fue también insurrección, que consistió principalmente en no olvidar: la novedad de Jesús (palabras, acciones, deseos, relaciones) y su muerte (injusticias, violencias, desigualdades). Los primeros seguidores vivieron su espiritualidad como resistencia ante el olvido, adoptando como praxis la narración y celebración.

Los seguidores de Jesús agradecieron profundamente su vida y no se resignaron a dejar en silencio la indignación. Se convirtieron en comunidades que nombraban, recordaban y celebraban la vida de Jesús, replicando sus signos y actos, tratando de entender, sentir y actuar como él. Además, recordaban su muerte no como masoquismo sino como acto de conciencia y compromiso permanente contra la violencia y las dinámicas de abuso social.

En los Ejercicios Espirituales, ordenar el corazón pasa por celebrar la vida y tener presente la historia completa: lo sublime, lo asombroso, tropiezos, enredos, engaños y fragilidad.

La rebelión más fuerte es contra el olvido. Como dice Max Scheler, «la fuerza revolucionaria a veces no radica en la utopía sino en volver la mirada atrás, en recordar». Gracias a la memoria de la vida y muerte de Jesús se ha mantenido latente el deseo que movía a Jesús: cuidarnos y asumirnos como hilos finos de un gran tejido llamado humanidad.

Para saber más

  • Chrétien, Jean–Louis (2002). Lo inolvidable y lo inesperado. Sígueme.
  • Mendoza–Álvarez, Carlos (2020). La resurrección como anticipación mesiánica. Universidad Iberoamericana.
  • Rahner, Karl (1971). Meditaciones sobre los ejercicios de San Ignacio. Herder.
  • Scheler, Max (2007). Arrepentimiento y nuevo nacimiento. Ediciones Encuentro.

DESTACADO: «Lo riesgoso está en no ser conscientes de lo que reiteradamente cultivamos; lo delicado es vivir en automático».

2 respuestas

  1. Muy bueno, la memoria, la conciencia, el orden de nuestro corazón como claves en el proceso de los ejercicios y en la propia vida en Cristo

  2. Excelente artículo. Claro, breve, con lo esencial y profundo, a tocar la transformación de Dios en nosotros desde nuestra fidelidad a recordar, repetir, examinar y así reconocer lo que viene de su Espíritu y lo que no.

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