Adviento: acoger lo que viene

Muchas veces ocurren situaciones imprevistas en la vida, que no esperábamos, y cuyo significado no comprendemos; entonces nos sentimos confundidos, enojados, desanimados. Puede ser un cambio de trabajo, un accidente, un fracaso económico, la pérdida de un ser querido, una enfermedad, un cambio de planes, tal vez un llamado vocacional.

Creíamos tener todo previsto, planificado al detalle, imaginando poder controlar las cosas, seguros de nuestro caminar…, pero la realidad llega y nos lleva por otro rumbo. Planes, seguridades, expectativas, que todos tenemos como seres humanos, pueden ser cambiadas o reorientadas por la realidad tal como ella se presenta. Entonces vemos que en la vida no tenemos todo el control de las cosas. ¡No lo tenemos, aunque creamos tenerlo! Toparnos con la realidad como llega nos puede hacer personas más conscientes, maduras, ubicadas, si aprendemos a acoger, aceptar, asumir.

Hay tiempos y momentos que nos enseñan a dejar de lado mis propias expectativas, a reconciliarme con nuestra historia real y a afrontar con fe, amor y responsabilidad la situación que me o nos toca vivir. Para quienes somos creyentes cristianos, cuando aceptamos y acogemos decididamente lo que la vida nos trae y el Señor Dios nos ofrece, advertimos la pequeñez de nuestros propios planes y la grandeza y la esperanza de un nuevo camino que Dios abre en medio de nuestro desconcierto y confusión.

Así fue para los personajes principales en el tiempo de Adviento que nos propone la Iglesia —las cuatro semanas que preceden a la Navidad—. La jovencita María de Nazaret recibe un anuncio de parte de Dios de que va a ser madre de un hijo que será llamado «Hijo del Altísimo». Desconcertada, María no acepta fácilmente y pregunta: «¿Cómo será esto, porque yo no tengo relaciones con ningún hombre?»  (Lucas 1, 34), y además ya está comprometida en casamiento con José.

Para el joven José tampoco las cosas se presentan sencillas: «Antes de que él y María empezaran a vivir juntos, sucedió que ella esperaba un hijo por la acción del Espíritu Santo» (Mateo 1, 18). De nuevo, la confusión, el desconcierto, el no saber qué hacer… ¿Romper el compromiso matrimonial? ¿Olvidarse de María y de sus planes compartidos? ¿Denunciarla ante los sacerdotes de la ley por la noticia del embarazo?

María y José podían haber quedado paralizados por la confusión ante el cambio de sus planes y el temor de lo que puede venir. El miedo es un instinto o emoción que podemos desarrollar frente a una amenaza. Puede ser sano cuando nos alerta y nos protege en situaciones de riesgo o peligro; pero puede ser enfermizo cuando nos paraliza y bloquea, cuando atrapa nuestro entendimiento y no nos permite ver más allá, pensar mejor, seguir adelante. En estos casos, se opone a la esperanza de lo buenos que puede llegar y consume poco a poco la fe que tenemos en Dios, en uno mismo y en las personas.

¿Y qué sucedió con la joven pareja bíblica? María trató de comprender lo que el anuncio de Dios le proponía: ella sería madre del Hijo de Dios no por intervención de un hombre, sino por la acción fecunda de Dios en ella. Hay algo más grande que Dios puede hacer en la vida y que no podemos los seres humanos. Quizás a María le tomó tiempo procesar esto con conciencia, responsabilidad, fe, y finalmente decir: «Que se haga en mí lo que tú dices». Pero su aceptación no elimina oscuridades, ni da luz total a lo que vendrá en un futuro, inmediato o a largo plazo. Se trata de una apuesta en la esperanza, se trata de no querer tenerlo todo seguro y planeado, y sí permitir que la realidad siga hablando.

También José, en medio de su desconcierto y de su silencio, escucha dentro de sí la voz de Dios que le asegura: «No temas aceptar a María como tu esposa, porque lo engendrado en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrá el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1, 21).  Así, José, en silencio, en apertura, en esperanza, deja de lado sus propios proyectos y temores, se reconcilia con su presente y con lo que ha de venir, se abre a una historia que Dios va a hacer contando con él y con María: una historia más grande, una salvación para la humanidad. José comprende que no desoye los mandatos de sus ancestros, sino que ha recibido uno inmensamente superior: aceptar la custodia de la Luz que redimirá al mundo. Entonces decide acoger gozosamente a María y al Niño, y formar como padre el hogar en el que Jesús crecerá y se educará como verdadero hombre para conducir a todos en un camino pleno de vida, como Dios quiere.

José y María van a transmitir al hijo, a Jesús, una mirada llena de esperanza, en la convicción creyente de que el futuro está en manos de Dios Padre que es Amor. Por ello no es una esperanza ilusa sino realista. Y eso lo anuncia hoy el tiempo de Adviento: el realismo esperanzado que nos ayuda a alejarnos del miedo instintivo o a estancarnos en el no entender, y sí a confiar en el futuro que Dios abre para cada quien y para la humanidad. La fe confiada nos hace capaces de seguir los caminos del Señor Dios con humildad y acogida.

Lejos de hacernos temerosos o sumisos, genera en nosotros valentía, fortaleza y responsabilidad para enfrentar los miedos y las inseguridades que el mundo potencia. La fe confiada nos moviliza creativamente y nos dispone a ser conquistados y animados por el amor de Dios que viene a mí y hace nuevas todas las cosas. Hagamos esta apuesta en el Adviento y en la Navidad que celebraremos.

2 respuestas

  1. Me encantó el texto .
    Solo quiero decir que la frase “ María no acepta fácilmente “ no la permito .
    María no entendió , que es algo muy diferente a “ no acepta “ .
    María SIEMPRE aceptó lo que fuera por ser venido De Dios , Ella, la llena de Gracia, la Corredentora . Que le haya costado tiempo entender ,claro ! Pero aceptar , Ella siempre aceptó .
    Me da pena esa frase , razón por la que no puedo reenviar este texto .El texto es precioso , claro , sin eso de que “ no aceptó “. Nuestra Madre , La Madre De Dios , siempre ACEPTÓ aún , lo que no entendía . ( Reflexionar la etimología de la palabra “ aceptar “ ).

    1. Gracias por su comentario y aclaración. Usé el verbo ‘no aceptar fácilmente’ porque la cita bíblica dice que María no dijo ‘sí’ al momento sino preguntó primero «¿Cómo será esto porque…». Y trato de comprender el mensaje de Dios. Creo que hay en ella un momento de escuchar, otro de preguntar, y otro de responder. Gracias.

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