Comenzó el proceso electoral 2024

Durante el segundo semestre de 2023 el tema central en la vida política de México será el relevo en la silla presidencial. Para ello hay cuatro aspectos sobre los cuales es necesario reflexionar: los resultados de las elecciones locales en Coahuila y el Estado de México, la aprobación presidencial y la intención del voto, el proceso de selección dentro del partido Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) y las alianzas electorales en los grupos opositores al lopezobradorismo.

Desde hace varios procesos electorales, en México se ha presentado una tendencia de adelantar las campañas por la vía de los hechos, utilizando estrategias que eluden los tiempos que marca la normativa en la materia. En el caso de los comicios de 2024, estamos en la versión más profunda de esta tendencia, ya que podemos afirmar que el proceso electoral comenzó de facto en junio de 2023.

Esta situación tiene muchas implicaciones para la vida pública, siendo quizá la más importante el hecho de que la clase política se coloca en «modo electoral», dejando de lado los procesos de gobierno. A esto se le suma el hastío y la repulsión que las campañas electorales provocan en sectores cada vez más amplios de la población, lo que aumenta el recelo por las propuestas de los miembros de los partidos políticos.

Así comienza este largo trayecto a 2024, en el que se renovarán la presidencia de México, nueve gubernaturas, 128 senadurías, 500 diputaciones federales, 30 congresos estatales, 1,174 presidencias municipales y 16 alcaldías de la Ciudad de México, además de que se instalarán 170 mil casillas y participarán 98 millones de electores.

Estado de México y Coahuila, laboratorio de estrategias

Como lo planteé en mi artículo «Resultados electorales en EdoMex y Coahuila», publicado el 6 de junio de 2023 en ZonaDocs, el domingo 4 de junio de 2023 se realizaron los comicios locales en Coahuila y el Estado de México. Para el momento de la elección ambas entidades estaban gobernadas por priistas; en el caso de Coahuila el titular del poder ejecutivo era Miguel Riquelme, mientras que el Estado de México era presidido por Alfredo del Mazo. Como ya se dijo antes, ambos procesos presentaban dos peculiaridades relevantes.

«En el caso de los comicios de 2024, estamos en la versión más profunda de esta tendencia, ya que podemos afirmar que el proceso electoral comenzó de facto en junio de 2023».

En primer lugar, los comicios en estas entidades fueron la antesala del proceso electoral federal de 2024 y, por lo tanto, fue la última oportunidad para probar las maquinarias electorales, en la que los operadores de los partidos políticos nacionales aceitaron sus procesos, sus métodos y sus estrategias de campaña electoral formal. Independientemente de los resultados, la ponderación más importante fue la pertinencia de las alianzas electorales.

Lo que resta de 2023 será crucial para decidir el grado y la profundidad en las alianzas y coaliciones de cara a las elecciones presidenciales del próximo año. Esto implica valorar fortalezas y debilidades de los partidos políticos y ponderar cuál es la mejor estrategia. A este asunto le faltan muchos capítulos y, aunque existe una declarada intención de parte de los tres partidos tradicionales —Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Partido de la Revolución Democrática (PRD)— de concretar la alianza electoral, todavía falta mucho para que esto sea una realidad.

Por otro lado, en lo que refiere a MORENA y sus aliados, la evidencia demuestra que su alianza es consistente y competitiva, ya que en el Estado de México lograron el triunfo de Delfina Gómez. Por el contrario, quedó claro que ir cada uno por su cuenta, como sucedió en Coahuila, les restó competitividad y los llevó a colocar candidatos sin muchas posibilidades de éxito. El mayor aprendizaje para el partido del presidente fue que la alianza oficialista es electoralmente potente y competitiva.

Foto: © mardozlule@gmail.com, Depositphotos

En lo referente a la oposición partidaria, los resultados fueron ambivalentes porque la derrota en el Estado de México cuestionó la efectividad de la alianza electoral, aunque en el caso de Coahuila esto les permitió ganar con un amplio margen de votos frente a sus oponentes. Lo que sugieren estos resultados es que la alianza electoral en sí misma no es una garantía de triunfo electoral y que hay otros factores que también influyen, como que los adversarios compitan por separado o que el candidato contrario sea poco rentable electoralmente.

El segundo aspecto importante de estas elecciones es la disputa por la gubernatura del Estado de México. Esta entidad representa una de las mayores economías del país, tiene el padrón electoral más grande de México y era el último bastión político del PRI. El peso específico del Estado de México en materia económica, política y poblacional es una victoria muy significativa para MORENA.

Los resultados electorales, con la participación del 50.13% de la ciudadanía en el Estado de México, fueron los siguientes: Delfina Gómez, de la alianza MORENA–Partido Verde–Partido del Trabajo (PT), obtuvo el 52.65% de los votos, mientras que Alejandra del Moral, de la coalición PAN–PRI–PRD–Nueva Alianza, el 44.34%.

La candidata de MORENA triunfó con un 8% de diferencia y con más del 50% de los votos válidos. Con estos resultados el Estado de México rompe con la hegemonía priista, además de que tendrá a su primera gobernadora mujer y a su primer titular del poder ejecutivo estatal con un partido político distinto al tricolor.

Para el caso de Coahuila, los resultados, con la participación ciudadana del 56.35% del electorado, fueron los siguientes: Manolo Jiménez, de la alianza PRI–PAN–PRD, el 56.93% de los votos; Armando Guadiana, de MORENA, el 21.48%; Ricardo Mejía, del PT, el 13.13%, y Evaristo Pérez, del Partido Verde, el 5.88%. En este estado del norte de México también se renovó el Congreso Local y los 16 distritos en disputa fueron ganados por la alianza del PRI–PAN–PRD, llevándose el «carro completo», como se dice coloquialmente.

Foto: © Henry Romero, Reuters

Análisis de resultados

Luego de ponderar los resultados electorales de los comicios locales de 2023, podemos afirmar que MORENA obtuvo un triunfo en un estado clave del país. Con ello, el partido del presidente cuenta con 21 gubernaturas y dos afines (una del Partido Encuentro Social y otra del Partido Verde), lo que quiere decir que ahora 23 entidades federativas forman parte de los circuitos de poder de López Obrador.

Por otro lado, el PRI tuvo un resultado agridulce, ya que retiene Coahuila con gran contundencia, pero pierde su bastión político histórico. Ahora sólo gobernará Coahuila y Durango y pasará a ser la cuarta fuerza política del país, superada por Movimiento Ciudadano (MC), que gobierna a dos entidades con mayor cantidad de población (Jalisco y Nuevo León).

No se puede considerar que el PAN y el PRD tuvieron una buena renta electoral, pues no ganaron nada concretamente. MC tampoco terminó con un buen resultado, ya que su no participación en el proceso electoral le impidió obtener alguna ganancia político–electoral; el efecto más claro es que se alejó más de una posible alianza con los partidos tradicionales para 2024.

Alianzas y desencuentros

MORENA consolidó su alianza electoral con el PT y el Partido Verde, mientras que la coalición PAN, PRI, PRD y varias organizaciones sociales conformaron el Frente Amplio por México. Por su parte, MC continúa con su discurso de competir sólo de cara al año 2024.

Ahora bien, durante junio de 2023 tanto el Frente Amplio por México como MORENA y sus aliados definieron los procesos de selección interna de sus candidatas a la presidencia de México. Es importante señalar que este proceso electoral adelantado aún está en curso, pero que de acuerdo con los métodos determinados por ambos bloques políticos, para septiembre de 2023 ya tendremos los nombres de quienes competirán por este cargo.

Implicaciones políticas en la selección de candidatos

El banderazo que hizo MORENA y sus aliados para el proceso electoral adelantado de 2024, y que luego siguió la oposición partidaria al presidente López Obrador, tuvo varias implicaciones políticas y legales e impactó en nuestra precaria democracia. A continuación comparto algunas reflexiones al respecto.

Tanto MORENA y sus aliados como el Frente Amplio por México realizaron un proceso preelectoral simulado, fuera de los tiempos formales de campaña. Se aprovecharon de los resquicios y lagunas del marco normativo en materia electoral para hacer actos anticipados de campaña, que muy seguramente no tendrán ninguna sanción, pero que violaron el espíritu de la ley electoral. El estado de derecho fue nuevamente pisoteado por unos y por otros y, antes de comenzar el proceso formal de los comicios de 2024, las dos principales fuerzas políticas del país han hecho campaña con candidatos casi nombrados.

Es notable el dispendio de recursos, por lo que surge la siguiente pregunta: ¿De dónde se obtiene el dinero y la infraestructura para sostener al mismo tiempo al menos a una decena de precandidatas y precandidatos que tapizaron las calles de espectaculares, que pintaron miles de bardas y que realizaron actos multitudinarios de precampañas? Queda la duda sobre el uso de recursos públicos en estos procesos, si serán o no serán fiscalizados, y si tendremos la certeza de que no se utilizó dinero de procedencia ilícita. En este campo se abre un gran hoyo negro que será muy difícil de vigilar.

Prácticamente toda la clase política del país se colocó en «modo proceso electoral» de forma muy anticipada. Esto tendrá un efecto más o menos negativo en los procesos de gobierno y de administración pública que pasarán a segundo término, porque, hasta junio de 2024, la prioridad será ganar la mayor cantidad de puestos de elección popular. La experiencia previa confirma que los meses de cierre de gobiernos suelen ser tortuosos para la ciudadanía porque muchas de sus demandas no se resuelven o los proyectos se frenan. El problema radica en que este asunto se adelantó un año.

Con la decisión de MORENA, sus aliados, y del Frente Amplio por México, la ciudadanía mexicana estará expuesta a un año completo de campañas políticas. Es de sobra conocido que la mayor parte del país las ve con desinterés y que resultan muy poco útiles para fortalecer una cultura cívica y democrática. Por el contrario, cada vez aumenta el hartazgo y el hastío ciudadano, lo cual se refleja en nuestro férreo abstencionismo.

Ahora que están definidas las candidaturas presidenciales de MORENA y del Frente Amplio por México, vendrán en cascada cientos de negociaciones para determinar el resto de las candidaturas de estas dos coaliciones electorales: 128 de senadores, 300 de diputados, nueve de gobernadores y más de mil de presidencias municipales. Esto implicará para estos bloques políticos un intenso proceso de negociación. Por un lado, MORENA con sus partidos aliados y luego con los grupos políticos «perdedores» en función de hacer operación «cicatriz»; por otro, el Frente Amplio por México, que se tiene que poner de acuerdo al interior de cada instituto político y luego entre los tres partidos que lo componen. Ambos bloques tendrán el reto de construir acuerdos sólidos de cara a una elección que se antoja muy complicada.

«Prácticamente toda la clase política del país se colocó en ‘modo proceso electoral’ de forma muy anticipada. Esto tendrá un efecto más o menos negativo en los procesos de gobierno y de administración pública que pasarán a segundo término».

Si el proceso de selección de MORENA y sus aliados se vislumbraba complejo y con amplios espacios de discrecionalidad, la ruta que llevó a cabo la alianza PRI–PAN–PRD resultó todavía más complicada, extraña y costosa en dinero y esfuerzo. En el caso de MORENA el factor decisivo y de certeza es el presidente López Obrador, que tendrá un peso muy grande en la decisión y que ayudará a que los distintos grupos negocien espacios. En el caso del Frente Amplio por México, no existe ningún factor que otorgue esta certeza. Por esta razón, desde el principio del proceso algunos actores políticos y civiles se bajaron de la carrera presidencial.

El Frente Amplio por México ha mostrado que no tiene consistencia en sus decisiones y que sus acuerdos tienen poca solidez. Recordemos que cuando se realizaron las alianzas electorales para las elecciones locales del Estado de México y Coahuila se había acordado que el PAN tendría preponderancia en la designación de la o el candidato de la alianza; sin embargo, este acuerdo se vino abajo. Todas estas circunstancias abonan a la poca certidumbre en el proceso.

© Henry Romero, Reuters

Al momento de escribir este artículo, en julio de 2023, las encuestas colocan a MORENA y sus aliados con una ventaja significativa en las preferencias electorales frente al bloque opositor, esto en la contienda por la presidencia y al comienzo de las precampañas de MORENA. El Universal publicó el 28 de junio de 2023 que Claudia Sheinbaum aventajaba con el 34% de la intención del voto, seguida por Marcelo Ebrard, con el 22%. El resto de los contrincantes no rebasó el umbral de los 10 puntos porcentuales.

Un asunto muy importante del que poco se habla se refiere a la interacción y el equilibrio de fuerzas que habrá entre el presidente en funciones y el posible sucesor o sucesora. Tendremos un escenario político inédito en México, en el que López Obrador conocerá casi un año antes quién lo podrá sustituir, y además sabiendo que las probabilidades de que el abanderado o abanderada de MORENA gane las elecciones de 2024 son muy altas. Esto puede provocar un proceso de transición excesivamente largo y con posibles turbulencias políticas en el camino.

Por otro lado, parece que MC trazará su propia ruta. Todo apunta a que irán solos en la contienda electoral, asumiendo que ganar la presidencia sería muy difícil. Quizá se decanten por crecer su presencia en todo el país y por refrendar logros electorales en Jalisco y Nuevo León, estados donde gobiernan. Su apuesta es convertirse en el «tercero en discordia» que capitalice a los que no se ven en ninguno de los dos bloques antagónicos.

Así comienza el proceso electoral de 2024, muy adelantado, con una polarización creciente, una clase política metida de lleno en las campañas y con una ciudadanía presa de éstas, y con pocas posibilidades de incidir en el escenario político. 

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