La oración ignaciana (primera parte)

Un método privilegiado para orar con la Palabra de Dios es la Lectio Divina (lección, enseñanza divina). Esta metodología tiene seis pasos en el acercamiento paulatino al texto bíblico. Conócelos y practícalos.

Tendríamos que empezar subrayando que la oración cristiana es básicamente un encuentro comunicativo entre el orante y Dios, a quien busca. Es importante tomar distancia de la visión de la oración como una ventanilla de peticiones y/o quejas. Orar es compartir. Entrego mi ser y acojo el ser de Dios que se me entrega transformándome. La oración es básicamente un acto de amor compartido.

La oración ignaciana tiene como fundamento la Sagrada Escritura, entendida ésta como Palabra viva de Dios. Viva porque quien se acerca a ella con una actitud receptiva percibe que el texto bíblico le habla, con mensajes muy diferentes a lo largo del tiempo, incluso con base en el mismo texto, y siempre pertinentes con lo que el orante está viviendo.

Ignacio, de alguna manera, para dialogar con Dios a través de la Escritura, sigue la metodología tradicional que se conoce como Lectio Divina. Fue desarrollada por las comunidades monásticas para guiar la lectura orante del texto bíblico. Es importante tener presentes los siguientes elementos.

Para los cristianos católicos, la Biblia es un texto inspirado, no dictado por Dios. Esto quiere decir que, si bien el Espíritu actúa sobre la conciencia del autor, inspirándole contenidos que transmiten la verdad divina, estos contenidos pasan por un doble filtro: el filtro de la cultura del redactor, su particular idiosincrasia, sus valores y costumbres. Y un segundo filtro, que es la propia psique del autor: la estructura de su personalidad, su sensibilidad y sus prioridades en la vida. Esto es claro al leer los evangelios: cuatro maneras de presentar una misma temática: la Buena Noticia revelada por Jesús de Nazaret. Es evidente que la sensibilidad y el estilo de Lucas son muy diferentes de los de Marcos, Mateo o Juan.

La Biblia se puede estudiar de muchas maneras. Sin embargo, nació para ser orada. No es meta, sino itinerario hacia la meta: lo que Ignacio llamaba un “conocimiento interno” de Dios. Éste no puede surgir de una mera investigación superficial, sino que requiere entablar una relación interpersonal.

En el acercamiento a la oración con el texto bíblico, la erudición puede ayudar, pero no es indispensable. En ocasiones puede ser un obstáculo, sobre todo cuando no se pueden superar las tendencias analíticas —en el sentido de fragmentar para estudiar—, que terminan “matando” al texto. El texto bíblico se “abre” ante quien se acerca a él con una actitud orantepara acoger el mensaje que Dios le quiere transmitir. Esto implica confianza, apertura y capacidad de guardar silencio para percibir la sutil comunicación de Dios.

Un método privilegiado para orar con la Palabra de Dios es la Lectio Divina (lección, enseñanza divina). Esta metodología tiene seis pasos en el acercamiento paulatino al texto bíblico. Los describimos brevemente a continuación:

1. Lectio (Lectura)

Como su nombre indica, consiste en leer el texto bíblico elegido para nuestra oración. Asegurarnos de que entendemos su contexto, las palabras y expresiones utilizadas, tratando de acceder a la intención del autor inspirado. Nos ayudamos de comentarios bíblicos, diccionarios teológicos, concordancias, textos paralelos. La pregunta básica de esta etapa es: “¿Qué dice?”.

2. Meditatio (Meditación)

Consiste en reflexionar sobre el texto, procurando desentrañar sus significados más profundos (su mensaje para mí, la moraleja). San Ignacio nos invita a que vayamos más allá de leer, para “vivir” la escena que describe la Sagrada Escritura, preguntándonos: “¿Qué me habrá querido comunicar Dios con esta lectura?”. Tengo que ver si puedo aplicar el mensaje a realidades contemporáneas que me permitan entenderlo mejor. Ver, también, cómo la Palabra de Dios ilumina mi manera de interpretar los acontecimientos de hoy. Así podré sacar algunas conclusiones sobre el mensaje del texto. Aquí la pregunta básica es: “¿Qué me dice?”.

3. Oratio (Oración)

Significa estar atento a las resonancias que la Palabra de Dios causa en mi corazón. ¿Qué siento al leerla? ¿A qué me mueve? ¿Cuál es el estado de ánimo que acompaña la lectura y las invitaciones que la acompañan? Estar atento, sobre todo, a las “mociones” (invitaciones, sugerencias) que me suscita la lectura del texto bíblico. La pregunta básica es: “¿Qué me mueve a decir?”.

4. Contemplatio (Contemplación)

Se trata de quedarme con la experiencia global que la lectura despertó en mi corazón, que puede estar representada por una palabra (o frase) que resaltó en el texto orado. Esta palabra o frase me remite a la vivencia de la Presencia transformadora de Dios. La palabra que “se me da” opera en mí evocando, invocando y provocando. La repito y saboreo a lo largo de todo el día. Es una ayuda para poder quedarme en la Presencia y dejar que ella me vaya sanando y potenciando. Aquí ya no hay preguntas, sino simplemente acoger la presencia que se me entrega al repetir la palabra a lo largo del día.

5. Collatio (Puesta en común, compartir)

Cuando las circunstancias lo permitan, ayuda a profundizar en nuestra Lectio el hecho de tener un momento para compartir con otros orantes, los frutos que se han vivido en la oración. Se escucha con atención lo que el Espíritu ha transmitido a cada persona para bien de la comunidad. Así, complemento y profundizo mi experiencia con lo que me comparten los demás. También permanezco atento a las mociones que surgen de este compartir. La pregunta sería aquí: “¿Qué nos decimos?”.

6. Actio(Acción)

Implica poner en práctica las mociones (invitaciones) que hemos encontrado en nuestra oración. Puede requerir un discernimiento más profundo sobre esas mociones para ver si efectivamente vienen de Dios. Para esto es importante estar atentos a la forma en que afectan a nuestros deseos profundos, si se van convirtiendo en propósitos, después en determinaciones y, finalmente, en acciones. Todo verdadero discernimiento necesita terminar en una decisión y puesta en práctica. Podríamos decir que es el paso del dicho al hecho.

La oración ignaciana es una Lectio Divina que hace hincapié en la encarnación del Hijo de Dios. Nos invita, más que a pensar en Él, a estar con Él, aprendiendo así de Él. Ignacio nos va llevando poco a poco a “morar” la Palabra, a vivir en el texto bíblico. Y para eso se vale de algunos elementos metodológicos que describiremos en nuestro próximo artículo.


Foto de portada: OCI-ITESO

Este texto fue publicado originalmente en revista MAGIS.

12 respuestas

    1. Me impresiona la forma de orar con el Padre introducirnos en su palabra con el diálogo amoroso para enseñarnos el camino que nos llevará a tener más sed de Dios

  1. Un agradecimiento a Dios, por este comentario en torno a la Lectio Divina, muy iluminativo al mismo tiempo una explicación pedagógica. Nos ayuda mucho. Gracias, gracias al P. Alexander desde Nicaragua por este escrito.

  2. Gracias Alex, por compartir desde el corazón la experiencia de esta Palabra VIVA que transforma nuestras realidades cuando dejamos que su Espíritu nos guíe y tener una experiencia fúndante

  3. Mil gracias por su incansable apoyo a la difusión de información para conocer a Dios, Jesús, para hacerlo presente en mi vida cada día («cómo quieres Jesús que Tú y yo amemos hoy?») Además despertó el orgullo y certeza para afirmar: si soy católica, con todas sus implicaciones.

  4. Muchísimas gracias, Padre!
    Este método nos lleva, de la mano y paso a paso, a orar en todo el sentido de la palabra.
    Orar = Compartir

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