Wendy Juárez, la sanadora zapoteca

Como equipo editorial de la revista Christus, nos complace presentar una serie de entrevistas realizadas a mujeres diversas, con contextos y creencias distintas.
Consideramos que es necesario amplificar su voz, especialmente de aquellas que han sido relegadas, para poner atención a su experiencia tal como la cuentan. Estas historias pueden ser disruptivas en algunos casos, pero es primordial enfatizar sus proyectos y militancias de vida, y recuperar relatos llenos de esperanza. Necesitamos escucharlas para conocer más profundamente el mundo en el que estamos y la misión que se nos llama a vivir como Iglesia de Jesús, quien se ha encarnado en cada uno de nosotros.

Las siguientes historias no necesariamente representan la opinión de la revista. A través de esta serie de textos, esperamos contribuir al diálogo sinodal propuesto por el papa Francisco y destacar la necesidad de incluir voces diversas en la reflexión y acción pastoral de la Iglesia.

Habíamos formado un círculo, debajo de los árboles en los cuales, entre sus copas y ramas paseaban varios monos saraguatos. Estábamos debajo del cielo de una mañana cubierta por la neblina de la selva. Guacamayas viajando y anunciando la mañana, había lluvia. Cerca de nosotros, a unos cincuenta metros, se encontraba una laguna en donde nadaban lagartos y donde se paraban casi a modo de espectáculo garzas blancas y negras. 

Wendy Juárez comenzó unos cantos y tocó un pequeño tambor. Así daba comienzo la ceremonia para estar en armonía con la tierra. Nos pidió llevar un objeto significativo de nuestro lugar. Recuerdo que yo llevaba una baraja de poker desgastada, con el cartón desecho. Era de gran valor para mí porque lo usaba cuando trabajaba en las maquiladoras, a fin de entretener con trucos de magia a los operadores cansados por las largas jornadas, porque así como las cartas, los obreros también se desgastan.  

El ritual lo sentí diferente a una misa, pues Wendy nos invitaba a formar parte de la conversación. Por primera vez en mi vida tuve contacto directo con la naturaleza. Dimos un agradecimiento por todo lo que nos ha dado la tierra y sentimos el perdón por el daño que le hemos hecho. Después de terminar la ceremonía, Wendy se fue pasear en kayak y se perdió en la profundidad de Isla de los Monos, en donde los changos araña salían de sus escondites como para ir a saludarla. En ese contexto, en medio de la selva veracruzana de Nanciyaga, en un encuentro de defensores del territorio, organizado por Berny Bastien y Raiza Pila, de la organización Planeteando, conocí a Wendy, una luchadora social que se interesa por rescatar la memoria cultural de su comunidad; una comunicadora que entre otras cosas forma parte de la Red Futuros Indígenas.   

Wendy Juárez es originaria de la Sierra Zapoteca de Oaxaca y trabaja en la Universidad de la Tierra. 

“Mi actuar creo que lo he ido descubriendo. Me di cuenta de que había un momento de transición entre mi abuela, mi mamá y yo, muy cercano y muy reciente y que había cambios [en la cultura], como por ejemplo en la lengua, que es para mi el cambio más evidente”, me cuenta Wendy sobre sus reflexiones sobre su origen y de cómo la lengua es esencial en la reproducción de las culturas. La abuela de Wendy hablaba zapoteco, su mamá solo entendía y ella ya conoce algunas palabras.  

“Vi que había muchas pérdidas, no solamente de la lengua sino de la cultura y las formas de vida. Busqué la manera de tener presente a mis abuelas, su sabiduría y su forma de ver la vida”, afirma Wendy que desde hace dos años ha aprendido sobre la mística de la sanación, un conocimiento tradicional de su comunidad que casi no se practica en la actualidad.  

“La sanación espiritual es una tradición antigua y yo estoy tratando de recordar como lo hacían, poder ver que si el espíritu no se encuentra bien, esto se ve reflejado en nuestro cuerpo, con dolores o malestares. Pero también hay muchos dolores comunitarios”, me explica la joven zapoteca en entrevista para Christus meses después del encuentro en Veracruz. 

Esperanza, dignidad y comunidad 

Los ojos de Wendy reflejan un brillo y de sentimientos sinceros; como cuando recuerdas momentos agradables que jamás se podrán repetir. Wendy ve la esperanza como algo que se camina en comunidad. En esa esperanza lleva a su pueblo, a sus abuelas y a cada lugar que que visita y con el que va tejiendo un significado desde sus raíces.  

“Las ceremonias que realizo van con un sentido de esperanza y participamos todos. Estas ceremonias fueron prohibidas en nuestros pueblos. Se impusieron otras  y para mí es importante recuperar esa dignidad que perdimos”. 

Wendy es defensora del territorio por eso en sus ceremonias agradece a la tierra, al aire y a los árboles. Pues en los últimos años el daño que ocasionamos al medio ambiente es más evidente: explotación de terrenos, megaproyectos, saqueo de agua. “Me gusta diferenciar a la esperanza de la espera, es decir esperar a que algo suceda” -dice-. La activista vincula esperanza con aquello que nos da sentido, pues en ocasiones y en su andar por la vida, ha tenido momentos en los que siente desesperanza.  

A Wendy le apasiona la filosofía, pero la vida la llevó a estudiar comunicación y gracias a ello caminó de la mano de personas en situación de migración y personas desaparecidas. Ahí descubrió la crudeza de lo que pasa en este país y desde entonces se mantiene firme en brindar apoyo y acompañamiento a todo aquel que lo necesite. De esta manera encontró una fórmula que combina su profesión con su pasión: la comunicación y la defensa del territorio. Pues habla de la esperanza y la indignación y de la protesta, pero a la vez de los orígenes de los territorios, de las leyendas, de las fiestas de los pueblos y de lo místico detrás de eso.  

“Comunico denuncias, pero esa crudeza la contrasto con lo fantástico de las leyendas, de las fiestas que representan eso…alegría”, me platica Wendy sobre su programa de radio y podcast que produce cada tanto. 

Wendy Juárez en conferencia. Foto: Luis Ponciano-ITESO.

Las leyendas, una riqueza cultural que se está perdiendo 

Las nuevas generaciones ya no se reúnen por las noches, ni se sientan en las banquetas de las calles, bajo la luna llena, para escuchar leyendas de los ancianos de la comunidad. Los jóvenes difícilmente recorren los callejones de la ciudad para conocer acontecimientos que marcaron la historia o acuden a museos para aprender sobre mitos, o visitan cementerios para para saber en donde está enterrado el brujo del pueblo o la niña fantasma que se aparece de noche. Aún así, las leyendas siguen siendo una riqueza cultural muy propia de los mexicanos y su legado ha ayudado a la construcción y consolidación de nuestra cultura y sentó los principios y bases de esas reglas sociales que nos rigen.  

En ese sentido Wendy rescata los mitos olvidados, las leyendas que fundaron las zonas que la rodean y las comparte en su programa de radio comunitaria en Oaxaca, “Hablemos de territorio” en donde también es un espacio para la defensa del territorio.  

En nuestra plática ella trae a la luz, un lugar fantástico cerca de su casa. Una loma, con tierra suelta y virgen que a la entrada te recibe un gran maguey, de más de dos metros, que parece tener vida propia y que más que un guardián, es el sabio del lugar.  

A Wendy le gusta visitarlo al medio día, subir por la peña y ver desde lo alto el valle de Oaxaca. Es un bosque donde abundan los pinos y el encino. Ese lugar se llama la Cueva del León.  

“Allí no hay leones, pero mis antepasados cuentan que hace tiempo un señor quería entrar a sembrar y un león no lo dejaba. El león hablaba y el viejo se terminó enfrentando a machetazos. No se supo más de él. Pero dicen, que el león era un nahual”. 

Wendy busca que cada persona reconozca la leyenda que caracteriza a su comunidad, a su pueblo y con él su origen. Fue increíble cómo en la conversación Wendy me preguntó por mi leyenda favorita y supe que en esa leyenda se resumía la esencia y el sentir de mi comunidad. Porque a veces las leyendas te dicen más que un relato y son también un medio para la esperanza, con la que se enfrentan también los pueblos ante las injusticias. 


Foto de portada: Omar Ballesteros.

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