Encontré a Dios por medio de la música

Mi nombre es Diego Enrique Suárez Suárez, pero todos me conocen como «Diego Suárez». Tengo 25 años, soy ingeniero civil y músico. Participo en un ministerio de alabanza llamado Kayrós. En mi familia soy el único hombre entre tres hermanas: una mayor y dos gemelas menores —lo que me deja justo en medio—. La verdad, vengo de un ambiente familiar lleno de amor. A pesar de los problemas tan comunes, puedo decir que tengo mucha paz y eso me ha formado como la persona que soy.

Desde niño siempre fui muy apasionado por la escuela, lo que se conoce como «un ñoño». Me encantaba estudiar, y en la escuela me di cuenta de que tenía ciertas habilidades. La música desempeñó un papel importante en esto, ya que mi mamá me inscribió en clases de piano cuando tenía cinco años. Aunque al principio no quería, con el tiempo desarrollé un gran amor por la música. Siempre traté de sacar buenas notas, en parte para agradecer a mis padres por el esfuerzo que hacían para darme una educación privada.

De pequeño también fui muy deportista. Empecé con fútbol y natación, pero mi verdadera pasión resultó ser el baloncesto, que practiqué desde la secundaria hasta la universidad. Mi objetivo era ser titular y me dedicaba intensamente a entrenar, con sesiones de dos horas al día, más gimnasio y entrenamiento personal.

En el verano de 2018 decidí reencontrarme con mi antiguo profesor de música, Daniel López, después de muchos años. Este encuentro cambió mi vida, pues me hizo darme cuenta de que quería dedicarme por completo a la música. Dejé el baloncesto y me sumergí en este nuevo camino. Desde entonces he formado parte de varias bandas y proyectos musicales, y cada paso ha sido una aventura enriquecedora.


Foto: © Alan Taylor Arthur Jiménez

En cuanto a mi fe, crecí en una familia católica, pero no muy devota. Tuvimos nuestras oraciones familiares, pero nunca hubo una presión intensa para seguir estrictamente los rituales. Sin embargo, en mi adolescencia me alejé de la Iglesia y exploré otras formas de espiritualidad, incluyendo el consumo prudente de psicodélicos, lo que me llevó a cuestionar mi existencia y mi relación con Dios.

Esta búsqueda me condujo de nuevo al catolicismo, y ahora tengo una relación más profunda y consciente con Dios. Desde niño sentí una conexión espiritual, aunque no siempre la reconocí. Ahora, como adulto, miro hacia atrás y veo cómo el Espíritu Santo ha estado presente en mi vida, guiándome en cada paso.

Foto: © Alan Taylor Arthur Jiménez

Hoy en día mi fe es una parte central de mi vida, y sigo explorando y profundizando en mi relación con Jesús. Mi camino ha estado lleno de altibajos, pero cada experiencia me ha llevado a ser la persona que soy hoy, con una pasión inmensa por la música y una fe renovada.

Primero conocí a Jesús como hombre, y fue increíble. No les prestaba tanta atención a los milagros, sino al amor que tenía por el prójimo y por el mundo. Eso era lo que me sostenía. Yo pensaba que su filosofía de vida era un ejemplo admirable, pero no iba más allá de eso. No sé con certeza qué era lo que sostenía mi interés, tal vez era el mismo espíritu.

Cuando leía algo sobre Jesús o alguien me hablaba de él, lo admiraba como una persona digna de respeto. Era un Jesús que salía en momentos de estados de conciencia elevados, y me preguntaba quién era yo realmente. Quería conocer más sobre Él, pero no hacía nada al respecto. Simplemente contemplaba la existencia de Jesús y seguía con mi vida como siempre.

Tenía resistencias con la Iglesia debido a ciertos temas que no me cuadraban. Por ejemplo, su postura sobre la homosexualidad y su restricción de ciertos placeres. Pensaba que veníamos al mundo a divertirnos, y la idea de que me privaran de esos placeres no me hacía sentido. Además, la Iglesia tenía muchas manchas históricas y me agarraba de eso para justificar mi alejamiento.

Eventualmente, la pregunta de quién era Jesús no me dejaba en paz. En el fondo, quería conectar con Dios y compartir esa conexión. En un punto incluso pensé en ser chamán. Un día tuve un accidente automovilístico y necesitaba dinero para cubrir los gastos. Un amigo, Willy, me ofreció un trabajo como pianista en un retiro. Acepté porque el dinero que me ofreció era justo lo que necesitaba.

Empecé a escuchar música cristiana y católica para prepararme. Al llegar al retiro fui testigo de la transformación de las personas a lo largo del fin de semana. Sentí una sed interior y pedí una oración de intercesión. La primera vez no sentí nada, pero luego me confesé después de años y me sentí en paz. En una segunda oración de intercesión sentí que me decían cosas de mi vida que sólo Dios podía saber. Fue una experiencia muy fuerte que me permitió perdonarme a mí mismo y reconocer que Jesús estaba ahí para caminar conmigo.

Después de esta experiencia comencé a asistir a más retiros. En el tercero, contemplando a Jesús Eucaristía, me rendí completamente. Sentí que toda la fuente de vida emanaba de Él. Mi sed no fue completamente saciada, pero sabía que todo era real. Empecé a querer servir a los demás y, con el tiempo, asumí responsabilidades con una carga muy liviana, porque tenía fe y convicción de que estaba llamado a servir.

Todo esto sucedió entre los años 2021 y 2022 durante la pandemia. Supe que Dios había estado preparándome para este momento desde siempre. Aunque no me sentía listo, Jesús me dijo que «no necesitaba gente preparada, sino gente dispuesta». Esto le dio un sentido nuevo a mi vida, desde que mi mamá me metió a clases de piano hasta mi profesión y mi amor por la música.

Mi rebautizo en el Espíritu Santo

Hace tres años tuve una experiencia que llamo «mi rebautizo en el Espíritu Santo» y que marcó el inicio de mi servicio en la música dentro del ministerio. Empecé a aceptar invitaciones para tocar y pronto se dieron cuenta de mis capacidades. Kayrós, la banda en la que toco, estaba a punto de desaparecer, pero en tres meses pasamos de ser tres personas a nueve. Sentí un llamado en mi corazón a servir a través de la música, algo que nunca había experimentado con tanta intensidad en otros proyectos musicales.

Decidí tomar en serio este llamado y comencé a trabajar en mi espiritualidad, a perdonar y a conocerme a mí mismo, además de orar más. Hubo un momento en que sentí la necesidad de regresar a misa, algo que había dejado de hacer. Al principio, el sacramento de la confesión me causaba conflicto, pero finalmente decidí vivir plenamente mi espiritualidad y tomar en serio los sacramentos. Poco a poco, empecé a encontrar respuestas que llenaban mi corazón y construían una fe más sólida en Dios.

«Incluso las progresiones musicales más simples podían ser herramientas poderosas de Dios para obrar en los corazones de las personas».

A través de los retiros, muchas personas me agradecieron porque la música había abierto sus corazones. Me di cuenta de que el género de worship (música para la alabanzaen inglés) es sencillo y repetitivo, lo que lo hace ideal para la oración. Empecé a orar con mi instrumento y sentí que Dios tocaba las notas a través de mí. Con el tiempo noté que incluso las progresiones musicales más simples podían ser herramientas poderosas de Dios para obrar en los corazones de las personas.

Muchos jóvenes, en especial, se han sentido atraídos por esta forma de oración a través de la música, lo que es significativo en un mundo lleno de estímulos y ruido. La música se ha convertido en una manera efectiva de acercarlos a la espiritualidad y a la presencia de Dios.

Dios, música y juventudes

En estos tres años de servicio he notado que, a menudo, los jóvenes no tienen la confianza para alabar a Dios con todo su ser. Sin embargo, al compartir nuestro testimonio y alabar con entusiasmo hemos visto que otros se sienten identificados con nosotros. La mayoría estamos en nuestros veintes o treintas, y cuando combinamos esto con la sed espiritual que muchos de ellos tienen, se sienten parte de la Iglesia y de la comunidad en adoración y alabanza a Jesús.

He sido testigo de cómo jóvenes que inicialmente estaban cerrados se abren y se expresan más libremente a través de la música, incluso lloran con mayor facilidad. Es un misterio cómo Dios actúa a través de la música, pero he visto su impacto. Eventualmente, estos momentos de adoración musical conducen a espacios de silencio en que las verdades que tocan el corazón se asientan y permiten una conversación íntima con Dios.

Hoy en día muchas canciones que se escuchan en la cotidianidad, especialmente en el carro, no traen mensajes de esperanza y pueden ser pesadas para el alma sin que uno se dé cuenta. Por eso, nuestro objetivo es esparcir el mensaje de esperanza y la buena noticia de la palabra de Dios a través de nuestras canciones. Queremos recordarles a todos que hay un Dios que los busca y los ama, y ofrecerles herramientas para que puedan orar de una manera diferente.

Sé que Dios sigue presente en los jóvenes que, al igual que yo, lo sentimos en acciones, en personas y en cada manifestación de paz. Nosotros necesitamos a Dios, aunque pareciera que por los nuevos tiempos todo se reduce a dispositivos, pero el amor al prójimo y la fe la compartimos como humanidad. Para mí esa es la presencia de Dios más importante.

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