Diálogo en el más allá, entre una mujer judía y otra palestina

J. I. González Faus-Cristianismo y Justicia

(Mujer Judía): Gloria al Misterio Infinito, ¿con quién tengo el gozo de encontrarme?

(Mujer Palestina): Subhan Allah, soy una mujer palestina que acaba de morir en un hospital de Gaza a los 46 años. Trabajaba allí de enfermera; entraron los soldados judíos y nos asesinaron a casi todos.

(J): Es curioso, vosotros en la tierra habláis de morir. Aquí en la dimensión no espaciotemporal hablamos de nacer. Yo soy una muchacha judía que “nací” en Auschwitz a mis 29 años.

(P): ¡Tú judía y yo árabe! Tiene gracia: allí en el “ante-acá” anduvimos siempre peleándonos. Y aquí, en lo que ellos llaman el “más-allá”, descubrimos el gozo inmenso de sabernos hermanas.

(J): Es que nuestras relaciones durante la historia humana estuvieron marcadas por un cierto “nazi-onalismo” religioso; el destierro nos hizo comprender eso pero no todos los judíos supieron aceptarlo. Hitler más tarde instauró unas relaciones marcadas por un claro “nazi-onalismo” racista. Los humanos en la tierra tendemos siempre a eso y por eso necesitamos críticas constantes pero positivas.

(P): Y fíjate, el pobre hermano Benjamin Netanyahu (que visto desde aquí da incluso más pena que los más de 25000 palestinos de cuya muerte es responsable), pretende que sus soldados entraron en nuestro hospital porque “allí había rehenes”. Y claro que había rehenes: ¡Éramos todos rehenes suyos!

(J): Es eso que llamamos hipocresía y que es lo que más amenaza a los humanos. Fíjate,  Jesús de Nazaret, quizá el judío más grande que ha existido, nos definía a los seres humanos de la tierra como “ciegos e hipócritas”. Y encima añadía: “ciegos guías de ciegos”.

(P): Pues nuestro profeta Mahoma dejó escrito en el Corán que los hipócritas “están en el nivel más bajo y que no encontrarán quien los socorra” (4, 145); y que “han sido bloqueados y no pueden comprender” (63, 3).

(J): Y ¿dónde situarías tú más esa hipocresía en ese que en la tierra llaman 2024?

(P): Yo la veo sobre todo en que los llamados “derechos humanos”, que quisieron definir la que debe ser mi actitud ante los demás, allá en la tierra los usan para definir la actitud que los demás han de tener para conmigo. Con eso naturalmente dejan de ser universales.

(J): Claro, porque en teoría se proclaman como universales pero en la práctica solo se manejan como individuales. ¡Menuda hipocresía!

(P): Fíjate, “Israel tiene derecho a defenderse”, dicen por allá. Y yo digo que sí, pero solo él. Los palestinos, durante tantos años maltratados, no teníamos ningún derecho a defendernos. Y fíjate que también el señor Putin dijo que bombardeaba Ucrania solo “para defendernos de las amenazas que nos plantean”. Ucrania tampoco tenía ningún derecho a defenderse.

(J): Claro. Y así, a lo que se llega es a lo que una gran hermana mía judía llamó la “banalización del mal”.

(P): Pues qué bien entiendo a esa hermana tuya: una hipocresía que convierte mis deberes en derechos genera esa total incapacidad de comprender, que acaba trivializando el mal. No tienes idea de cómo se ponen los del gobierno israelí cuando se les dice que todo lo que están haciendo con nosotros es una respuesta absolutamente desproporcionada al crimen de Hamás y un auténtico crimen. ¡Les parece que no están haciendo nada malo! Han convertido ese crimen en algo banal.

(J): Y eso que dices me recuerda cuando trabajé yo en un campo donde se recogía a los judíos para luego llevarlos a las cámaras de gas en Polonia. Allí estaba todo tan normalmente organizado como si en vez de tratarse de un genocidio se tratase de la actividad cotidiana: se construían nuevos pabellones si hacía falta, funcionaba un servicio de correos, llegaban los trenes a sus horas (aunque eran casi siempre vagones de mercancías, no de personas), había incluso una enfermería por si alguien se ponía mal…

(P): ¡Claro mujer! Para que no muriesen antes de tiempo. Porque matarlos luego en Auschwitz no era ningún holocausto sino una simple acción de gobierno.

(J): Todo tan bien planificado y funcionando con tanta precisión como si se tratase de construir una nueva industria o una nueva ciudad y no de exterminar a seis millones de seres humanos. Realmente la maldad, la mayor maldad, no podía ya volverse más banal y más trivializada.

(P): Pues algo de eso se está repitiendo hoy en Palestina.

(J): Yo recuerdo que uno de los peores momentos de mi vida en la tierra fue un día allí, en aquel “campo previo”, en que, de mañanita, tuve que cargar criaturas y equipaje para llevarlos al tren de partida. Escribí luego en una carta que “esas pocas horas bastaban para acumular tristeza para toda una vida”. Recuerdo que era lo que ellos llamaban un 8 de junio, del 1943.

(P): Pues como yo he salido más tarde que tú de esa cárcel espaciotemporal que allí llaman tierra, déjame decirte que buena parte de la causa de esa banalización está en lo que ellos llaman “medios de comunicación”.

(J): Caray hermana eso es muy duro: ¿tan pesimista vienes de la tierra que te atreves a llamarlos medios de manipulación? Eso es muy duro. Nosotros los deseábamos mucho como medios de denuncia.

(P): Es verdad. Y te concedo que puede ser una manipulación inconsciente: estructural como dicen allí. Pero pasa que allí solo cuenta la cantidad, nada cuenta la calidad: al lado de la noticia del asesinato de miles de palestinos viene la noticia de que un equipo que yo no conocía y que llaman Barça ha ganado un partido por un penalty en el último minuto y repetido, o si subirán las temperaturas al día siguiente… El mal queda alineado al lado de lo banal, y así se banaliza.

(J): Bueno, pero no siempre. Yo recuerdo aún, de mi estancia en la tierra, a bastantes judíos a los que unos amigos les ofrecían la posibilidad de esconderlos o camuflarlos de algún modo para que no fueran a Auschwitz, y no lo aceptaron porque eso, si se descubría, podía ser un peligro para quienes querían ayudarlos ayudaban, dada la seriedad del espionaje alemán

(P): De acuerdo, no siempre. Y precioso lo que me cuentas de esos judíos; pero ya recordarás que en la tierra funcionan las cosas por mayorías. Sigo pensando que en un ningún otro campo han conseguido los humanos esa igualdad de que presumen, tanto como en la igualdad de bien y mal.

(J): ¡Ay hermana! Has salido de la tierra un poco pesimista. Yo no veo otro modo que el de mayorías para que puedan funcionar las cosas si no queremos que los humanos se vuelvan inquisidores (que bastante tendencia tienen a ello). El problema es que esas mayorías se constituyen hoy desde la publicidad y la busca del dinero, no desde la educación y la búsqueda de la verdad. Por eso, otro de los grandes genios del judaísmo, el profeta Isaías, comenzaba la crítica a su pueblo con aquellas palabras: “el buey conoce a su amo y el asno conoce su pesebre, pero mi pueblo no me conoce a mí”.

(P): Y nuestro maestro Ibn Arabí escribía que la única religión posible es la religión del amor. Pero ya habrás sabido que todos los de esa escuela (que en la tierra llaman sufíes) y que es lo mejor que el Islam ha aportado al mundo, están prohibidos en casi todos los países musulmanes.

(J): Desde luego es para reírse y llorar a la vez. Y yo me pregunto por qué será así.

(P): ¿Tú conociste eso que en la tierra llaman reencarnación?

(J): Sí, pero nosotros los judíos no la admitimos, salvo algunos con ideas de la Cábala: lo que llamamos alma y cuerpo están entre sí demasiado relacionados y demasiado condicionados como para que un alma pueda cambiar de cuerpo como quien cambia de vestido.

(P): Te entiendo, pero tampoco sé si tu argumento es definitivo. Otras cosmovisiones de la tierra aceptan la reencarnación. Y yo, cuando estaba allí, pensaba que si Netanyahu fuese una reencarnación de Hitler todo se explicaría mucho más fácilmente. Porque fíjate que, además, todos sus ministros (algunos casi peores que él) podrían ser reencarnaciones de Ribentropp, Himler, Rosenberg, Rudolf Hess y demás ministros de Hitler. ¿Eh que todo cuadra muy bien?

(J): Haces una hipótesis sugestiva. Pero no sé… Esas cosas solo podremos saberlas cuando llegue el llamado “fin de los tiempos”, o de la historia humana. Ahora solo estamos fuera de la cárcel del espacio y tiempo, que los terrícolas creen que no son “cárcel” sino dimensiones de la realidad verdadera.

(P): Bueno, pues al menos quedémonos con esto que parece más seguro: el mayor daño que puede hacernos el mal no es el sufrimiento que pueda causarnos sino el volvernos malos (con esa ceguedad intrínseca a toda maldad). Y eso es lo que parece haber ocurrido con el actual gobierno de Israel.

(J): Por eso a mí, desde aquí me gustaría hacer llegar un Soplo (= Espíritu de fuerza) a esos pocos hermanos míos judíos que están sufriendo lo indecible (y a veces jugándose el tipo) con la deriva del actual gobierno del querido Israel.

(P): ¿No sois vosotros los que decís “Amén”? Pues yo también lo digo ahora: AMÉN.


Imagen de portada: Cathopic

Un comentario

  1. Excelente remontar te a esa calidad de diálogo en otra dimensión del Cosmos.
    Cuánto luminosidad podemos irradiar si nos tomamos en serio nuestra dimensión contemplativa, tan habitada por tanta Divinidad. Gracias querido Chalo..

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