Ver, juzgar y actuar: el método de los jóvenes

«Los jóvenes son el presente, no el futuro», dijo el papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud en 2024.  La frase cambió mi perspectiva de lo que un joven es para mí. Mi generación creció con la idea de que los jóvenes somos el futuro y que debemos esperar a que nuestro momento llegue para poder hacer una diferencia en él. Sin embargo, conforme fui creciendo, esa idea de esperar hasta que mi momento llegara me parecía cada vez más errónea, pues la realidad es que el presente es lo importante y el único momento en el que verdaderamente podemos ser agentes de cambio.

Una de las emociones más características en esta etapa, la juventud, es sentirnos incomprendidos; existe un mundo de posibilidades que nos rodea, hay un sinfín de escenarios que se nos presentan y la presión del tiempo parece perseguirnos, haciéndonos sentir que vamos contra reloj, que estamos llegando tarde a un lugar que ni siquiera logramos identificar.

Esa es la razón por la cual fácilmente nos sintamos menospreciados o intimidados por la «experiencia del adulto». Es común que observemos a quienes nos rodean moverse con confianza y seguridad en la vida, mientras nosotros estamos en una incertidumbre constante de encontrar nuestro camino. Esa comparación nos lleva a cuestionar nuestras propias capacidades y sentir que nuestras inquietudes no son valoradas por quienes ya pasaron esta etapa antes que nosotros.

En este contexto de búsqueda encontramos la necesidad de ser escuchados y comprendidos. Queremos que nos observen, que reconozcan que en nosotros hay algo que vale la pena, y por ello surge el cuestionamiento: ¿Qué es lo que espero de un acompañante? ¿Qué tipo de persona llama mi atención para saber que tiene algo importante que decir?

Espero conectar con esa persona, encontrar y lograr reconocer empatía, escucha, pero, sobre todo, no sentirme juzgada; saber que mi palabra cuenta, que mis emociones valen y que en mí existe lo necesario para dejar una huella en el mundo. Espero de esa persona que, con sus mismas acciones, me inspire a confiar y que también tenga comunicación asertiva para compartirme las cosas.

A lo largo de mi formación he tenido la fortuna de coincidir con personas que reconozco como referentes, y que, a su manera, me han ayudado a descubrirme, a poder día con día deconstruirme, a reconocer mi personalidad, mis fortalezas, mis dones y mis áreas de oportunidad a través de dinámicas, espacios de reflexión y momentos en los que me he sentido segura para compartir mi esencia. Estas personas me ayudaron a entender que no todo es perfecto, que no existe un proceso lineal y que no se trata de hacer siempre las cosas que los demás esperen de mí, sino defender mis ideales y creencias.

Mis acompañanates me enseñaron que el cometer errores es lo que nos hace más humanos, y cuando aprendemos a reconocer nuestras equivocaciones es más fácil poder aprender de esas experiencias, recordando que siempre es buen momento para tener un nuevo inicio.

«De nosotros depende», san Enrique de Ossó

A veces se cree que se necesitan grandes actos que marquen la diferencia, sin embargo, los detalles, la organización y las pequeñas acciones del día a día marcan el cambio que el mundo requiere.

Ver, juzgar y actuar, desde mi experiencia, es la metodología que le da un significado especial a cada proyecto en el que he sido partícipe, pues me ha ayudado a comprender, desde un panorama más amplio y sencillo, lo que está sucediendo y de qué manera puedo hacerlo una experiencia que deje un aprendizaje significativo.

Esta metodología promueve una formación activa, crítica y ayuda a convertir a los jóvenes en los protagonistas, pues no solamente aprendemos a identificar y comprender las problemáticas sociales, sino que descubrimos nuestro ser como un líder que fomenta responsabilidad y compromiso con nuestro grupo de referencia y con la sociedad.

Ver

Nos invita a reconocer y hablar de la realidad que nos rodea, todo lo que la representa, lo positivo y lo negativo; es un momento en el que se puede compartir desde la experiencia propia y al mismo tiempo hay apertura para escuchar al otro, conocer la vida a través de otros también nos hace más empáticos, es un momento decisivo para generar la conexión y darle sentido de pertenencia a los jóvenes.

Juzgar

Es importante no sólo identificar la realidad, sino también reconocer las causas de la situación. En este momento se inicia el cuestionamiento de las normas, los valores y las creencias de cada uno, lo que puede provocar diferencia, pero mientras se mantenga un dialogo asertivo y respetuoso se puede llegar a conclusiones positivas que lleva al siguiente y último paso.

Actuar

Compromiso y acciones, que es lo que se convertirá en la huella y el cambio concreto para esa realidad. Es el momento que puede ser más complicado, porque probablemente los recursos, el tiempo o la misma sociedad a la que van dirigidos los proyectos no los reciba como se espera. Sin embargo, es clave para permitir el cambio en nuestro propio ambiente.

Está metodología se puede convertir en un ciclo de reflexión y acción. Lo que me lleva a reiterar la conclusión de que la clave no está en grandes actos, sino en la constancia y suma de pequeños esfuerzos repetidos dentro de nuestra cotidianidad.


Foto: Cathopic

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Síguenos en nuestras redes sociales
Suscríbete al boletín semanal

    Enlázate con
    Previous slide
    Next slide