El siguiente contenido, forma parte de una serie de artículos que, desde diversas perspectivas, buscan poner sobre la mesa los temas más relevantes de la agenda pública. Nuestro objetivo es contribuir al entendimiento común sobre lo que esperamos del nuevo gobierno, ahora encabezado por la primera mujer presidenta en la historia del país. Con esta serie, que iremos publicando a lo largo del trimestre, queremos fomentar un diálogo amplio y reflexivo, abordando los desafíos y oportunidades que marcan este momento crucial.

El horizonte político ha cambiado en el último sexenio y, con ello, también ha cambiado lo que se espera y lo que se exige al gobierno que acaba de entrar en funciones. Ya no tenemos el México priista que teníamos hace unos años y que gobernó durante décadas. Por ello, no es de sorprender que el poder político se ha desplazado y quienes lo ejercen con mayor fuerza es otro grupo de personas que ahora dominan la política mexicana. Así podemos entender por qué ha habido un enfrentamiento político y social que gira en torno a este desplazamiento de poderes que le arrebató la hegemonía al anterior grupo dominante, que era el PRI.

Estos conflictos políticos, que se pueden rastrear un par de décadas atrás, los heredamos y los estamos heredando los jóvenes que apenas participamos en las elecciones presidenciales por primera o segunda ocasión. Vimos a los influencers de 18 a 30 años dar su opinión sobre los candidatos, los partidos, las propuestas, las reformas, incluso explicitando así su ignorancia sobre la política mexicana. Quiero acentuar la ignorancia de estos personajes, no por la ignorancia como tal, sino por la fuerte aversión a la política que está presente en nosotros los jóvenes que nos empuja a participar aunque no tengamos una formación académica en ella. Al final, son los jóvenes los que van a ser afectados en mayor medida por los cambios políticos que se lleven en este momento, somos nosotros los que vamos a seguir habitando la nación por más tiempo.

Nosotros, los siempre «herederos del futuro», hemos estado al pendiente de nuestro ambiente político por interés, pero, con mayor razón, por condena. Somos los jóvenes los que hemos resultado afectados por los cambios políticos que ha habido y, por ello, los jóvenes hemos liderado muchos movimientos que han obligado a los poderes hegemónicos —generalmente formados por antiguos funcionarios— a detenerse y escuchar. Podría aquí empezar a nombrar la larga lista de movimientos estudiantiles que no agotan el esfuerzo político que los jóvenes han hecho a lo largo de muchos años. Prefiero nombrar algunas de las razones por las que nos hemos visto condenados a hacer política —voluntaria o involuntariamente— en la actualidad y que también compartimos con muchas generaciones de jóvenes que fueron condenados a hacer política.

La violencia focalizada en los jóvenes ha vulnerado la seguridad y la tranquilidad con la que vivimos. Sabemos que entre las víctimas de desaparición forzada los jóvenes son los más contabilizados. Independientemente del género, se nos desaparece porque tenemos la energía y el cuerpo joven que nos hace útiles para los cárteles. Somos carne, ganado, mercancías, recursos humanos. Nos desaparecen, nos quitan nuestra vida e identidad para volvernos sicarios, prostitutas, halcones, fabricantes de drogas, cultivadores de opio o marihuana. Nos atraen con ofertas de trabajo que nos ilusionan con poder traer el pan a nuestra familia y aligerar el trabajo a nuestros padres para no dejarnos volver a casa. Nos desaparecen con la complicidad de los policías, los soldados, los fiscales, la Guardia Nacional, los presidentes municipales, los gobernadores y los presidentes nacionales. Nos desaparecen y luego hacen que nos olviden. Nos desaparecen y siempre con intenciones de desaparecernos dos veces.

También nos heredaron inseguridad. Como de niños no pudimos hacer nada contra ella, lo que hicimos muchos de nosotros es apropiarla. No hay oportunidades laborales dignas, no hay oportunidad de estudiar sin dejar a un lado la necesidad de traer pan a la mesa. Nos encontramos entre tanta gente, pero sin formar relaciones sólidas con nadie. Nos quedamos sin la calidez de una comunidad, de una familia. Ahí en la sombra, aún más oscura que la del desamparo en el que nos han dejado, se nos susurra que hay una forma de conseguir todo lo anterior, aunque con muchas letras pequeñas que solemos ignorar: el crimen, el trabajo sexual, los negocios grises, la ilegalidad. Aprendimos tanto a vivir con la inseguridad que no se nos hace difícil participar de ella. Incluso podría decir que se tiene que participar de la inseguridad en cierto grado para poder sobrevivir. No sólo es acostumbrarse a ver las transacciones del narcotráfico, sino también a pagar el suelo que los sicarios nos cobran. No sólo es ver el cuerpo de un joven asesinado a balazos en plena plaza comercial, sino también ir escuchando narcocorridos en casa, pagarle la renta a una inmobiliaria coludida con el crimen organizado, hacer tu guacamole con el aguacate y el limón ensangrentados de Michoacán, consumir en una zona de bares y antros coludidos o, incluso, ir a sacarte unos estudios a precios accesibles en Salud Digna.

Por estas razones, y muchas otras más, la juventud se ha visto obligada a hacer política. El joven, que es miembro de una pandilla en un barrio pobre que mira con odio a la patrulla, porque su hermano fue baleado por un policía, aunque no lo verbalice, está reclamando, está gritando, está manifestando. La joven que necesita salir con cuidado de su trabajo a altas horas de la noche grita con su miedo y reclama con su frío sudor. Incluso el joven que se adentró en la inseguridad, en la corrupción o el nepotismo está reclamando porque tiene que esconder algo, tiene que esconder su persona, su trabajo, el cómo consiguió su trabajo, su incapacidad para realizar su trabajo. El esconder algo siempre es un reclamo a las razones de su escondite. Así puedo decir que todos los jóvenes reclamamos; lo hacemos expresamente o lo hacemos escondiendo.

Entonces ¿qué es lo que reclamamos? Y más específicamente, ¿qué le reclamamos al gobierno entrante? Reclamamos seguridad frente a la inseguridad que han venido permitiendo de los cárteles y sus cómplices dentro del gobierno. Reclamamos transparencia donde han venido opacando sus acciones contra la ciudadanía, los estudiantes y sus opositores. Reclamamos respeto donde han venido vulnerando los derechos de madres buscadoras, comunidades indígenas y sectores marginados de la sociedad. Reclamamos privacidad donde han espiado, hackeado y perseguido a periodistas, opositores y manifestantes. Reclamamos que nos escuchen donde siempre hay falta de voluntad, falsas promesas y propaganda política. Reclamamos justicia donde hay impunidad a los funcionarios y exfuncionarios públicos que traicionaron sus tomas de protesta. Reclamamos vida frente a la muerte que le han dado a los defensores ecologistas, a estudiantes políticamente activos, a gente que quiere vivir dignamente y no sobrevivir a sus condiciones.


Foto de portada: Depositphotos

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