Más que una planificación apostólica, capítulo 1

Claves conceptuales sobre planificación para el cambio social y nuevos caminos para una aproximación apostólica integral.

Nos preguntamos sobre la esperanza para este momento. Con ello, quienes nos interrogamos lo percibimos no sólo como extremadamente angustiante, sino también como un momento donde no aparecen perspectivas diferentes, donde el por venir no se nos presenta como un tiempo de claridad y de elevación. Y a pesar de eso, precisamente porque buscamos una mejor perspectiva, hablamos de esperanza” (Buber, 2006).

Durante los últimos años, quizás por varias décadas ya, se ha estado hablando sobre desarrollo como proceso deseable, unívoco, y como fin de todo esfuerzo estatal para entrar en la dinámica global de articulación al sistema mundo que rige los esquemas estructurales–societales en nuestros días. Éste es un sistema que alcanza niveles impensables en el sentido de que ha logrado, a través de sus diversos mecanismos de dominación, un grado de control hegemónico en diversas escalas y con un impacto incluso en la esfera de las conciencias personales. Este dato no es menor, ya que el modelo de capitalismo global voraz está delineando la mayoría de los procesos humanos en todas las dimensiones, pasando de un control hegemónico de los aspectos y dinamismos económicos a nivel macro, a tener una injerencia tremenda en los procesos culturales, socio–políticos e incluso de la conciencia y la espiritualidad.

Para este fin, múltiples organismos hacen de la planificación, entendida como mero instrumento sin espíritu, la panacea para articular procesos, personas e incluso sociedades para el alcance del ansiado «bienestar», que de hecho es un mecanismo que multiplica desigualdades irreversibles y un sistema que, como ha dicho el papa Francisco, «produce muerte como consecuencia de sus acciones y omisiones».

La planificación, sobre todo en algunos ámbitos estatales, se ha consolidado como modelo práctico y aplicado que permite, generalmente, poner en papel nuestras búsquedas de pertenencia a un modelo global, y en esos proyectos hemos consignado muchas veces los destinos de las comunidades periféricas convirtiéndolas en objetos del modelo hegemónico, tantas veces condenándolas a estar atrapadas por el lugar marginal, y marginalizante, en el sistema mundo. Es cierto que la planificación no es el factor que determina en última instancia esta situación de desigualdad creciente, pero ha sido un medio eficiente y eficaz para mantener este sistema profundamente inequitativo.

Creemos necesaria una transformación en la esencia misma en cómo se concibe la planeación y los fines a los que sirve. Este encuentro, a la luz de la tradición creyente en el Jesús histórico y de la revelación, y sobre todo desde la experiencia del discernimiento que nos ofrece nuestra espiritualidad ignaciana, es un esfuerzo digno y necesario para repensar modelos y prácticas, y para buscar otros caminos a la luz de experiencias concretas de una «apostolicidad planificada», más que de una planificación apostólica.

Uno de los factores más importantes para este cambio es el reconocimiento de nuevos actores sociales periféricos, quienes son los que sustentan, y han sustentado, los procesos políticos de base que han propiciado los más grandes cambios estructurales, porque son estos sujetos marginales los que en gran medida alimentan grandes porciones de las economías actuales, y quienes al ser una gran mayoría en condiciones socioeconómicas similares tienen el mayor potencial transformador. Son mujeres y hombres, dignos del proyecto salvífico del Reino, quienes como agentes sociales con una excepcional capacidad de adaptación y resiliencia darán pautas importantes para cuestionar los modelos centrados en los reducidos grupos de poder «ganadores», y donde la opción preferencial por los más desposeídos pueda estructurarse de un modo más sólido para propiciar la participación plena de aquellos considerados «desechables» por los modelos que dominan este mundo, generando «nuevos caminos» con una planificación que se teje de la periferia al centro.

En espacios de reflexión como éste, dentro del marco de la misión de la Compañía de Jesús y de la gran familia Ignaciana —al servicio de la Iglesia y del mundo—, es necesario ensayar visiones de una planificación divergente, y desde otro constructo ideológico como posible guía para no perder de vista las realidades superiores (crisis ecológica, necesidades urgentes de los más excluidos y la necesidad de tender puentes entre culturas, sociedades y distintas creencias).

Una planificación apostólica que también se construya desde la «alteridad» hace necesario mirar los rostros vivos que han sido reducidos a objetos y que han experimentado las más duras consecuencias de este estilo injusto de vida que hoy parece que pretende perpetuarse. «Entre el uno que soy yo y el otro del cual respondo, se abre una diferencia sin fondo, que es también la no–in–diferencia de la responsabilidad» (Levinas, 1993), donde el oprimido será finalmente el liberador del opresor (Freire, 1970), y desde ahí confiamos en la posibilidad de gestar mecanismos explícitos de consenso, perdón y reconciliación, y de reducir las desigualdades reconociendo el rostro concreto de los excluidos como verdaderos sujetos de su historia. Es decir, un proyecto de planificación apostólica, o de apostolicidad planificada, con un horizonte en esbozar pinceladas del proyecto de Reino.


Para saber más:

Buber, 2006. “Caminos de utopía”. FCE.

Freire, 1970. “Pedagogía del oprimido”. Siglo XXI

Levinas, 1993. “Humanismo del otro hombre”. Siglo XX


Imagen de portada: Kiki García- Cathopic.

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