María: madre de Jesús y del pueblo fiel

Antes del inicio del Adviento, el tiempo litúrgico que precede a la Navidad, se publicó un importante documento del Vaticano. La Congregación para la Doctrina de la Fe emitió una nota redactada por su prefecto, el cardenal Víctor Manuel Fernández, y firmada por él y el papa León XIV.

El documento aborda algunos títulos que la piedad católica ha atribuido a María, la madre de Jesús, a lo largo de la historia y que en algunas ocasiones se han sugerido como formulaciones dogmáticas pertenecientes al depósito de la fe. Estos títulos son los de Corredentora y Mediadora de todas las gracias. En términos muy breves y algo simplificados, significan que María participaría en la acción divina de la Redención y sería Mediadora entre Dios y la humanidad. La nota del Vaticano se opone a estos títulos otorgados a la Madre de Jesús y explica las razones de su declaración.

Por un lado, valora la devoción mariana popular centrada en la maternidad de María, considerada «un tesoro de la Iglesia». Deja claro que esta nota no pretende corregir ni enmendar la piedad de los fieles que aman a María con especial devoción. Al mismo tiempo, llama la atención sobre el movimiento de algunos grupos católicos que difieren considerablemente de la devoción popular y que ocupan un espacio significativo en las redes sociales. El contenido que difunden genera dudas entre los fieles, al dar lugar a interpretaciones de expresiones del pasado que pueden ser interpretadas de diversas maneras. El documento pretende resolver las dudas sobre la autenticidad de estas interpretaciones, «indicar en qué sentido algunas responden a una genuina devoción mariana inspirada en el Evangelio, o en qué sentido otras deben evitarse, ya que no favorecen una comprensión adecuada de la armonía del mensaje cristiano en su conjunto».
El Concilio Vaticano II evita usar los dos títulos marianos por razones dogmáticas, pastorales y ecuménicas. El papa Juan Pablo II, conocido por su devoción mariana, empleó el término corredentora varias veces (siete, según la nota) en el sentido de la participación espiritual de María en la obra de Cristo a través del sufrimiento unido al suyo.
Sin embargo, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y posteriormente papa Benedicto XVI, se pronunció en contra de la creación de un dogma que afirmara los títulos de María como corredentora o mediadora. Argumentó que dichos títulos están muy alejados de las fuentes de la Revelación, como las Escrituras y los Padres de la Iglesia. Y, por lo tanto, causan malentendidos respecto a la verdad fundamental del cristianismo, que afirma a Jesucristo como el Hijo de Dios, el único Redentor y Mediador.

Foto Cathopic

Esta misma postura sostuvo el papa Francisco, quien sabiamente declaró: «María ‘nunca quiso guardar nada de su Hijo para sí. Nunca se presentó como corredentora. ¡No, discípula!’»[39]. La obra de la redención fue perfecta y no necesita añadidos… El Redentor es uno y este título no se duplica». Cristo «es el único Redentor: no hay corredentores con Cristo». El papa León XIV, firmando la nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe, confirma su adhesión a esta posición.
Por lo tanto, siguiendo a los pontífices y la tradición del magisterio de la Iglesia, la nota opta por el título privilegiado de Madre para María. Este título tiene sus raíces en la Sagrada Escritura y en los Santos Padres; es propuesto por el Magisterio, y la formulación de su contenido siguió un proceso en la historia de la Iglesia. La maternidad de María, en cuyo seno fue concebido el Hijo de Dios, genera a su vez en la fe a los cristianos que son miembros de su Cuerpo Místico. María es la primera redimida por el Redentor, su Hijo, y por ello es figura de la Iglesia, la comunidad de los redimidos. En esta Iglesia es amada y venerada como Madre del pueblo fiel, de los pobres de la tierra que acuden a ella en busca de consuelo y afecto.

En esta línea mariológica, la Congregación para la Doctrina de la Fe preserva con celo el camino ecuménico que las iglesias cristianas han construido con paciencia y fidelidad durante muchos años, y que sin duda representa el anhelo más profundo de la Madre y del Hijo: que todos sean uno. Proponer estos dos títulos marianos como dogmas podría perjudicar gravemente el ecumenismo, ya que otras iglesias cristianas son particularmente sensibles al fundamento bíblico para sustentar la vida de fe. Criatura amada de Dios, llena de gracia, Madre de Dios y Madre nuestra, María es plenamente humana y no divina. Sin embargo, su Hijo Jesús es de la misma esencia que el Padre y, por lo tanto, el único Redentor y Mediador. La Madre conduce al Hijo, no a sí misma.

La nota concluye diciendo que el pueblo sencillo y fiel, aun reconociendo la gloria de María, sabe que Ella no ha dejado de ser una de ellos. Ella es la que, como cualquier madre, llevó a su hijo en su seno, lo amamantó y lo crio con amor y con la ayuda de san José, sin faltarle las turbulencias y las dudas de la maternidad (cf. Lc 2,48-50). Ella es la que: canta al Dios que «a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió con las manos vacías» (Lc 1,53); sufre con los recién casados que se quedan sin vino para el banquete de bodas (cf. Jn 2,3); sabe correr a echar una mano a su prima que necesitaba ayuda (cf. Lc 1,39-40); se deja herir, como atravesada por una espada, por la historia de su pueblo, donde su hijo es «signo de contradicción» (Lc 2,34); entiende lo que es ser migrante o exiliada (cf. Mt 2,13-15; Lc 2,24) y sabe lo que es ser… «despreciado por ser de la familia del pobre carpintero (cf. Mc 6,3-4).

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