Lilith de diosa a demonia

Antes de comenzar a revisar la historia de las diosas en la historia de la humanidad quiero aclarar que estudié Comunicación, Filosofía y Ciencias Sociales, no soy teóloga. Por lo tanto, la aportación que hago al respecto de las deidades femeninas tienen su base en la literatura, la filosofía o la iconografía.

Aunque fuera teóloga, no sé si me atrevería a hablar en nombre de Dios o de las diosas, creo que ése es uno de los primeros puntos que la Teoría de Género nos ha llevado a deconstruir: que pueda existir un tipo de conocimiento ‘universalizable’; por lo tanto, propongo revisar desde la mitología algunas de las labores más humildes y más simples que históricamente han estado vinculadas a las diosas y cuyas pretensiones no eran las de tener todo el poder ni mantener el orden cósmico, sino que provenían de contrastar la realidad humana (empíricamente) con las posibles conexiones con lo divino: la reproducción, la sexualidad, el amor, la belleza, el conocimiento o la muerte eran las actividades de las deidades femeninas en las mitologías ancestrales.

En cambio, el poder, la guerra, la religión, por lo contrario, fueron actividades que históricamente han sido ligadas a lo masculino, no sólo en el cristianismo, sino en muchas de las culturas orientales e indoeuropeas.

Dicho lo anterior, esta vez toca reivindicar a una de las diosas sumerias–acadias, cuyo nombre significa «espíritu o aliento», como lo plantea el autor Jesús Galisteo en su libro El Lugar de Lilith en los cuencos de magia judeo–aramaicos, pero que literalmente fue desterrada del paraíso: Lilith. La primera referencia escrita de esta diosa está en la Tablilla XII de La epopeya de Gilgamesh, en la cual —ya en la cultura babilonia— fue degradada a una serpiente que cuidaba la puerta entre la vida y la muerte. En estas primeras versiones se le asocia al conocimiento, a la transmutación entre la vida y la muerte, y ella misma «transmuta» a Innana en la cultura sumeria como diosa del amor, la belleza, el sexo, la justicia y del poder político.

De esta segunda expresión vinculada con el sexo, es como se le degrada a demonia en el Zohar, siendo vinculada por primera vez a prácticas judeo–aramaicas relacionadas con la oscuridad, la noche, las pesadillas y lo tenebroso, tanto en la mitología mesopotámica, zoroatrista y judeocristiana y que, finalmente, darían lugar a la idea del «terror de las tinieblas ancestral» relacionado con el erotismo y la sensualidad, apunta Galisteo, incluso con las masturbaciones y los sueños eróticos.

De ahí que se le eliminara de los textos bíblicos judeocristianos como la primera mujer de Adán, quien elige el autoexilio, para no tener que renunciar al conocimiento y a la libre práctica de la sexualidad. Por primera vez, en el peligro de ser mujer, subyace la idea del control sobre el conocimiento y la autonomía sexual.

En cambio, para los griegos, devino nuevamente en diosa a través de la imagen de Afrodita y, en algunos otros cultos, en la figura de las sirenas, aunque en ambos casos, estuvieron nuevamente vinculadas a la belleza, la sensualidad, el erotismo y la seducción. En el primer caso, recupera su figura de diosa, a cuya belleza y sensualidad se le rindió culto. En el segundo, se mantiene este misticismo vinculado más bien al conocimiento oculto y que tuvo un sentido más bien ambivalente, por un lado, de seducción, pero también bajo la idea de una especie de atracción fatal, que después se conocería como la imagen de la femme fatale.

En nuestros tiempos, Lilith ha retomado su importancia más que como diosa o demonia, como una figura mítica que se enfrentó a las prácticas patriarcales de su época, enfrentando al poder divino y negándose a renunciar a dos valores muy importantes: el conocimiento y la autonomía sexual, valores por los cuales fue condenada a lo largo de la historia.

Para saber más:

Galisteo, J. (2019). El Lugar de Lilith en los Cuencos de Magia Judeo-Aramaicos. Cuadernos Judaicos (36), 34–48.

González López, A. El mito de Lilith. Evolución iconográfica y conceptual. Revista Legado de Arquitectura y Diseño, núm. 14, julio–diciembre, 2013, pp. 105–114. Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca.


Foto de portada: Depositphotos.

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