La esperanza de Keren 

«Me encuentro luchando por mi libertad, porque se haga realmente justicia, porque mi hija sigue creciendo sin mí. No he tenido la oportunidad de verla crecer.» 

Así habla Keren Selsy Ordóñez, de 26 años de edad, quien en una cárcel de Tlaxcala espera que su caso sea resuelto y su libertad restituida. 

A sus 19 años Keren tuvo a su primera y única hija, Ashley, sin que el padre se hiciera cargo de su responsabilidad. El 11 de diciembre de 2015, convaleciente y a un mes de haber parido, Keren salió de su casa en Xalapa, Veracruz, para reunirse con su expareja para pedirle la manutención de su hija. Mientras lo esperaba, un operativo policial arribó al lugar. Los agentes armados detuvieron a la expareja de Keren, a otro hombre que se encontraba en el lugar, a ella y a su bebé. 

Aunque los policías no contaban con una orden de aprehensión en su contra, Keren y su hija fueron detenidas. Los agentes le arrebataron a la bebé de sus brazos. Después, las subieron a ambas a un vehículo oficial sin explicar el motivo de la detención. Una vez que se encontraban en la patrulla, Keren fue sometida a golpes, con asfixia y con amenazas de lastimar a su pequeña hija. 

Keren y su bebé permanecieron retenidas cuatro horas en las instalaciones de la Fiscalía General de Veracruz. Ahí se certificó a Ashley como una «niña de un mes de edad, en calidad de detenida». Después fueron llevadas a Tlaxcala, donde Keren fue interrogada sobre un secuestro, presuntamente acontecido en el interior de la casa donde la había citado su expareja. Amenazada con que se le causaría daño a su hija, fue obligada a firmar una declaración elaborada por las propias autoridades, en la que reconocía haber participado en el secuestro, realizando labores de cuidado. Horas más tarde la bebé fue entregada al DIF estatal, sin que se diera aviso a ningún familiar. 

La hija de Keren, con apenas un mes de vida, permaneció 12 días lejos de su familia, hasta que su abuela logró que se la entregaran. Mientras tanto, Keren fue expuesta a los medios de comunicación y exhibida como «secuestradora». 

Sin tener acceso a una defensa de calidad, el 20 de noviembre de 2019 Keren recibió una sentencia condenatoria de 50 años. Poco después, el Centro Prodh tuvo conocimiento de su caso, asumió su representación legal y logró que el caso se reabriera. Hoy, apoyada por su familia, que nunca ha dejado de acompañarla, Keren sigue luchando por su libertad, que siente cada vez más cercana. 

El caso de Keren no es aislado. En junio de 2022 se publicó el primer Diagnóstico Nacional sobre Tortura Sexual cometida contra Mujeres Privadas de Libertad en México, en el que se señala que 7 de cada 10 mujeres detenidas sufrieron algún tipo de violencia durante su proceso penal. En este documento oficial las autoridades aceptan que 64.4 por ciento de las mujeres entrevistadas refirió haber sufrido algún acto de violencia en el momento de su detención o durante su traslado al Ministerio Público; más de 70 por ciento recibió algún tipo de amenaza a su persona o a familiares. 

Las mujeres privadas de la libertad se enfrentan a un sistema de justicia que reproduce la discriminación y que es más severo con quien menos tiene. Que en este difícil contexto sobrevivientes como Keren sigan luchando por su libertad y denunciando la injusticia es sin duda un testimonio de fortaleza. 

Precisamente, la resiliencia de las mujeres privadas de su libertad fue destacada por el papa Francisco en el año 2018, cuando visitó un centro penitenciario femenino en Chile. Ante un grupo de mujeres presas Francisco expresó: «Estar privadas de la libertad […] no es sinónimo de pérdida de sueños y de esperanzas. Es verdad, es muy duro, es doloroso, pero no quiere decir perder la esperanza, no quiere decir dejar de soñar. Ser privado de la libertad no es lo mismo que el estar privado de la dignidad, no, no es lo mismo. La dignidad no se toca a nadie, se cuida, se custodia […]». 

Con esa dignidad que se cuida y se custodia, Keren no pierde la esperanza y sueña con estar pronto al lado de Ashley, para recuperar algo del tiempo en común que injustamente les fue arrebatado. Como ella, muchas mujeres inocentes esperan también que sus casos sean revisados y sueñan con que cambie nuestro maltrecho sistema de justicia. No las dejemos solas. 


Foto: Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro.

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