«El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Aleluya»
MAYO
Domingo 5
- Hech 10, 25–26. 34–35. 44–48
- Sal 97
- 1 Jn 4, 7–10
- Jn 15, 9–17
§ En Hechos de los Apóstoles Pedro, al entrar a la casa del oficial Cornelio, se vio desenmascarado de su estereotipo religioso, de su creencia exclusivista, de que Dios sólo daba su Espíritu a los judíos: «Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere». Ésta es una experiencia de liberación de una mentalidad excluyente e injusta, experiencia de conversión, de lucidez, de maduración y de dejar a Dios ser Dios, que viven los cristianos de las primeras comunidades.
§ La Primera Carta de Juan, en este punto, alcanza su cumbre. Dios es amor y nosotros (creados a su imagen y semejanza, y nacidos de Él) participamos de ese amor de Dios; somos también amor: venimos del Amor, somos llamados a vivir en el amor y tendemos siempre al Amor. En el amor de los unos a los otros conocemos a Dios, y el Hijo nos revela ese amor en su excedencia, hasta la cruz y en la victoria sobre la muerte y el pecado.
§ El Evangelio de Juan de esta semana es continuación inmediata del capítulo 15 de la semana pasada de «la vid verdadera». Esta parte del capítulo se centra en el amor que Jesucristo nos tiene: amor del Amigo a los amigos. Un amor que es como aquél que el Padre le tiene a Él.
La Buena Noticia es que podemos vivir en ese amor; con todo, es necesario estar siempre atentos al llamado, a la invitación, a la exhortación de mantenerse en ese amor tan grande, excedente y desbordante.El fruto de permanecer en el amor es la alegría, una alegría plena en el Señor Jesús. Permanecer en el amor del Señor Jesús es ser peregrino en la fidelidad al Evangelio, a los mandamientos y al modo cómo Él nos lo manifiesta en su propia vida y misterios pascuales.
