«Cristo es el principio de todo»
DICIEMBRE
Domingo 3
- Is 63, 16c–17.19c; 64, 2b–7
- Sal 79
- 1Co 1, 3–9
- Mc 13, 33–37
§ El primer domingo de adviento llega para ponernos en camino, para salir de nuestras dinámicas egoístas y esperar la llegada del Señor. La exhortación es a permanecer en vela y adentrarnos a nuestro interior, pues ése es el primer sitio en donde es necesario cuidar la fidelidad del afecto y la intencionalidad de nuestras acciones. Sin embargo, la espera ha de ser dulce y jubilosa porque el Dios de la misericordia irrumpe en la historia para derramar su amor redentor.
§ La lectura de Isaías nos recuerda nuestra mancha, nuestras imperfecciones e infidelidades. Pero Dios se compromete con sus criaturas, con sus piezas de arcilla, que, a pesar de sus grietas y deterioros, el alfarero quiere convertir en vasos nuevos, con gran capacidad para contener las gracias que nos quiere regalar. Nuestra esperanza ha de estar en ese Dios que restaura y revive lo viejo para darle Vida nueva.
§ La carta a los Corintios es también alentadora y motivo de alegría, pues reitera la gracia que se nos ha dado mediante Cristo Jesús. Desde Él tienen su fundamento todos los dones y talentos que tenemos y todo lo que somos, pues todo se nos ha dado para alabar a Dios y no para nuestra propia vanidad.
Este tiempo de adviento constituye una oportunidad para meditar acerca de todo lo que se nos ha dado y responder en gratuidad a ello. Caminemos con Jesús, siguiéndolo por las veredas de la vida que Él transitó. Este nuevo año litúrgico es una gran oportunidad para acompasar el paso con el Señor y dejarnos transformar por su Espíritu renovador.