Evangelio del domingo 3 de agosto

«Señor, ten compasión de nosotros».

Agosto

  • Ecli 1, 2; 2, 21–23
  • Sal 89
  • Col 3, 1-5. 9–11
  • Lc 12, 13–21

§ La primera lectura coloca la pregunta por la herencia, aquello que se gana en la tierra con el trabajo duro de cada día. Un hombre preocupado por lo que tiene se cuestiona: «¿Cómo gozará otro hombre de todo aquello por lo cual ha trabajado?». El hombre descentrado por el gozo de los bienes terrenos no entiende cómo sus descendientes tienen derecho a gozar de lo suyo. Sin embargo, Jesús alerta sobre la codicia de aquellos bienes terrenos, nos advierte sobre el deseo tenaz por guardar nuestras cosas para uno mismo. El peligro que subrepticiamente puede irse gestando en el apego hacia las cosas materiales.

§ Por el contrario, la dirección que va colocando Jesús es hacia liberarnos de las cosas terrenas para preocuparnos por las cosas del «cielo». En ese sentido Pablo comenta: «Hagan morir en ustedes lo que es “terrenal”, es decir, libertinaje, impureza, pasión desordenada, malos deseos y el amor al dinero». Que sea la actitud del desprendimiento propia del hombre nuevo que nos libera de la atadura y pone la mirada en el seguimiento de Jesús.

§ Por eso Jesús alerta del joven que acumula y después descansa y disfruta para sí, desviando la mirada de su prójimo de los otros que no caben en la vida ensimismada. Ese morirá sin gozo: «Esto vale para toda persona que amontona para sí misma, en vez de acumular para Dios».

El camino propuesto por Jesús va hacia el «hombre nuevo» que no cesa de renovarse a la imagen de su Creador, ese que no se hace distinción entre judío y griego, entre esclavo y dueño, sino que su vida es de Cristo, quien es todo en todos.

Ilustración: ©Tzitzi Santillán

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