Evangelio del domingo 27 de agosto

«Jerusalén, no te olvidaré»

AGOSTO

Domingo 27

  • Is 22, 19–23.
  • Salmo 137.
  • Rom 11, 33–36.
  • Mt 16, 13–20.

§ Contempla a Jesús buscando mirarse en los ojos de la gente y de sus discípulos. Quiere descubrir la esperanza que su presencia y su palabra ha venido a traer a sus corazones. Quiere compartir esa esperanza y quiere ponerse a su disposición. Conviene detenernos un momento a contemplar a este Jesús, nuestro servidor.

§ Sólo mirando su servicio y dejándonos admirar por él, es que podemos nosotros también servir con Él y como Él. Es su deseo de responder a nuestra esperanza, lo que nos pone también en nuestro verdadero lugar: capaces de servir a los hermanos y hermanas, de leer su esperanza en el corazón y de consagrar nuestra vida para que llegue y se cumpla su promesa.

§ Siguiendo a Jesús, servidor, nos descubrimos también siguiendo al Padre. Él ha querido servirnos con todo lo que tiene, consagrarse plenamente a darnos vida abundante; más todavía, nos ha hecho partícipes de su misma vida y de su misma misión: ha querido que nosotros también nos recibamos como Él nos recibe, que formemos un solo hogar con un solo corazón.

En los ojos de su gente Jesús ha leído su propia misión: les ha faltado un padre amoroso, no han sentido en sus vidas al Dios que Isaías decía había querido ser su padre para cuidarlos y darles toda su vida y su amor. Jesús se ha consagrado a hacer visible a ese padre y ha convertido su vida en un signo de su amor. Ahora se detiene y busca de nuevo en los ojos de la gente, en los de sus discípulos, si la misión ha sido bien comprendida. ¿De verdad ha podido llevar al Padre al centro de su corazón? La respuesta de Pedro le reconforta. El Padre ha tomado su lugar y Jesús puede seguir mostrando la radicalidad de su servicio de amor, aun en la terrible violencia que el egoísmo engendró. No renunciará a caminos difíciles, irá más bien adelante, para que nadie que se encuentre en esos caminos pueda sentir que el Padre se ha ido, que no le corresponde, que ya le abandonó. Para que todos lo encuentren a su lado, porque quiere ser Padre, porque quiere cuidar, acompañar y pasar la suerte de sus hijos y sus hijas, para compartirles ahí también su vida entera, como un Padre de verdad, como nuestro buen Padre Dios.

Ilustración: ©Tzitzi Santillán
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