«Que alaben al Señor todos sus siervos».
Septiembre
- Am 8, 4–7
- Sal 112
- 1 Tim 2, 1–8
- Lc 16, 1–13
§ En la primera lectura el profeta Amós increpa y denuncia con dureza a aquellas personas que por ambición de mayor riqueza explotan o sacan provecho de los más pobres: «Ustedes juegan con la vida del pobre y del miserable tan sólo por algún dinero o por un par de sandalias». Poner por delante el dinero para seguir enriqueciéndose a costa de la miseria de los otros es la crueldad en carne viva que Dios condena.
§ Ante las injusticias de este mundo que, en ocasiones se viven de forma desalmada, Pablo nos invita a lo siguiente: «Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, sin distinción de personas». Jesús es el mediador entre Dios y la humanidad, nos abre a una nueva posibilidad. Busquemos vías de unidad para que la justicia y la paz prevalezcan junto a la comunión.
§ Jesús nos advierte, sin embargo, cómo el mal nos divide como humanidad: «Pues es cierto que los ciudadanos de este mundo sacan más provecho de sus relaciones sociales que los hijos de la luz». Ésos que se aprovechan de lo más desvalidos y sacan ganancia por su interés personal se dividen internamente. Por ello Jesús nos alerta sobre los dos patrones, es decir, que no se puede servir al mismo tiempo a Dios y al dinero: «Ningún siervo puede servir a dos patrones, porque necesariamente odiará a uno y amará al otro o bien será fiel a uno y despreciará al otro».
Que Dios nos conceda la gracia de liberarnos de nuestro propio querer e interés y abrirnos a la gracia de la valentía y generosidad que hace de este mundo un lugar más justo para todos y todas.






