«El Señor es nuestra fortaleza»
JUNIO
Domingo 2
- Deut 5, 12–15
- Sal 80
- 2 Cor 4, 6–11
- Mc 2, 23–3, 6
§ Esta parte del Libro del Deuteronomio forma parte del decálogo, los mandatos y los preceptos que Moisés da a conocer, de parte de Dios, al pueblo de Israel. Dios, el Señor, que sacó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, le da los mandamientos para que no vuelva a caer en nuevas esclavitudes (la idolatría, el sometimiento al mal, etc.) ahora que es libre de la opresión de los egipcios. Los mandamientos tienen una función liberadora, es decir, que el pueblo camine en la justicia y la paz. Guardar el sábado busca mantener la libertad frente al trabajo desenfrenado, procura prevenir la explotación, entre otros.
§ San Pablo invita a una confianza total en Dios. La vida y misión de este apóstol del Señor Jesús repleta de sufrimientos, en la que destacan las persecuciones, es una prolongación de la pasión y resurrección de Jesús: «Siempre transportando en el cuerpo la muerte de Jesús, para que se manifieste en nuestro cuerpo la vida de Jesús». Así, la muerte por causa de Cristo revela el misterio de la resurrección; revela que esa muerte, en su misterio, ha sembrado vida y verdad.
§ En el Evangelio de Marcos aparecen dos relatos, el primero sobre las espigas arrancadas en sábado, y el segundo sobre la curación del hombre de la mano atrofiada también en sábado. En ambos casos Jesús aparece con una libertad absoluta con la que pone al centro de su acción el bien de la persona humana.
En estas dos escenas sobresalen dos datos importantes. El primero es que Jesús es la nueva Ley, Él es el Señor del sábado, no para transgredir la ley sino para llevarla a su plenitud. El segundo dato es que las leyes y las instituciones se hicieron para el servicio del hombre, es decir, para su bien; no para que el hombre fuera sacrificado a las leyes, a las instituciones ni al sábado.
