Evangelio del domingo 15 de octubre

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

OCTUBRE

Domingo 15

  • Is 25, 6–10
  • Sal 22
  • Flp 4, 12–14.19–10
  • Mt 22, 1–10

§ Nuevamente las lecturas de este domingo remiten a la vivencia del Reino de Dios y las actitudes que podemos tener los hombres frente a Él. Isaías nos describe el Reino como un gran festín, en donde todo es alegría y las necesidades quedarán saciadas. El dolor y la muerte pasarán a la historia, pues Dios cumplirá su promesa de dar la salvación a su pueblo amado. 

§ La segunda lectura reafirma lo anterior, haciendo conciencia de que la satisfacción y la abundancia se gozan mucho más cuando se ha padecido la carencia y la tribulación. Además, nos conduce a reflexionar que todas nuestras necesidades espirituales quedaran cubiertas con Cristo y a partir de Él. 

§ En el Evangelio nos encontramos de nueva cuenta a Jesús hablando de manera valerosa a los sumos sacerdotes y ancianos, haciendo uso de la parábola del rey que ofrece un festín para celebrar la boda de su hijo. El Reino está abierto para todos aquellos quienes quieran acogerlo y vivirlo. Sin embargo, los convidados despreciaron a los mensajeros del festín, como los poderosos rechazaron e incluso dieron muerte a quienes anunciaban el Reino. Finalmente asisten los que estaban en las orillas del camino, los que desde las periferias experimentan la necesidad de contactar con la fiesta de la vida y son ellos quienes participan de la alegría del rey. 

La invitación a incorporarnos al dinamismo de vida que ofrece el Reino de Dios está dirigida a todos y cada uno de los seres humanos, pero depende de cada persona la respuesta que dará. Muchas pueden ser las excusas y los argumentos que podemos utilizar para no vivir los valores el Reino, desde la propia salud o las limitaciones personales hasta el deseo de riqueza, honores y poder. A pesar de ello, este relato ha de irradiarnos esperanza y ha de llenarnos el corazón de alegría, de la alegría que surge al saber que Dios nos ofrece una vida en abundancia de bienes espirituales y una dicha que nos desborda.

Ilustración: ©Tzitzi Santillán
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