Esperanza para la mujer en la Iglesia católica

El papa Francisco ha sacado a la luz el tema de la sinodalidad. Una palabra que era escuchada con poca frecuencia ahora resuena por todas las diócesis. La razón es el tema del Sínodo de los Obispos: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión». Esta asamblea consultiva fue promovida por Pablo VI en el marco del Concilio Vaticano II para involucrar al episcopado en el gobierno de la Iglesia. Ahora, en el nuevo sínodo, Francisco ha decido ampliar la participación de todos e involucrar a todo el Pueblo de Dios. Así, este sínodo tiene la particularidad de realizarse por etapas, la primera es la diocesana, en la que pueden participar todos los bautizados. La idea ha sido darle voz a los laicos para que se pronuncien en torno a las aciertos y desaciertos de la Iglesia. Lo que el papa no quiere que se pierda de vista es la fidelidad al Espíritu del Evangelio. Su objetivo es que toda la Iglesia (laicos y laicas, el episcopado, sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados y consagradas, desde las diócesis y las universidades) camine junta hacia una reflexión que responda a la vocación y misión de la Iglesia actual, en comunión y de manera fraterna.

En este trabajo titánico que se ha emprendido, el lugar de la mujer dentro de la Iglesia ha resaltado como un punto neurálgico y la vanguardia en este tema la ha llevado a la Conferencia Episcopal Alemana, que ha puesto el dedo en la llaga sobre el papel de la mujer dentro de la Iglesia. Como resultado de su etapa sinodal diocesana, de manera oficial ha sugerido al Vaticano que se autorice el sacerdocio para las mujeres, en un documento entregado para su reflexión dentro de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos realizada en octubre de 2022.

El documento no es un texto redactado de la noche a la mañana por iniciativa de algún obispo progresista. Es el resultado del Camino Sinodal que decidió emprender el episcopado alemán en 2019, impulsado por el contexto en el que se encontraba inmerso. En 2018 se publicó en Alemania el Informe MHG, encargado por la Conferencia Episcopal Alemana (CEA) a las universidades de Mannheim, Heidelberg y Giessen para investigar la implicación de sacerdotes, diáconos y religiosos varones en los casos de abuso sexual. Los resultados fueron abrumadores tanto para la institución como para los fieles. En este documento se indica que las causas de las agresiones tienen su motivación en el clericalismo, la moral sexual, la disciplina del celibato y la formación deficiente del clero. Además, se señala la ausencia de mujeres en puestos de decisión y dirección de la Iglesia.

Foto: © Maricarmen Vargas Vidales, Cathopic

Con tal sacudida, la CEA y el Comité Central de los Católicos Alemanes acordaron previamente en 2019 los estatutos del Camino Sinodal que se iniciaría en 2020, con la intención de renovar las estructuras eclesiales y lograr estar en sintonía con las necesidades de la feligresía actual, cuyas filas se tornan más delgadas con cada año que pasa. Fueron cuatro foros para desarrollar los trabajos: 1) Poder y separación de poderes en la Iglesia. Participación conjunta y colaboración en la misión; 2) La existencia sacerdotal de hoy; 3) La mujer en los servicios y ministerios de la Iglesia, y 4) Vivir en relaciones exitosas. Vivir el amor en la sexualidad y la relación de pareja.

«La Liga Católica Alemana de Mujeres (KDFB) y el Movimiento Católico de Mujeres en Alemania (KFD) ha sido muy relevante para continuar con el trabajo planteado desde el Concilio Vaticano II y el Sínodo de Würzburg (1971–1975), que ya habían cuestionado la igualdad de derechos en el trabajo de hombres y mujeres».

El Camino Sinodal que emprendió Alemania resultó ser sinuoso, ya que tenía que enfrentar a los grandes tabús en la Iglesia si es que se quería realmente replantear modificaciones en su estructura y conseguir cambios ligados a las necesidades que la feligresía necesita y exige. Dentro de este replanteamiento, redefinir el papel de la mujer en la Iglesia era fundamental. Los argumentos sobre la importancia de otorgarle un rol más activo dentro de la institución, e incluso concederle la autorización para el sacerdocio, apuntan hacia una Iglesia que haga más equipo, mayor comunidad y partiendo del principio de que todos los bautizados son iguales. En este sentido, hay un llamado a que las mujeres puedan ser ordenadas como sacerdotes y tengan acceso a todos los ministerios de gobierno.

En los trabajos del tercer foro sinodal, «Mujeres en servicios y ministerios en la Iglesia», han colaborado tanto obispos como laicos de asociaciones, de los movimientos católicos de mujeres y también del área de la ciencia. Las aportaciones de asociaciones como la Liga Católica Alemana de Mujeres (KDFB) y el Movimiento Católico de Mujeres en Alemania (KFD) ha sido muy relevante para continuar con el trabajo planteado desde el Concilio Vaticano II y el Sínodo de Würzburg (1971–1975), que ya habían cuestionado la igualdad de derechos en el trabajo de hombres y mujeres. Los ejes desde los que se plantea la reflexión son: la antropología de los sexos y de género, la participación de las mujeres en puestos de dirección (conforme al derecho canónico) y la argumentación teológica para el diaconado, la ordenación sacerdotal y otros ministerios sacramentales. En este último punto, se trata de evaluar los servicios y ministerios que ya desempeñan las mujeres que han sido consideradas teológica y pastoralmente para hacerlo en el plano parroquial y diocesano; contemplar la posibilidad de su mayor participación en puestos directivos de las diócesis o en el ámbito de la Conferencia Episcopal; impulsar su papel dentro del anuncio del Evangelio y la administración de sacramentos como el bautismo.

Lo que propone la Iglesia alemana después de dos años de trabajo es una revisión de la doctrina que abra la puerta a la esperanza para que las mujeres puedan ser ordenadas. El documento Ordinatio sacerdotalis (1994), de Juan Pablo II, cerró esta posibilidad, su subtítulo lo dejó muy claro: «Sobre la ordenación sacerdotal reservada sólo a los hombres». Pero, como una sinodalidad conlleva esperanza, se anhela por eso la posibilidad de un replanteamiento. El documento resultado de la cuarta asamblea sinodal de la Iglesia alemana (aprobado por mayoría) solicita de manera formal al Vaticano revisar la doctrina del sacerdocio para que las mujeres puedan ser incluidas dentro de él. Ésta es la primera vez que una conferencia episcopal presenta un documento de esta índole, uno que argumenta que «no es la participación de las mujeres en todos los ministerios y cargos de la Iglesia lo que requiere justificación, sino la exclusión de las mujeres del ministerio sacramental».

A pesar de que el documento fue aprobado por la mayoría, hubo algunos obispos en contra del sacerdocio de la mujer. Sin embargo, en lo que sí hay un consenso general es en el papel tan importante de la mujer como laica dentro de la Iglesia y los distintos ámbitos en los que se puede desarrollar: acompañamiento espiritual, apoyo administrativo, recursos humanos, ecumenismo, redes sociales y consejos pastorales. La participación de las mujeres en las parroquias es fundamental para su buen funcionamiento, pero este campo de acción ya resulta insuficiente para ellas.

Las discusiones y los pronunciamientos que se han hecho en el sínodo alemán han levantado ámpulas y expectativas, porque lo que ahí propuesto llama a una fuerte reforma en la institución católica, una que sea a profundidad. Ante esto, el Vaticano ha expresado claramente que la CEA ha estado tratando a escala nacional temas que afectan a la Iglesia universal, por lo que no se puede atribuir facultades que no le corresponden, ya que lo que propone atiende a la unidad de la fe. En el Camino Sinodal que han emprendido los alemanes, los obispos están conscientes de que sus resoluciones terminan siendo sólo recomendaciones que harán a la Santa Sede, pero no deja de inquietar el que sean precisamente ellos, los alemanes, quienes las hacen. Basta recordar a Lutero con sus 95 tesis para hacer cimbrar a la Iglesia. Es justo, haciendo alusión a este personaje, que un grupo de mujeres ha hecho que se escuche su voz.

Al igual que como hizo Lutero hace ya poco más de 500 años, el movimiento María 2.0 —iniciado por cinco mujeres de un círculo femenino de lectura de la Biblia en Münster— colgó en las puertas de las catedrales y las iglesias sus siete tesis. A partir de la lectura, la reflexión y el estudio de la exhortación apostólica Evangelii gaudium, estas mujeres coincidieron en su frustración ante la anticuada estructura de la Iglesia, la forma de excluirlas y de encubrir los abusos sexuales. Escogieron el nombre de María 2.0 porque consideran que María es representada tradicionalmente como un ideal de mujer servicial y silenciosa. Así, la imagen que las distingue es una Virgen María con una cinta en la boca que se está desprendiendo. La cifra 2.0 representa un nuevo comienzo, el reiniciar todo desde cero. La mujer ya no es así, como esa María abnegada.

«Los argumentos sobre la importancia de otorgarle un papel más activo dentro de la institución, e incluso concederle la autorización para el sacerdocio, apuntan hacia una Iglesia que haga más equipo, mayor comunidad y partiendo del principio de que todos los bautizados son iguales».

Con este planteamiento, en la cuaresma de 2021 colgaron su manifiesto en el que exponían lo que, a su parecer, son las reformas más apremiantes para la Iglesia católica. El texto dirigido a «todos los hombres de buena voluntad» (probablemente haciendo alusión a Laudato si’) presenta las siguientes tesis:

1. En nuestra Iglesia todas las personas participan del envío para todos los cargos.

2. En nuestra Iglesia, todos comparten la misión; el poder se comparte.

3. En nuestra Iglesia, los actos de violencia sexual se investigan exhaustivamente y los responsables rinden cuentas. Las causas se combaten sistemáticamente.

4. Nuestra Iglesia muestra una actitud de aprecio y reconocimiento hacia una sexualidad atenta y autodeterminada y hacia la pareja.

5. En nuestra Iglesia el modo de vida célibe no es un requisito para el ejercicio de un ministerio ordenado.

6. Nuestra Iglesia funciona según los principios cristianos. Es la administradora de los bienes que se le confían; no le pertenecen.

7. Nuestra misión es el mensaje de Jesucristo. Actuamos en consecuencia y nos enfrentamos a los retos sociales.

María 2.0 no sólo colgó sus tesis, además hizo un llamado para que, durante una semana, las mujeres dejaran de asistir a misa y a sus actividades de voluntariado en las parroquias para que así se notara la importancia de su participación. Además, realizaron celebraciones religiosas afuera de los templos como símbolo de que están excluidas, mantenidas fuera de la Iglesia. Estas acciones fueron una forma de hacer ver al episcopado —que estaba en su Camino Sinodal— la necesidad de atender y abordar las urgentes y necesarias reformas dentro de la Iglesia.

«Estas mujeres coincidieron en su frustración ante la anticuada estructura de la Iglesia, la forma de excluirlas y de encubrir los abusos sexuales».

Para ellas ya no era suficiente la buena voluntad, se necesitaban hechos concretos. Igual que otros obispos, Mattias Kopp, portavoz de la Conferencia Episcopal, se mostró empático con el grupo y comentó que estaban al tanto de que se necesitaban cambios. De hecho, de ellos surgió la iniciativa del Camino Sinodal, aunque no se podía cambiar a la Iglesia de la noche a la mañana ni optar por hacer algún cambio sin Roma.

Para algunos, el que los subsecretarios de la Secretaría General del Sínodo de Obispos sean un varón (monseñor Luis Marín) y una mujer (sor Nathalie Becquart) en condición de igualdad, ya es una directriz hacia una realidad en la mayor inclusión de la mujer dentro de la Iglesia. Sin embargo, aún queda pendiente conocer si alguna otra mujer, además de Becquart, podrá votar en el Sínodo de Obispos convocado por Francisco.  Llegó el momento de dejar de tener sólo voz y empezar a tener voto también.

Foto: © chatsimo, Depositphotos

Según Maria Flachsbarth, presidenta de la Federación de Mujeres Católicas de Alemania, «es absurdo y ya no es aceptable» que se siga manteniendo a la mujer fuera de la toma de decisiones que involucran a todos los creyentes. El hacerlo «contradice la tesis de que todos los bautizados tienen la misma dignidad». Pero hay diferentes perspectivas para ver un mismo tema. Para Becquart, el voto ciertamente es importante, pero pierde el foco ante la relevancia del ejercicio sinodal que ha pedido el papa, en el que cada diócesis debe organizarse de manera en que todos, todos, participen desde el inicio. Así, las mujeres pueden intervenir desde el comienzo como laicas, por medio de grupos parroquiales u organizaciones femeninas al aportar su sentir y su diagnóstico de la Iglesia.

En 2022 se celebró la sesión del Sínodo de los Obispos en la que se presentaron los informes de la etapa diocesana. El resultado fue el documento «Ensancha el espacio de tu tienda», elaborado a partir de los planteamientos de las 114 conferencias episcopales del mundo. En este texto no se piden cambios, es sólo un vaciado de lo que las Iglesias locales quieren que escuche el Vaticano. La doctora Anna Rowlands, asesora de la Secretaría General del Sínodo, comentó que «el tema de la mujer, su papel en la sociedad, en la Iglesia y su experiencia dentro de ella, apareció a lo largo de los informes. Es increíble lo frecuentemente que aparece este tema. Es una de las cosas más chocantes».

«Según Maria Flachsbarth, presidenta de la Federación de Mujeres Católicas de Alemania, «es absurdo y ya no es aceptable» que se siga manteniendo a la mujer fuera de la toma de decisiones que involucran a todos los creyentes».

Aún hay mucho por hacer. En 2023 la CEA, dentro de la quinta sesión de su Camino Sinodal, volverá a trabajar el documento presentado el año pasado para entregar unas conclusiones sinodales más «maduradas» para el Sínodo de los Obispos en Roma, que se celebrará en octubre de este año.

La historia de la Iglesia, al igual que toda la historia, es producto de un proceso que tiene avances y retrocesos, aciertos y desaciertos. En este sentido, bajo el pontificado de Francisco, es la primera vez en la historia del Vaticano que hay tantas mujeres ejerciendo cargos importantes, todas designadas por el papa. Por la importancia de este hecho sin precedentes presento a continuación sus nombres y los cargos que desempeñan.

Como miembros del Dicasterio de los Obispos se designó a tres mujeres: sor Raffaella Petrini como secretaria general del Governatorato de Ciudad del Vaticano; a sor Yvonne Reungoat, ex superiora general de las Hijas de María Auxiliadora, y a la doctora María Lía Zervino, laica argentina y presidenta de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas.

Como subsecretaria del Sínodo de los Obispos fue nombrada sor Nathalie Becquart y se designó a sor Alessandra Smerilli como secretaria ad interim del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, y a sor Carmen Ros Norten como subsecretaria del Dicasterio de Religiosos.

«Bajo el pontificado de Francisco, es la primera vez en la historia del Vaticano que hay tantas mujeres ejerciendo cargos importantes, todas designadas por el papa».

Para otros puestos se nombró a varias laicas: a la abogada Francesca DiGiovanni como subsecretaria del Sector Multilateral de la Sección de Relaciones con los Estados y Organizaciones Internacionales de la Secretaría de Estado; a Barbara Jatta como la primera mujer directora de los Museos Vaticanos. Para el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, se apuntó a Linda Ghisoni y a Gabriella Gambino como subsecretarias. Como secretaria de la Comisión Pontificia para América Latina se designó a Emilce Cuda, y a Nataša Goveka como directora de la Dirección Teológica y Pastoral del Dicasterio para la Comunicación. Por último, Cristiane Murray fue nombrada subdirectora de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

Las mujeres, sin duda, tienen más campo de acción en la actualidad dentro de la Iglesia que hace un par de décadas, no sólo en la cúpula vaticana sino a lo largo y ancho de toda la institución. Sin embargo, falta mucho camino por recorrer, y por eso el Sínodo sobre la sinodalidad convocado por Francisco ofrece una oportunidad para seguir avanzando. El Sínodo de los Obispos (2021–2023) está organizado por distintas etapas. La primera es una consulta en el ámbito diocesano, después en el nacional y por último en el plano continental. Lo que se busca es conseguir una participación amplia del Pueblo de Dios. Aquí es donde radica la oportunidad de las mujeres para ser parte activa, en sus parroquias, comunidades, por medio de sus organizaciones civiles y movimientos o a través de sus diócesis. Es por estos canales como las mujeres pueden alzar su voz para exigir que la Iglesia deje de ser un espacio clerical patriarcal.

El significado de sínodo es caminar juntos hacia la misma dirección. ¿Será que la Iglesia sí se está preparando para que la mujer y el hombre caminen juntos dentro de todos sus ámbitos? El proceso ya comenzó, no podemos constatar en este momento cuál dirección y cuánto tardarán en realizarse las reformas necesarias sobre la participación de la mujer en la Iglesia, pero tendremos una pista en los documentos del Sínodo de los Obispos que se efectuará en 2023 y 2024.

Me parece que los avances que se puedan tener sobre el papel de la mujer en la institución como resultado del «caminar juntos como Iglesia» no serán tan rápidos como desearíamos. Se va a requerir de mucha paciencia. Como ya decía, la historia es un proceso y los procesos toman tiempo. Sin embargo, considero que una mayor inclusión del papel de la mujer en la Iglesia es inevitable para garantizar su permanencia. No sólo porque se luche por sus derechos como bautizadas, sino también por los orígenes del catolicismo, en el que las mujeres tuvieron un papel activo e importante dentro de las primeras comunidades cristianas. Las religiones tienden a mirar hacia sus orígenes y no sería la primera vez que desde Roma se quisiera recuperar el espíritu de aquellos primeros seguidores de Jesús, de esos hombres y mujeres que compartían por igual la Buena Nueva de lo que hoy llamamos Evangelio. 

Un comentario

  1. Excelente a difundir.
    Ex alumno de la UIA CDMX, egresado en otoño 1985, titulado en 1988, en la licenciatura en Ingeniería química, mis grandes maestros: Gabriel Anaya SJ, Oscar Bandini SJ, mi rector Ernesto Domínguez Quiroga SJ, (aparte colega), saludos

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