
Nuestra sociedad «occidental» está despertando —obligada un poco por las consecuencias devastadoras de nuestra explotación inconsciente de la naturaleza—, a la necesidad de repensar la manera como vivimos en este mundo.

El ser humano, desde que ha habitado en este mundo, se ha maravillado de él y se ha preguntado sobre su origen, sobre cómo funciona y cuál es el lugar que en él debe ocupar. Muchos pueblos antiguos

México es una nación multicultural, como lo reconoce la Constitución en el artículo segundo. Una parte mayoritaria de sus habitantes se ha educado en el seno de la cultura llamada moderna, hegemonizada por el pensamiento científico y técnico.

Gracias a mi trabajo y a los pueblos indígenas y campesinos de nuestro país he aprendido a querer otras tierras, otros territorios, sobre todo, he aprendido lo que significa protegerlos, preservarlos ante el despojo que buscan empresarios y gobiernos para llevar a cabo proyectos mineros, de hidrocarburos, infraestructura, monocultivos, entre otros.