Cine y vida eucarística

El Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Lumen Gentium nos dice que los fieles “participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, ofrecen a Dios Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella”. También nos dice que “todos tienen en la celebración litúrgica una parte propia” y “confortados con el cuerpo de Cristo en la sagrada liturgia eucarística, muestran de un modo concreto la unidad del Pueblo de Dios” (n. 11). En este mes de julio el papa Francisco nos invita a orar por una vida eucarística: “Oremos para que los católicos pongan en el centro de su vida la celebración de la Eucaristía, que transforma profundamente las relaciones humanas y abre al encuentro con Dios y con los hermanos”. A la luz de esta intención los invito a ver y comentar estas películas que tienen relación con la Eucaristía o celebraciones entorno a la mesa que transforman profundamente a las personas y favorecen un encuentro sagrado.

Chocolate de Lasse Hallström (Reino Unido, 2000, 121 min.)

La película nos remonta hasta el año 1959  -año en que el papa Juan XXIII sueña y anuncia la celebración de un concilio-, donde en un plano de vuelo somos llevados hasta una aldea gris y fría de la campiña francesa. En la iglesia del pueblo, a puertas cerradas, el sacerdote anuncia el comienzo de la cuaresma y exhorta al ayuno y a la penitencia. Desde el púlpito el sacerdote pregunta y se pregunta: “¿Dónde encontraremos la verdad? ¿Dónde se empieza a buscarla?”. En ese tiempo de cuaresma una mujer (Juliette Binoche, estupenda) y su hija llegan al pueblo y abren una chocolatería… Veamos con apertura de mente y corazón esta singular historia y comentemos lo que nos dice el papa Francisco en el capítulo séptimo Caminos de reencuentro en su encíclica sobre la fraternidad y la amistad social: “Las grandes transformaciones no son fabricadas en escritorios o despachos. Entonces ‘cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación’ ” (Fratelli tutti 231).  

Romero de John Duigan (EUA, 1989, 105 min.)

En esta película el actor Raúl Juliá nos ofrece quizá la mejor actuación de su carrera en el papel de monseñor Romero, cuarto arzobispo de San Salvador, pastor comprometido que en sus homilías dominicales denunció numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó públicamente su solidaridad con los pobres y las víctimas de la violencia política de su país. Monseñor Romero fue asesinado mientras celebraba la Eucaristía en una pequeña capilla. Algunos fieles se refieren a él como san Romero de América. Esta película nos hace pensar en los clamores del pueblo que escuchó monseñor Romero y la manera cómo ofrendó su vida por Dios y sus hermanos. Reflexionemos estas palabras que nos dice el papa Francisco en su exhortación apostólica sobre la santidad en el mundo actual: “las preguntas de nuestro pueblo, sus angustias, sus peleas, sus sueños, sus luchas, sus preocupaciones, poseen valor hermenéutico que no podemos ignorar si queremos tomar en serio el principio de encarnación. Sus preguntas nos ayudan a preguntarnos, sus cuestionamientos nos cuestionan” (Gaudete et exsultate, 44).

La Fiesta de Babette de Gabriel Axel (Dinamarca, 1987, 102 min.)

En una remota aldea de Dinamarca una afamada cocincera francesa prepara una cena muy especial a doce comensales con el premio de la loteria que acaba de ganar. Una de las películas favoritas del papa Francisco. Dejemos que él mismo nos la recomiende: “Puesto que estamos hechos para amar, sabemos que no hay mayor alegría que un bien compartido: «Da y recibe, disfruta de ello» (Si 14,16). Las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, en un anticipo del cielo. Cabe recordar la feliz escena del film La fiesta de Babette, donde la generosa cocinera recibe un abrazo agradecido y un elogio: «¡Cómo deleitarás a los ángeles!». Es dulce y reconfortante la alegría de provocar deleite en los demás, de verlos disfrutar. Ese gozo, efecto del amor fraterno, no es el de la vanidad de quien se mira a sí mismo, sino el del amante que se complace en el bien del ser amado, que se derrama en el otro y se vuelve fecundo en él” (Amoris laetitia, 129). Esta película nos recuerda la Eucaristía, la buena gracia o el regalo más especial donde Cristo mismo se nos da.

La cena de Ettore Scola (Italia, 1998, 124 min.)

Esta película, narrada en tiempo real, nos cuenta lo que sucede en las dos horas en que está la gente sentada en las mesas de un restaurante y toca variedad de temas. Aunque cada comensal permanece en su mesa, atendiendo su conversación privada, parece que en todo ese  espacio, que podemos llamar sagrado, se da una sinfonía. El concierto para flauta y arpa de Mozart en un plano secuencia es de antología. Reflexionemos estas palabras del papa Francisco sobre la memoria y la Eucaristía: “La memoria es una dimensión de nuestra fe que podríamos llamar ‘deuteronómica’, en analogía con la memoria de Israel. Jesús nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua (cf. Lc 22,19). La alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que necesitamos pedir. Los Apóstoles jamás olvidaron el momento en que Jesús les tocó el corazón: ‘Era alrededor de las cuatro de la tarde’ (Jn 1,39)” (Evangelii gaudium, 13).

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