
Acercarse a la espiritualidad por los verbos es siempre interesante. No se trata de una especie de doctrina o exposición que haya que hacer entrar en las limitadas geografías de nuestro pensamiento, siempre condicionado por nuestros marcos y patrones culturales e históricos.

Contemplo la imagen de Guadalupe, la que se recogió en una tilma de trabajador allá en el Tepeyac. En sus múltiples detalles no se esconde la fusión de elementos.

En la contemplación de las Dos Banderas, san Ignacio pide a Dios, como gracia: «conocimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para dellos me guardar…», para desde esa petición mirar la condición de nuestra historia, como campo donde nuestra ambición, afán de gloria y reconocimiento y deseo de poder pueden llevarnos a la más terrible perdición.

«Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo»

«En la vida y en la muerte, somos del Señor»

«Vengan, cantemos al Señor»

«En Dios solo descansa el alma mía»


