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Evangelio del domingo 17 de septiembre

«En la vida y en la muerte, somos del Señor»

SEPTIEMBRE

Domingo 17

  • Eclo 27, 33–28,9.
  • Salmo 102.
  • Rom 14, 7–9.
  • Mt 18, 21–25.

§ Nuestro corazón se revuelve de ira cuando ha sido ofendido. A veces la ira puede durar por años. Sin podernos aparentemente resistir, el corazón se tuerce sobre sí mismo y ya no se cree capaz de vivir fuera de esa trampa.

§ La palabra de Dios nos dice que no hemos sido hechos para esto, que no es la ira la última palabra que ha de buscar nuestro corazón. Nos recuerda que todavía podemos dar más, más de siete, más de setenta veces siete, que todavía podemos buscar lo que verdaderamente consuela y anima, que todavía podemos hacer posible, en nuestras relaciones, la resurrección.

§ Dejémonos sentir y pedir este don del Espíritu. Que nos ayude a soltar rencores, no para olvidarnos de lo vivido, sino para descubrir que todavía hay algo nuevo que construir. El Padre que resucitó a Jesús todavía trabaja en nuestros sepulcros, en el mío y en el de mi hermano y hermana, y todavía nos saca de ahí para que descubramos lo que puede repararse en el mundo para que sea, de verdad, el mundo de la resurrección. Pues «somos del Señor».

La declaración de Pablo, «en la vida y en la muerte, somos del Señor», es la piedra fundamental para vivir la invitación que Jesús nos hace al perdón. No hemos sido destinados a la ira, ni a la impotencia que la acompaña. Por el contrario, el Espíritu nos mueve a reconocer y creer que nuestra vida puede convertirse en perdón siempre, porque podemos seguir buscando cómo reparar los daños que nos hemos hecho, cómo exigir y exigirnos la corrección de los males, sabiendo que en cada uno de esos esfuerzos está el Resucitado dando testimonio de que nadie puede quitarnos la vida que nuestro Padre Dios nos concedió. Es con esa vida resucitada con la que perdonamos, sin olvidar lo que ha pasado en la historia, sino buscando siempre caminos de reconciliación y de reparación, porque nadie puede arrebatarnos el Espíritu que abre caminos nuevos, incluso en el sepulcro, para buscar ese mundo mejor. Levantémonos, pues, con Cristo y con todas las hermanas y hermanos que han vivido, en medio de tanta violencia, esa resurrección.  

Ilustración: ©Tzitzi Santillán
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