Un tiempo de adviento peculiar, pero familiar

El año pasado, 2023, pasé el tiempo de adviento en Filipinas como parte de una etapa de mi formación jesuita denominada Tercera Probación. Ésta es una etapa para confirmar el llamado a la vocación y sus inspiraciones fundacionales después de un par de años de la ordenación sacerdotal. Filipinas es una nación conformada por un gran archipiélago de islas (más de 7,000) en el océano Pacífico, al oriente de China.

Mi experiencia en Filipinas duró seis meses y fue fascinante. En este tiempo descubrí el llamado país asiático–latinoamericano: una mezcla de lo extraño y lo familiar, que combina elementos de las culturas asiáticas e hispanas. Lo hispano les viene como herencia de la ocupación española que experimentaron por más de 300 años, de 1521 a 1898. Durante este tiempo se estableció un vínculo comercial y cultural estrecho entre la Nueva España (México) y Filipinas, a través de la ruta comercial transpacífica del Galeón de Manila que viajaba entre Acapulco y Manila. Debido a esto, Filipinas es el país más cristianizado de Asia. Su devoción cristiana mayor es la del Cristo o Nazareno Negro, figura de un Jesús ennegrecido cargando la cruz en una de sus caídas. Este Cristo fue labrado en la Nueva España (México) y llegó a Filipinas en el Galeón de Manila. El 9 de enero, cada año, esta devoción aglomera millones de fieles en procesión por las calles de Manila, volviéndola caótica. Antes de esta fecha el instructor de la Tercera Probación nos advirtió: ¡Es mejor que no salgan ese día!

Para adviento colaboré por dos semanas en la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús en el pueblo de Conner —región o estado de Apayao—, en el casi extremo norte del país. Esta parroquia forma parte del llamado Vicariato Apostólico de Tabuk. Para llegar a Conner primero viajé en camión con otros compañeros jesuitas de Manila al pueblo de Tabuk, donde está la sede del Vicariato. De ahí, nos dispersamos a diferentes comunidades para nuestra experiencia de adviento. Recuerdo que lo primero que me llamó la atención conforme me aproximaba a Conner fueron los sembradíos de maíz. Hasta ese momento, y como es típico de todo Filipinas —y los países asiáticos—, sólo había visto campos de arroz. Ver el maíz me recordó, por supuesto, a México, y la conexión histórica y cultural entre nuestros países.

La pastoral de adviento en el pequeño pueblo de Conner fue viva e intensa. El centro de este tiempo litúrgico estuvo animado por un novenario de misas que en todo Filipinas se conocen como «Misas de Aguinaldo». El nombre al principio me intrigó y me pregunté si no se trataba de algo como las posadas en México. Fue interesante ir reconociendo un principio de fe inspirador común. Estas Misas de Aguinaldo tenían la peculiaridad de celebrarse muy de temprano, a las 4:30 am. Al principio me mostré algo escéptico: ¿quién va a venir a misa a esta hora? Pero la Iglesia estuvo siempre llena. Las Misas de Aguinaldo transcurrieron del 16 al 24 de diciembre. La Iglesia y cabecera parroquial era amplia, cabían unas mil personas. Al final de la misa había una familia encargada de repartir comida a toda la gente. Como en México, de la misa pasábamos a la mesa.

Generalmente he colaborado en una parroquia en la Sierra Tarahumara de Chihuahua, en un pueblo rarámurillamado Samachique. Ahí el frío intenso hace impensable una misa a las 4:30. Una vez celebré un bautismo a la una de la mañana durante una fiesta de velación y fue tortuoso, casi nos congelamos.

Al celebrar las Misas de Aguinaldo me venían estos recuerdos, y pensaba que al menos el clima de Filipinas, mayormente caluroso y tropical, no representaba ningún impedimento para reunirnos a esas horas. Conner es un pueblo de contexto rural, formado por diversas y pequeñas comunidades —algunas indígenas— dispersas. Había gente que venía de lejos para las misas y viajaban hasta una hora, lo que significaba que no dormían mucho en esos días. Tal vez sólo se recostaban un rato en la noche. Sin embargo, su honda devoción y fe los animaba y compensaba. Durante el tiempo de las Misas de Aguinaldo en Conner se respiraba una atmósfera de alegría y fraternidad.

Las Misas de Aguinaldo son un tipo de misas especiales denominadas votivas. Es importante apuntar que no tienen un texto especial dedicado en el Misal Romano universal, pero que, sin embargo, son reconocidas por la Iglesia y permite celebrarlas en Filipinas en lugar de las misas diarias del tiempo de adviento. Las Misas de Aguinaldo son, pues, una expresión particular y enraizada de la celebración de adviento en Filipinas. Estas misas también se celebraron en México, pero la tradición se perdió o tal vez transitó a la forma del novenario de las posadas. También estas misas dejaron de celebrarse en España, donde tuvieron su origen. En sí, su característica principal —desde sus inicios— fue como misas que debían celebrarse de madrugada y en torno al tema litúrgico de la Madre de Dios, María, expectante. Aguinaldo hace referencia a «regalo», pienso que en referencia al «regalo» de los reyes al niño Jesús recién nacido. La Misas de Aguinaldo preparan al pueblo filipino junto a nuestra expectante Madre María a la llegada del gran «regalo» de nuestra fe: Jesús.

Las Misas de Aguinaldo en Conner estimularon mi reflexión personal sobre cómo la cultura y la fe están íntimamente enlazadas. La fe no nace en un vacío hueco, sino dentro de culturas y modos de vida concretos. La cultura media y posibilita la expresión de la fe. En el caso de Filipinas, el tiempo de adviento se vive con profundidad y devoción a través de las Misas de Aguinaldo. De la celebración nocturna y velación se pasa al amanecer y el compartir de los alimentos. De la expectación se pasa a la realización; de la oración a la gracia. Al final, es una fiel vivencia de lo más fundamental de nuestra fe: por el nacimiento y encarnación Dios reestablece su alianza definitiva con su pueblo, alianza de salvación y liberación. Somos el pueblo elegido, salvado y amado por Dios; ¡ésta es nuestra esperanza!

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