Los acompañantes de la juventud no siempre saben lo que hacen, y eso es bueno

Así es, los acompañantes no lo saben todo, ni tienen todo resuelto, ni son ni deben ser perfectos. Un acompañante no debe sentirse como un profesor, sino como un amigo, que no intimide a los jóvenes para participar, sino que los anime; sabiendo que se verán recompensados al poder escuchar otros puntos de vista y expresar el propio. Que no haya incomodidad en mostrar nuestro lado más vulnerable, sobre todo en actividades un poco más intensas, compartir genuinamente para enriquecer.

Considero que esta primera idea también es pertinente desde un punto diferente, uno más logístico, pero que nos lleva a una de las cualidades que encuentro más valiosas en un acompañante: la improvisación. Y no es para insinuar que deben ir sin prepararse, sin duda es admirable la cantidad de planeación que hay detrás de un encuentro, pero hay momentos en los que lo mejor es dejar a un lado el guion y dejar que hablen los corazones. Moverse con elegancia dentro de la flexibilidad que los tiempos permitan para hacer de la experiencia una que rinda frutos en los participantes. Y a los jóvenes nos atrapa el dinamismo, así que evitar tiempos muertos y silencios confusos sin razón hace que estemos más dispuestos en las actividades.

Ese dinamismo es alcanzable por medio de creatividad y diversidad. A los jóvenes nos encanta movernos, correr, hacer equipos, que nos venden los ojos, estar expectantes a lo que viene. Y aún más cuando los acompañantes se integran a la actividad, reforzando el punto de que no se sientan como un profesor, sino como líderes, caminando junto con todos.

Una vez activados, y tras un rato de calma, se da una transición más amable a la reflexión, en la que toca aterrizar lo vivido. Puede ser desde una analogía, relacionar con la vida diaria, dar ejemplos de personajes, leer una historia, entre cientos de herramientas para dar un mensaje. Sobre este punto, veo valioso en un acompañante el estar al tanto de las tendencias juveniles, desde una nueva película popular hasta los trends de redes sociales o las noticias actuales de relevancia. Mirar con un punto de vista desde la religión, los valores, lo social… dando lugar a hacernos preguntas para reflexionar e interiorizar.

Como nos invita el papa Francisco: «Hay que estar atentos a no caer en la superficialidad y falsedad del mundo virtual». Que las y los acompañantes promuevan un pensamiento crítico, y discernimiento espiritual en los jóvenes. Si un joven ve algo malo, pero es algo que hacen sus amigos, familiares, influencers… ¿no lo repetirá él o ella también? Es importante que los acompañantes no olviden que ellos también fueron jóvenes de nuestra edad y pasaron por una etapa con retos similares, que vivieron experiencias de las que podemos aprender, y quizá hubieran querido que alguien les diera consejos cuando pasaron por esa fase.

En los encuentros, o retiros, no sólo son importantes las actividades, sino todo lo que pasa fuera de éstas también. El tiempo libre intensifica y enriquece la experiencia. Se debe dar libertad para que los jóvenes podamos tomar decisiones. Quizá ir con los amigos, descansar, comer, platicar con los acompañantes, conocer gente nueva. La apertura de los acompañantes a que un joven «lo moleste» ya sea para platicar, comer algo juntos, escucharlo, unirse al círculo, es algo que vale oro.

Es aquí donde resalta otro punto que considero fundamental: la coherencia. Que en su vida personal pongan en práctica los valores y la espiritualidad que están proclamando y no sea una simple máscara. De esa forma el acompañamiento se siente con mayor riqueza. No estás con un títere, estás con una persona humana, quien también está en constante búsqueda de Dios, viviendo un estilo de vida como tal. «No supongas que el bien o el mal que hagas permanecerá en secreto, por más encerrado que estés», dice santa Teresa de Jesús.

Es increíblemente enriquecedor cuando se forma una amistad con un acompañante. Haber tenido una conexión lo suficientemente fuerte como para quererse seguir viendo, que no se quede en el encuentro. Claro que ya pasa a una amistad, donde la cosa es bilateral. El acompañante ya no tiene necesariamente un compromiso con el joven. Sin embargo, para mí es sumamente valioso contar con ese tipo de pilares, de ejemplos de seguir a Dios en la vida.

El círculo de la mayoría de jóvenes se compone de personas superficiales, donde sólo se habla de fiesta, vanidades en general; pero cuando nos rodeamos de personas profundas, interacciones fructíferas, valores, ejemplos de vida, trabajo, etcétera, entonces comenzamos a adoptar estos comportamientos, y pasan a tener un impacto en los demás ámbitos. Es un beneficio integral, no únicamente espiritual. Si algo puedo decir, sin temor a equivocarme, es que las amistades en Cristo se caracterizan por ser longevas, genuinas, y completas.

Para concluir, algo que aprecio mucho en los acompañantes es la transparencia, ser abierto con la vida personal. Lo digo porque, desde mi experiencia como joven, al escuchar sobre sus vivencias, las diferentes etapas que lo marcaron, trabajo duro, procesos emocionales por los que pasó, problemas a los que se tuvo que enfrentar, momentos en los que se aferró de Dios y seres queridos, cuando mejoró su autoconocimiento, cómo vive y desarrolla vínculos de amistad o pareja… me resulta admirable, y son mi referencia para cuando se me presentan retos. Recuerdo que ellos pudieron, sin importar si caemos derrumbados en las tinieblas. Sus testimonios tienen un gran impacto en los jóvenes, incluso cuando éstos no se los expresen directamente. Me incitan a que, algún día, pueda ser yo esa inspiración para un joven perdido, en búsqueda de un modelo a seguir.

Yo aún tengo presentes a aquellos acompañantes que me han guiado en mi camino de fe, por su nombre. Y vaya que han sido muchos, pero todos han dejado su granito de arena para formar la persona que soy ahora. Sin mencionar que fueron intercesores para que conociera a muchos más jóvenes, a quienes considero grandes amigos y me han dejado grandes aprendizajes, oportunidades y recuerdos inolvidables.

Gracias, acompañantes, por ser otro Jesús en la Tierra y dejarlo todo en la cancha, incluso si realmente no sabían lo que hacían.


Foto de portada: Cathopic.

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