«Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya»
MAYO
Domingo 12
- Hech 1, 1–11
- Sal 46
- Ef 4, 1–13
- Mc 16, 15–20
§ En este Domingo de la Ascensión del Señor la liturgia de la Palabra propone el comienzo del libro de Hechos de los Apóstoles, precisamente porque narra la ascensión del Señor. Este prólogo, retomando puntos clave, vincula ese libro con el Evangelio de Lucas. Un tema central es el énfasis en la acción del Espíritu Santo, y en este caso como promesa. El Espíritu Santo será el protagonista del tiempo de la Iglesia posterior a los misterios pascuales de Jesucristo. La promesa de ser bautizados con el Espíritu Santo se ha realizado, puesto que nosotros participamos ya de ese bautizo, y confiamos en su presencia vivificante en el mundo y la Iglesia.
§ En la Carta a los Efesios el apóstol Pablo exhorta a la unidad en el Espíritu en medio de nuestro realismo cotidiano. Una unidad que tiene su fuente y fin en «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos». Además, la unidad en el Espíritu se da en la pluralidad y diversidad de pueblos y personas, sirviéndose de diferentes ministerios en el trabajo por el Reino de Dios.
§ En ocasiones la ascensión del Señor Jesús, que presenta el Evangelio, podría hacernos sentir que se aleja de nosotros, ya que subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios Padre; sin embargo, es precisamente esa ascensión que lo vuelve radicalmente más cercano de nosotros, puesto que se consuma su victoria decisiva sobre la muerte y el pecado. Los apóstoles, en esa convicción de su cercanía, salieron a predicar en todas partes, y el Señor seguía cooperando y confirmando su mensaje en aquel tiempo que se prolonga hasta nuestros tiempos actuales.
La ascensión del Señor Jesús es precisamente su más radical cercanía a nosotros en su victoria sobre la muerte y el pecado, una victoria abierta a su consumación definitiva al final de los tiempos. La ascensión de Jesucristo también es manifestación de la consumación de la salvación de Dios por su encarnación, así como la fe y esperanza de que está con nosotros por medio de su Espíritu en la profundidad del Padre.