A doce años del inicio de su pontificado, siete jesuitas reflexionan sobre el impacto del papa Francisco en su camino personal como seguidores de Jesús, compartiendo cómo su liderazgo ha inspirado y transformado su vocación de fe.
En la entrega de hoy Aluico Yoglar Esparza Alvarado, S.J., Juan Carlos Zavala Jonguitud, S.J., y Manuel Roa, S.J., comparten sus experiencias y revelan cómo el ejemplo de humildad y cercanía de Francisco ha dejado una huella profunda en su manera de vivir el Evangelio y servir a los demás.
Francisco, el 10 de la Iglesia
Hay muchas maneras de describir el papado de Francisco a doce años de su elección, pero hay una en especial que sirve como «mirilla» para describir su liderazgo: el fútbol.
Su amor por el fútbol no es casualidad. Como buen hincha del San Lorenzo de Almagro, el lenguaje futbolero de Francisco es el lenguaje de su misión y liderazgo. Francisco decía que el deporte «es una medicina para el individualismo de nuestras sociedades, que a menudo genera un yo aislado y triste». Para Francisco la vida es un partido que se gana jugando en equipo, con fair play y con la mirada siempre en el otro, en el prójimo. Francisco ha sabido leer los signos de los tiempos, impulsando una Iglesia más cercana, más compasiva y comprometida con los desafíos del mundo, desde la ecología hasta la justicia social.
A doce años de su elección Francisco sigue siendo un jugador «impredecible», saliendo siempre del protocolo y capaz de sorprender con jugadas audaces y gestos que rompen esquemas. Pero, sobre todo, para mí es el 10 de la Iglesia, un líder que nos ha enseñado que el verdadero triunfo no está en el poder, sino en la capacidad de amar, servir y construir un mundo donde nadie quede fuera del equipo. Para el papa futbolero la fe no es un espectáculo, no es algo que se mira desde la banca, sino un partido en el que se suda la camiseta con el corazón.
Con la humildad de quien prefiere el transporte sencillo y la cercanía de un abrazo, Francisco ha revolucionado la imagen del papado. No necesita un trono para inspirar; le basta una sonrisa, una palabra de aliento o un gesto inesperado, como lavar los pies de refugiados o abrazar a personas con discapacidad. Es el papa que ha bajado del pedestal para caminar entre la gente, recordándonos que la Iglesia no es una fortaleza inexpugnable, sino un hospital de campaña para los heridos.
Anécdota. En 2022 tuve el regalo de conocer al papa Francisco en Roma en un encuentro internacional de Hermanos jesuitas convocado por el padre general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa. En ese momento tuve la oportunidad de hacerle unas preguntas, una de ellas fue: «Santo Padre, usted sabe que recientemente asesinaron a dos de nuestros hermanos jesuitas en la Sierra Tarahumara, México: Javier y Joaquín. ¿Qué mensaje de aliento nos puede dar a los jesuitas de México?» Su respuesta fue breve: «¡Echen pa’ delante! no tengan miedo… no tengan miedo». Su corta respuesta, pero cargada de fraternidad, me dejó esperanzado y motivado a «seguir jugando», era como si ahora el equipo tuviera dos jugadores menos y él como buen capitán nos animaba a seguir jugando, a seguir luchando por un mundo más justo y fraterno.
Hno. Aluico Yoglar Esparza Alvarado, S.J.
Originario de Guadalajara, Jalisco. Ingresó a la Compañía de Jesús en 2013 y es jesuita Hermano. Estudió Ciencias de la Comunicación y actualmente cursa una maestría en Teología. Como jesuita Hermano, encuentra alegría en acompañar a los jóvenes y descubrir a Dios en sus sueños y luchas. La fotografía callejera es su «hábitat natural» porque le permite expresar y capturar la vida desde otro lenguaje.
«Su pontificado me ha impulsado a seguir comprometido»
Al pensar lo que significa Francisco para mí, me gusta recordar el momento en el que recibí la noticia de su nombramiento. No era jesuita ni pensaba serlo, tampoco pensaba que un nuevo papa tuviera algo que ver conmigo. Aquel día estábamos reunidos en el encuentro de Diáconos Permanentes Indígenas en Guadalupe Paxilhá, Chiapas, yo estaba haciendo un año de voluntariado con comunidades indígenas de la Selva Lacandona.
En ese momento no lo sabía, pero aquella casualidad se convirtió en vocación. Porque al rezar en Lampedusa por los migrantes que mueren en su camino, al nombrar religiosas, laicos y laicas en el gobierno del Vaticano, al orar en una plaza de San Pedro vacía durante la pandemia o al denunciar la cultura del descarte y la crisis socioambiental, su pontificado me ha impulsado a seguir comprometido con aquello que me atrapó el corazón.
Con los pobres, en una Iglesia sinodal, tomándome en serio la vida y buscando una sociedad más justa y solidaria. Así me encontró Francisco, y contemplarlo ha sido un recuerdo constante de que eso justamente es lo que constituye nuestra misión.
Juan Carlos Zavala Jonguitud, S.J.
Jesuita mexicano, es licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el ITESO. El trabajo con los pueblos originarios, la música y el acompañamiento a jóvenes son pasiones que han marcado su vida en la Compañía. Actualmente cursa estudios de Teología en Belo Horizonte, Brasil.
«Francisco, nos invita a no desanimarnos»
«No se dejen vencer, no se dejen engañar, no pierdan la alegría, no pierdan la esperanza, no pierdan la sonrisa, ¡sigan así!». Estas palabras que el papa Francisco pronunció en Bogotá, Colombia, en 2017, expresan algo distintivo de su persona y expresan a mi parecer uno de sus deseos más profundos para la Iglesia de hoy. De hecho, su autobiografía se titula precisamente Esperanza, y parece ser la síntesis de su vida y misión. Sin negar u ocultar las crisis internas en la Iglesia y los desafíos presentes, las guerras y las injusticias en el mundo, Francisco, en estos doce años de pontificado, nos invita a no desanimarnos y a creer que las cosas pueden ser distintas si aprendemos a ver «desde el corazón», como lo presenta en la última encíclica «Nos amó» (Dilexit nos). Esto significa experimentar la gracia de la esperanza que nos impulsa a no dejar de soñar en un mundo nuevo y a ponernos en movimiento para descubrir juntos y en diálogo las mejores respuestas a la realidad actual.
Con respecto a la alegría, es importante recordar que uno de los primeros escritos de Francisco fue precisamente «La alegría del Evangelio», Evangelii Gaudium, en el que nos ha recordado la constitutiva dimensión de gozo y alegría en la vivencia y anuncio del Evangelio. Ahí habló también sobre la «Iglesia en salida», es decir, la Iglesia con puertas abiertas e impulsada por el Espíritu para llegar a todos sin excepciones, sobre todo, llegar a las periferias humanas. Esta «Iglesia en salida» es uno de los aspectos que más me inspiran de Francisco, porque desde su simplicidad y sencillez de vida nos invita y enseña a comprender la dinámica misionera como un «caminar junto al pueblo de Dios» en sus sufrimientos y esperanzas.
Un segundo aspecto que me inspira de Francisco es verlo como un hombre de oración, discernimiento y en constante contemplación y acción. Esto se refleja en su estilo de vida, su ritmo de trabajo, en sus gestos hacia los demás y en la profundidad de sus palabras proféticas que siempre tienen una dimensión de sabiduría y de consuelo. El pontificado de Francisco representa por tanto una esperanza para las personas descartadas de la sociedad y esperanza para quienes creemos en el diálogo y en la fraternidad universal como el mismo sueño de Dios para toda la humanidad.
Manuel Roa, S.J.
Jesuita mexicano nacido en el desierto de Baja California Norte y misionero en el sur de la Selva de Chiapas. Actualmente estudia Teología.
Foto de portada Cathopic.