Los Sacramentos, ubicación en la Teología
Constituyen un tratado especial en el conjunto de los estudios teológicos. Durante la experiencia que se fue haciendo, de reflexionar sobre nuestra fe, durante la que se fue «haciendo Teología», fueron surgiendo cuerpos doctrinales, resultado de las investigaciones sobre temas diversos. Y así nacieron la Eclesiología, la Cristología, la Pneumatología, la Historia de la Iglesia, los cursos de Sagrada Escritura, la Mariología, la Patrística, los Sacramentos. Estos cuerpos doctrinales se organizaron como «tratados» y formaron lo que fue el programa de estudios teológicos, que se ha ido completando y perfeccionando en los últimos años, particularmente después del Concilio Vaticano II.
Durante mucho tiempo (siglos), equivocadamente, la teología conservó un estilo argumentativo, es decir, hablaba a la inteligencia de las personas —y no al corazón—, y trataba de convencerlas de la verdad religiosa. Pero no tuvo mucho éxito, pues además se dirigía a creyentes ya convencidos. Se intentaba que las grandes verdades y misterios de la fe fueran aceptados intelectualmente, sin considerar si habían tenido efecto alguno en la vida y el corazón de los creyentes. No se había caído en la cuenta de que la verdad religiosa no es una verdad abstracta, sino una experiencia vital.

Foto: Cathopic
¿Qué es un sacramento?
Los sacramentos son signos de vida. Nuestra vida ordinaria y cotidiana está poblada de sacramentos, vivos y verdaderos. Las cosas que nos acompañan cada día se van transformando para nosotros y van dejando de ser «cosas». Tienen algo que decirnos. Son signos que parecen hablar, porque contienen y expresan la vida. Si tuviéramos la capacidad de captar la luz que ilumina las cosas podríamos oír su voz. Pero nos falta la capacidad contemplativa, como a la mayoría de nuestros contemporáneos.
El sacramento es fundamentalmente un encuentro entre Dios, que desciende a nuestro horizonte, y el ser humano, que asciende hacia Dios. En la Iglesia primitiva la palabra sacramentum expresaba una actitud de compromiso serio, al grado de que quien recibía el bautismo aceptaba el compromiso del martirio. El rito, sin el compromiso que supone, es simple magia y una mentira delante de la comunidad y de Dios.
Nosotros podríamos leer el mensaje que el mundo lleva en sí mismo, que está escrito en todas las cosas, si desarrolláramos más el sentido de lo simbólico; entonces podríamos descubrir el mundo como el gran sacramento de Dios. Desgraciadamente, hemos dejado que nuestros ritos —celebraciones de los sacramentos— pierdan su «brillo» y que vayan quedando opacos, esclerotizados y «momificados», y que digan poco al hombre contemporáneo. Necesitan ser explicados, y si esto es así, ¿qué clase de signos son? El mundo humano, el nuestro, es un mundo simbólico, cargado de significado. Por eso, los objetos con los que convivimos se van volviendo sacramentos, en nuestra convivencia diaria, los vamos ‘conquistando’ y vamos descubriendo su significado. Su inserción en nuestra vida los recrea simbólicamente. Su participación en nuestras experiencias, los ‘humaniza’, pareciera que los hace hablar nuestro lenguaje.
En palabras de Leonardo Boff en Los sacramentos de la vida y la vida de los sacramentos:
«El cristianismo se entiende a sí mismo, ante todo, no como un sistema arquitectónicamente organizado de verdades salvíficas, sino como la comunicación de la vida divina en el interior del mundo … Las cosas son portadoras de salvación y de un misterio. Por eso son sacramentales … La materia no es solo objeto de la manipulación y de la posesión del hombre. Es portadora de Dios y lugar de encuentro de salvación. La materia es sacramental».
Nuestro lenguaje de la religión y del sacramento revela cuál es nuestra concepción del sacramento. Este no es solo descriptivo, sino principalmente evocador. Narra un hecho, una intervención de Dios, algo que evoca la salvación. Es muy notable, por ejemplo, el gran evento narrado en el Éxodo, que se menciona, una y otra vez, a lo largo de la historia bíblica: la liberación de la esclavitud de Egipto, que constituye el evento principal de la historia de Israel, el dogma número uno de su Credo. La mención de una montaña evoca a Dios, llamado «Roca» en los salmos: solidez, firmeza.
En la recuperación de la riqueza religiosa contenida en el universo simbólico y sacramental que teje nuestra vida cotidiana tenemos un llamado a la educación cristiana, que es un verdadero reto: ¿qué tenemos que hacer para introducir a las nuevas generaciones en el mundo sacramental? En los ritos más elementales de la vida nos encuentra la gracia: la carta de un amigo, un regalo de Navidad, una mirada suplicante, una canción, una reunión de amigos. Y vamos descubriendo que el mundo es sacramento de Dios.






