En julio pasado se clausuró el Año Ignaciano, un año en el que se conmemoró la conversión de Ignacio de Loyola. El aporte de la editorial Buena Prensa para esta conmemoración fue la publicación de varios folletos con el objeto de dar a conocer la vida y obra del fundador de la Compañía.
Muchas personas piensan que este mundo en el que habitamos es un valle de lágrimas, un lugar transitorio en donde ya nada se puede hacer, por eso, atrapadas por el desaliento ponen sus ojos en la vida eterna, porque ésta parece la única salida, la única solución.
En torno a la figura de Jesús y su mensaje han corrido tantos ríos de tinta y se han hecho tantas interpretaciones que no nos alcanzarían todos los libros de la historia para abarcarlas. Sin embargo, podemos encontrar hallazgos, palabras nuevas, otras ópticas que nos mueven a acercarnos al Hijo de Dios.
Luis García Orso, S.J, miembro del comité editorial y articulista de nuestra revista, quien, nos regala una mirada amorosa e incluyente sobre un tema muy controversial en la actualidad: la comunidad LGBT+
Una de las facetas de la espiritualidad ignaciana es la de contribuir a la formación integral de los seres humanos y a partir una amplia gama de aspectos que incluyen desde un profundo discernimiento de la propia individualidad, hasta el liderazgo puesto al servicio a los demás.
Muchos de nuestros lectores saben que se está celebrando el año ignaciano, pero no conocen exactamente los eventos a partir de los cuales se estableció esta conmemoración.
En la actualidad y debido a la tecnología se han abierto nuevas ventanas para tener una experiencia más globalizada, incluso más amplia de los marcos y conceptos religiosos.