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En la actualidad y debido a la tecnología se han abierto nuevas ventanas para tener una experiencia más globalizada, incluso más amplia de los marcos y conceptos religiosos. Todo esto es posible gracias a que recibimos mucha información, casi de manera instantánea, lo que nos otorga más armas para cuestionarnos lo tradicional y establecido y a resignificar la esfera espiritual contemporánea. 

El mundo líquido en el cual vivimos, nos ha borrado las fronteras y nos enfrentamos a propuestas diferentes como la de la interespiritualidad y la de los nuevos monasticismos, que tal vez para nuestros lectores suenan demasiado novedosas, pero que sin embargo, hay que aclararlo, tienen su anclaje en muchas de las tradiciones cristianas. 

Estas dos vertientes son presentadas de manera bien documentada, pero sencilla, en el Manifiesto interespiritual para la vida contemplativa en el siglo XXI, un ejemplar que llegó a nuestro «Librero», vía internet, gracias a Francisco Rafael de Pascual, monje cisterciense y también traductor de la obra. 

Entendamos primero lo que es un manifiesto. En términos comunes no es más que un texto breve, elaborado por un movimiento artístico o político para presentar y defender una serie de ideas, consideradas normalmente revolucionarias frente al establishment ideológico, en el caso de este libro, frente a lo religioso. 

Sus autores Adam Bucko, un pastor episcopal que combina el alzacuellos con las rastas y Rory McEntee, filósofo y activista social, elaboraron este Manifiesto a partir de dos premisas importantes. 

La interespiritualidad, como la primera, nos refiere a la profunda experiencia, independientemente de los marcos religiosos, de la búsqueda auténtica y genuina de la Divinidad, como una fuente común de donde beben todas las creencias. Esta experiencia nos lleva no sólo a respetar sino también a venerar lo sagrado en otras tradiciones. La interespiritualidad ha podido encontrar que más allá de las etiquetas, subyace un paradigma místico, origen de todas las religiones, y ha descubierto que cada senda espiritual, cuando es genuina, nos puede abrir un horizonte mayor y único para la comprensión de Dios. Un aspecto ya desarrollado por jesuitas como Javier Melloni y Enomiya-Lassalle. 

La segunda premisa nos remite ineludiblemente a Ignacio de Loyola, sabemos que un aspecto de su espiritualidad es la contemplación, sobre todo la de ciertos pasajes de la vida de Jesús, una contemplación que practicada con regularidad, nos podría conducir a presentarle al Señor nuestra desnudez espiritual, vacía de ruidos exteriores y de los filtros que muchos contemplativos han llamado «el falso yo». Sin embargo, no todas las personas están realmente entrenadas para hacerlo. 

Muchos sienten que dedicar un tiempo en silencio para estar en la presencia de Dios es una cosa para monjes y monjas, pero según los autores del libro, no se trata de encerrarse en un claustro, sino de hacer que el mundo, el mundo en sí mismo se convierta en un enorme claustro. 

Eso es el nuevo monasticismo. En el que no se trata de que entendamos la vida contemplativa como una suerte de «quietismo», que no involucra acción alguna y que se centra únicamente en nuestro bienestar propio, olvidándonos de lo que pasa afuera, porque entonces, no estaríamos encontrando «a Dios en todas las cosas», a ese Dios que nos mueve a construir su Reino frente a las asimetrías de nuestra sociedad.

Adam Bucko y Rory McEntee señalan que la práctica contemplativa involucra todos los aspectos de la vida, desde la transformación social —con aspectos como la ecología, la inclusión de las mujeres y los marginados, el respeto y la valoración de tradiciones religiosas diferentes— hasta el encontrar un camino hacia uno mismo y el descubrimiento de Dios en él. 

De ahí que los «nuevos monjes» desapegados de su falso yo, y desde una dimensión contemplativa, se abran para participar en la vida y la sabiduría que Dios devela en el silencio y que, como consecuencia lógica nos movería a la compasión y al servicio a los demás. 

Para concluir, me gustaría presentar los votos para el nuevo monasticismo según Mc Entee y Bucko:

  1. Me comprometo a comportarme y vivir de acuerdo con toda mi capacidad ética y moral. 
  2. Me comprometo a vivir en solidaridad con el cosmos y con todos los seres vivos. 
  3. Me comprometo a vivir en profunda no violencia. 
  4. Me comprometo a vivir en humildad y a recordar a los muchos maestros y guías que me han ayudado en mi camino espiritual. 
  5. Me comprometo a abrazar una práctica espiritual diaria. 
  6. Me comprometo a cultivar un autoconocimiento maduro. 
  7. Me comprometo a vivir una vida de sencillez y simplicidad. 
  8. Me comprometo a llevar una vida de servicio abnegado y de acción compasiva. 
  9. Me comprometo a ser una voz profética en mi trabajo por la justicia, la compasión y la transformación del mundo.
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