¿Es posible medir con objetividad la pobreza de un país? ¿Qué nos dicen realmente los estudios estadísticos que publican periódicamente organismos como el Banco Mundial, el Inegi, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, entre otros? Pero, sobre todo, ¿cómo abordar estos datos desde una perspectiva de Derechos Humanos?
Sin duda se trata de un tema complejo, sujeto a los vaivenes de los debates sociales, políticos, filosóficos y científicos, lo cual, nos obliga a evaluar cualquier sistema de cálculo estadístico con mirada crítica.
Coneval informa que, entre 2020 y 2022, 8.9 millones de mexicanas y mexicanos salieron de la pobreza. Esto, principalmente, debido a un aumento de los ingresos monetarios, que puede explicarse por tres causas: 1) el crecimiento de las remesas (con un récord de 58 mil 497 millones de dólares en 2022); 2) el aumento del salario mínimo, y 3) el impulso de programas sociales como Sembrando Vida, la Pensión para el Bienestar de Adultos Mayores y Jóvenes Construyendo el Futuro.
Esta es una buena noticia, que hay que celebrar. Simultáneamente, como han señalado voces expertas, este dato debe cotejarse con otros. Buena parte de los ingresos que han aumentado ahora deben gastarse en medicamentos y atención médica privada, ya que la carencia en el acceso a los servicios de salud aumentó en 23.5%. A su vez, el acceso a la alimentación nutritiva tuvo una caída de 3.7%. Y lo que es insoslayable: la población en situación de pobreza extrema se incrementó, entre 2016 y 2022, de 8.7 a 9.1 millones.
Lo que estas cifras nos dicen es que el aumento de las transferencias directas no significa, necesariamente, un sostenido incremento en el bienestar y en la calidad de vida; es decir, que aún falta un largo camino por recorrer para hacer frente a la pobreza en clave de derechos humanos. Desde este enfoque, la pobreza debe ser entendida como un fenómeno integral que afecta a la dignidad de las personas en áreas vitales como la seguridad, la igualdad de oportunidades, la no discriminación y la garantía de los derechos sociales. Porque, ¿se elimina la pobreza cuando el apoyo brindado por un programa social se emplea en pagar la cuota de un familiar secuestrado? ¿Cumple su propósito una beca si al día siguiente no hay opciones laborales? ¿Se revierte la marginación cuando un gasto catastrófico en salud puede dejar a una familia en el desamparo? ¿Es satisfactoria una mayor abundancia material cuando se vive con miedo?
En los últimos días, figuras públicas de todos los bandos han argumentado en contra y a favor del gobierno con base em los datos presentados por Coneval. En la mayoría de los pronunciamientos se elige una cifra parcial para dar un dictamen absoluto. Las buenas noticias deben reconocerse, sin dejar de recordar que, para generar cambios de fondo, éstas tienen que desembocar en políticas públicas duraderas basadas en la garantía de derechos y la construcción de instituciones sólidas.
Esto nos obliga a reconocer que —mientras no sepamos dialogar, mientras perviva la violencia, mientras perduren las desigualdades, mientras seamos incapaces de solidarizarnos con las demás personas y mientras sigamos luchando por defender sólo nuestros propios intereses y opiniones— descubriremos que somos todas y todos, sin excepción, una pobre democracia, todavía.
Imagen de portada: Lucidwaters-Depositphotos
2 respuestas
Muy interesante artículo y estoy de acuerdo, la desigualdad ó igualdad se debe medir de manera integral, incluyendo no solo los aspectos económicos, si no también sociales, educativos, salud, seguridad, etc.
Me parece que es muy difícil tener datos verdaderos, claros y confiables y por ello difícilmente la mayoría de las personas no quieren asomarse a realidades que los puedan comprometer