«Perdónanos, Señor, y viviremos»
JUNIO
Domingo 9
- Gén 3, 9–15
- Sal 129
- 2 Cor 4, 13–5, 1
- Mc 3, 20–35
§ En el libro del Génesis Dios nos revela que incluso cuando pecamos y nos escondemos en nuestra vergüenza, queriendo ocultar nuestra desnudez, ahí está Él con su misericordia. Dios se presenta a nuestra conciencia no acusándonos, sino llamándonos, interpelándonos y preguntándonos sobre nuestro pecado, para así iniciar un camino de arrepentimiento que conduzca a experimentar su perdón que es vida: «Perdónanos, Señor, y viviremos».
§ En la Segunda Carta a los Corintios Pablo recuerda que el hecho de hablar para anunciar el Evangelio, de proclamar la fe en Jesucristo, es gracias al Espíritu que habita en cada creyente, de manera especial durante persecuciones que él mismo padece. Pablo expresa una fe inquebrantable, en la cual nada lo separará de Cristo, ni la muerte misma, puesto que Dios lo recibirá en una morada eterna. En este pasaje hay una invitación a centrar la atención en lo que conduce a la vida plena, a la vida eterna, a lo que permanece, que, en definitiva, es el amor.
§ El pasaje del Evangelio de Marcos, por una parte, presenta que mucha gente acude a Jesús para ser ayudada, curada, liberada de espíritus malignos. Por otro lado, los escribas buscan destruir, desacreditar, acabar, cortar de tajo, su actividad; por eso levantan contra él una acusación gravísima, la calumnia de estar poseído por un espíritu inmundo, de estar poseído por Satanás, del que recibe el poder para expulsar demonios. Jesús desenmascara su calumnia con parábolas, para luego decretar que ese pecado contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón, porque es precisamente por la acción y fuerza del Espíritu que obra.
En la familia hay vínculos muy grandes, por eso Jesús, además de su familia, crea una nueva familia que se constituye por el cumplimiento de la voluntad del Padre. La familia de hijos de Dios en el Hijo, Jesucristo.
