«Revestidos de Cristo somos llamados a asumir la Cruz de Cristo».
Junio
- Zac 12, 10–11;13,1
- Sal 62
- Gal 3,26–29
- Lc 9, 18–24
§ Hoy san Pablo nos recuerda que por la fe en Cristo todos somos hijos de Dios, por lo que es absurdo discriminar a los otros. El Señor nos invita a reconocer en el otro a nuestro hermano que tiene la misma dignidad que nosotros. Es bueno recordar que con el bautismo hemos sido revestidos de Cristo: «Ya no se distinguen si somos de México o de otro país, morenos o güeros, ricos o pobres, hombres o mujeres, porque todos somos uno en Cristo». Nuestras diferencias no son para provocar discriminaciones o rechazarnos los unos a los otros, sino para ser un solo cuerpo unido en Cristo, por Cristo, para así colaborar en su misión.
§ ¿Quién decimos que es Jesús? Pedro, en el Evangelio, en su caminar como discípulo, confiesa su fe diciendo que Jesús es el Cristo. Pero delante de esa confesión Jesús alerta a sus discípulos con el anuncio de su pasión, es decir, que será rechazado y que tendrá una muerte en cruz. Aquéllos que desean seguirlo también deberán asumir su cruz cada día. Podemos preguntarnos: ¿aun así nuestra fe nos alcanza para confesar que Jesús es el Cristo y seguirlo? Revestidos de Cristo somos llamados a asumir su cruz.
Asumir la cruz de cada día no es sólo asumir lo que implica dificultad para mí. Tomar nuestra cruz es asumir la cruz que se nos impone por amar a Cristo y a nuestros hermanos. Nuestra cruz surge de optar por Cristo.
