«¡Qué bueno es darte gracias, Señor!»
JUNIO
Domingo 16
- Ez 17, 22–24
- Sal 91
- 2 Cor 5, 6–10
- Mc 4, 26–34
§ El Libro de Ezequiel, a través de este pasaje expresado con un bello lenguaje metafórico, invita a la esperanza sobre una futura restauración de Jerusalén. En su parte segunda este texto también evoca el modo peculiar de la actuación de Dios —que recuerda el canto de Ana, el Magnificat y a Jesucristo— en Lucas, con «El que se ensalza será humillado, el que se humilla será ensalzado».
§ San Pablo, en la Segunda Carta a los Corintios, reconoce que nuestra vida, incluso llena de confianza, está aún en búsqueda de aquello trascendente o divino que ahora sólo lo podemos tener como anticipación en la ambigüedad de la historia. En este sentido, nuestra vida mortal no es definitiva, sino que nos invita, en la fe, a abrirnos a la confianza y esperanza de la gloria.
§ Jesús, en los Evangelios sinópticos, no nos dice qué es el Reino de Dios, sino que nos dice cómo es el Reino a través de parábolas. El Reino de Dios como presencia activa de Dios en nuestra historia tiene tal excedencia de significado y realidad que es indecible con una definición. En este sentido, definirlo sería mutilar la voz de Dios, su Palabra, que es siempre nueva y viva en todos los tiempos.
Así pues, dejémonos tocar por estas parábolas a través de las cuales Jesús nos atrae hacia Él. Por una parte, hacia Él, que es el Reino de Dios hecho persona, humanidad, carne, y, por otra, hacia el reinado de Dios que va llegando y afirmándose en nuestra historia presente y por venir. Esto en la vida y obras de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.