«Escúchame, Señor, porque eres bueno».
Julio
- Deut 30, 10–14
- Sal 68
- Col 1, 15–20
- Lc 10, 25–37
§ En la primera lectura el libro del Deuteronomio nos muestra la importancia que tiene el corazón para el pueblo judío. Del corazón brota la vida y la acción, por ello es necesario sintonizar la vida en su totalidad con el profundo palpitar del corazón: «Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas». Es la palabra que brota de un corazón sincero y transparente la que permite seguir la voz de Dios y llevar a cabo las obras que nos invita a realizar en la historia.
§ A partir de esa conexión de uno mismo con el corazón de Jesús es posible conectar con la comunidad más amplia que es la Iglesia. Pablo nos recuerda que Cristo es la cabeza del cuerpo, su Iglesia. La invitación del día de hoy es a ser una comunidad de seguidores que sepamos escuchar lo que brota en la intimidad del corazón.
§ Por ello, el evangelio de Lucas pone de relieve cómo la misericordia tiene un lugar preponderante en nuestra conexión con el prójimo. El samaritano, un extranjero enemistado, se detiene en el camino y mira con transparencia el dolor del hombre caído por el asalto del mal. Experimenta compasión que brota de su corazón. Es desde esa compasión que es posible tejer la Iglesia de Cristo; desde esa compasión podemos fraguar la alegría del evangelio para construir una humanidad nueva donde la conexión con el corazón de Cristo sea el centro de nuestra humanidad. Jesús, al final del relato, le dice al doctor de la ley: «Ve, y haz tú lo mismo».
Qué el corazón de Jesús sea nuestra guía y apoyo para levantarnos en los momentos en que como Iglesia caigamos por el camino.
