«Su amor a los hombres, Él nos salvó».
Enero
- Is 40, 1–5.9–11
- Sal 103
- Tito 2,11–14;3,4–7
§ Isaías nos recuerda la orden del Señor de consolar a su pueblo, preparar el camino y alzar la voz. Se nos pide anunciar y comunicar el cumplimiento de las promesas de redención y de paz a los más pequeños, representados por corderitos recién nacidos y sus madres. El Señor nos demanda participar enderezando lo torcido y allanando lo escabroso en nuestro interior y exterior.
§ San Pablo nos dice que efectivamente participamos llevando una vida justa y sobria, más sin olvidar que para el cristiano se trata de una vida conducida por el Espíritu. Desenreda el engaño propio del esquema de méritos que provoca la decepción en las capacidades del hombre. Esto desemboca en asignar el mismo valor de nuestros deseos profundos que a los superficiales y a tener o no una religión fundamentada en el amor de Dios.
§ Lucas nos muestra que nuestro fundamento se halla en el amor de Dios por el hombre. Es un Dios Trinitario que ama tanto a los seres humanos que participa de su historia. El Padre se manifiesta y el Espíritu Santo desciende después de que el Hijo se forma en la fila de los hombres y se bautiza.
Muévenos, Señor, a amar tanto nuestra humanidad como tú la amas. Permite que nuestras acciones reflejen ese empeño tuyo de rescatarnos y compartirnos tu vida.