Llegamos para encontrarnos con el obispo y algunos sacerdotes en una pequeña sala dispuesta para ello. Íbamos acompañando a doña María Herrera. Mamá Mari, como le dicen sus amigas, después de saludar y luego de una larga conversación en tono cercano y cariñoso, cuestionó: «¿Por qué si sabían que iban a tocar el piano se dejaron crecer las uñas?».