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Economía de Comunión: una mirada distinta del papel de la empresa en la sociedad

En la sociedad actual normalmente se piensa el papel de la empresa casi exclusivamente en función de maximizar las utilidades económicas, especialmente para el o los empresarios en cuestión. Asimismo, el modelo económico actual nos lleva a pensar que la lógica que rige nuestras relaciones en el ámbito económico, concretamente en el mercado, es muy diferente a la que nos orienta en el ámbito privado. Con ello hemos interiorizado que lo «racional» en el ámbito económico es que cada uno vea por el máximo beneficio para sí mismo o los suyos, mientras que en el ámbito privado puede prevalecer la lógica de gratuidad, entendida como una actitud de desinterés o, mejor dicho, de interés por el bien del otro a la par del propio o incluso a veces por encima de éste.

Luigino Bruni y Stefano Zamagni, en su reflexión sobre Los valores humanos, la economía civil y el bienestar subjetivo (2015), explican que, a lo largo de la historia, las teorías políticas y económicas se podrían clasificar en dos grandes familias: aquellas que parten de la hipótesis de que el ser humano naturalmente es incapaz de cooperar y aquellas que en cambio rescatan la naturaleza cooperativa de la persona, con Aristóteles como el principal representante de la segunda tradición y Thomas Hobbes de la primera.

Este artículo no pretende exponer el desarrollo histórico de la ciencia económica y sus distintos enfoques sino presentar la visión que se desprende de la noción de economía de comunión acerca del papel de la empresa en la sociedad. Esta visión no solamente pertenece a la familia de teorías que conciben al ser humano capaz de cooperar, sino que tiene sus raíces en el cristianismo, específicamente en el carisma o espiritualidad de la unidad, fundado por Chiara Lubich (1920–2008).

Ella misma, durante el evento de 1999 en el cual la Universidad Católica del Sacro Cuore le concedía el título de Honoris causa en Economía, mencionó que cualquier concepción de la economía es fruto de una cultura y una visión del mundo. En este caso, la visión del mundo, de esa espiritualidad, está centrada en la realidad de un Padre de todos; de ahí también el llamado a todas las personas a comportarse como hijos suyos y hermanos entre ellos, en una fraternidad universal que busca un mundo más unido. Para ello se requiere que todos pongan en práctica determinadamente aquel elemento que en términos religiosos se llama amor, amor cristiano o benevolencia para personas de otros credos, que significa querer el bien de los otros. Lubich explicó que esa actitud está presente en todos los libros sagrados. Inclusive para quien no es creyente, la benevolencia no es ajena porque todos los seres humanos al ser creados a imagen de Dios Trinidad llevan en su naturaleza el instinto de relacionarse con los demás bajo el modelo del Creador.

La Economía de Comunión nace en mayo de 1991, cuando Chiara visita la comunidad de San Pablo, Brasil, y queda impactada por la gran desigualdad entre muy pocas personas extremadamente ricas y millones que viven en la miseria. Una práctica dentro de esa espiritualidad es «la comunión de bienes» a imitación de los primeros cristianos que, siendo un solo corazón y una sola alma, ponían todo en común y nadie pasaba necesidad. Durante la visita de Chiara a la comunidad de Brasil descubrió que entre ellos existían personas que vivían en condiciones de pobreza y que la comunión de bienes no era suficiente para que pudieran vivir con verdadera dignidad. Como consecuencia de esta situación y de su gran sensibilidad espiritual, hizo un llamado a hacer surgir empresas confiadas a personas competentes, que fueran capaces de hacerlas funcionar eficientemente para obtener utilidades. En ese modelo de empresa las utilidades se distribuirían en tres partes: una destinada a la reinversión en la empresa para hacerla crecer, otra que fuera compartida con personas que se encontraran en necesidad, dando la posibilidad de vivir de una manera más digna, en espera de un trabajo, y la última parte para desarrollar las estructuras enfocadas en la formación de hombres y mujeres «nuevos/as», motivados en su vida por «la cultura del dar», porque sin hombres y mujeres nuevos/as no se genera una nueva sociedad.

Actualmente existen empresas, en distintas partes del mundo, que desde hace años ponen en práctica los principios de la Economía de Comunión, y hay estudiosos que desde esta cosmovisión y experiencia han propuesto nuevas líneas de investigación que permiten renovar de raíz la práctica empresarial y su papel en la sociedad.

El economista Stefano Zamagni (2012) ha dicho que la economía de comunión da «una aportación positiva que prefigura una salida al dilema propio de nuestras sociedades de cómo llegar al diseño de un modelo de gobernanza social capaz de aunar libertad, justicia (igualdad) y fraternidad».

Por otro lado, la académica Anouk Grevin, en su libro La economía silenciosa (2017), describe cómo Chiara «ha visto este capitalismo enfermo que carece de relaciones, pero mira sobre todo la fuerza de la comunión vivida por su gente en Brasil y vislumbra en ella una respuesta para esta urgente necesidad de fraternidad. Mirando una realidad terriblemente dura y sombría, ve más allá, ve la comunión que podría hacer “resucitar” la economía y la sociedad. […] Exhorta a crear un nuevo tipo de “células”, empresas, que sean fuente de comunión en el mundo. Refunda de esta manera, desde una lógica de comunión, la institución que está en el corazón del capitalismo: la empresa».

Durante mis estudios de maestría en Italia realicé un estudio de caso en una empresa que, desde hace más de 30 años, había puesto en práctica los principios que inspiran la Economía de Comunión. Esta empresa, desde 1969, importa y representa en el mercado italiano tecnología y productos de vanguardia en el campo de la mecánica de precisión y su fuerza comercial está distribuida por toda Italia.

En el estudio que hice encontré distintas prácticas que concretan esta visión económica. A continuación, menciono algunas de ellas:

  • Contratación de personal con dificultades de distinta índole, por ejemplo, personal en proceso de rehabilitación de alguna farmacodependencia, o con necesidad de atender a un familiar enfermo (con los distintos tipos de permisos imprevistos que puede requerir).
  • Horarios atentos a colaboradores y a clientes: había muchos tipos de contratos part–time, especialmente para mamás que requerían adecuar sus tiempos para atender a la familia; a su vez el trabajo del personal estaba organizado en función de las necesidades de los clientes.
  • Vivencia de un ambiente laboral que conjugaba el clima de familia y al mismo tiempo un enfoque en el buen desempeño profesional; por ejemplo, había un espacio común para tomar café y jugar futbolito. Cada uno tenía derecho, durante la jornada de trabajo, a hacer dos pausas de determinado tiempo para convivir con otros.
  • Como política de la empresa, los socios llegaban a ser tales por su desempeño profesional pero también por su capacidad de relacionarse con los demás en la cultura de comunión. Ellos eran quienes más esfuerzo invertían en sostener la forma de organizar el trabajo enfocado en una excelente atención al cliente y al mismo tiempo atendiendo las situaciones arriba descritas de algunos miembros del personal.
  • Como consecuencia de su manera de relacionarse con clientes y proveedores tenían un excelente servicio que les estaba generando una expansión importante en el mercado italiano.
  • Papel activo en la promoción de la dignidad humana también fuera del ámbito de su actividad meramente empresarial, destinando parte de sus utilidades a proyectos como:
    • Un jardín de niños en Marruecos, con 30 niños, que sin esa oportunidad comenzarían a ser marginados.
    • Turismo solidario en Argentina, que beneficia a 83 familias.
    • Asistencia médica ambulatoria a la gente en condiciones de pobreza en su propia ciudad en Italia.

En este ejemplo se muestra cómo en la visión y experiencia de la Economía de Comunión la relación entre empresa y sociedad es muy estrecha, dado que el empresario y la empresa, como menciona el papa Francisco, es un agente de comunión, por ende, su razón de ser es contribuir al bien común.

Para concluir, considero que debe replantearse la relación entre empresa y sociedad y advertir cómo su papel dentro de ella es de vital importancia si se busca innovar en la teoría y práctica económica, pues si se sigue reduciendo su función a la mera generación de utilidades será muy difícil generar las condiciones favorables para un verdadero desarrollo integral.

Por último, la apuesta de vivir una nueva cultura económica implica una transformación de vida y pensamiento que no siempre es sencilla. Sin embargo, la satisfacción, la plenitud y el sentido que se encuentran en ese estilo de vida es mucho mayor. Por ello, somos muchas personas en el mundo los que seguimos comprometiéndonos con una cultura del dar, no sólo por la felicidad que encontramos, sino porque buscamos heredar a las futuras generaciones un horizonte lleno de esperanza en el que la fraternidad se pueda palpar también en la economía.


Foto de portada: depositphotos.

2 respuestas

    1. Desde luego que es loable el esfuerzo por humanizar la empresa. Me ha llamado la atención la división en tres partes de las ganancias que propuso Chiara; y sí, creo que se necesitan personas verdaderamente convertidas para hacerlo funcionar, personas que vivan profundamente arraigados a la caridad y fraternidad, si no, no habrá resultados.
      Pero hay algo que a mí me «hace ruido»: esas empresas solidarias compiten en el mercado ordinario y buscan ganancias (para fines solidarios y caritativos, pero ganancias al fin) ¿no es un poco contradictorio?. En el fondo me pregunto si no hay otra forma de estructurar la economía; si solo dependemos del consumo para hacerla girar y desarrollaese. ¿No existirá otra forma realista y exitosa de gestar una nueva estrutura económica? De hecho la Laudato Sii ya ha planteado esta pregunta.
      Creo que si no inventamos y descubrimos como humanidad otra forma de estructurar la economía nunca habrá cambios totales, pues las empresas por más humanas que sean en distribui sus ganancias, deberan competir para generar ganancias.
      No sé si sea realista lo que pienso, yo no sé siquiera de economía, pero sí sueño con algo más… con una economía global que genere dignidad, oportunidad, desarrollo… que se geste desde la libertad y la caridad… tal vez es solo un sueño, una utopía.

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